«Formar nuevas amistades se siente algo imposible, agobiada por la constante pregunta: ‘¿Podría esta persona ser como tú?’», remató.
Cuando llegó el momento de que Andy se disculpara con las mujeres a las que había atacado, Jess y Hannah no podían soportar estar en la sala. Se marcharon.
«No hay nada que pueda decirme que lo mejore, y quería que lo supiera», explicó Hannah.
Andy le dijo al tribunal que crear las imágenes lo había sentido «empoderador» como «una salida» para una parte «oscura» de su psique, pero que no creía que causaran un daño real.
«Realmente he hecho algo terrible y lo siento mucho», dijo.
La jueza Jane Culver no estaba convencida de su remordimiento, diciendo que si bien había «cierto arrepentimiento», no parecía comprender el sufrimiento claramente «profundo y continuo» que su «prolífico» y «perturbador» delito había causado.
Andy fue condenado a nueve años de cárcel, en lo que se ha calificado como una decisión histórica.
«El suspiro que recorrió el tribunal… fue un gran alivio», dice Jess.
«Fue la primera vez que sentí que realmente nos habían escuchado», explica.
Andy podrá optar a la libertad condicional en diciembre de 2029, pero le ha dicho al tribunal que tiene la intención de apelar su condena.

Hannah y su pareja, Kris, esperan que su caso sirva para que las autoridades australianas asuman la gravedad del problema de los deepfakes. Nikki Short/BBC
Nicole Shackleton, una experta en derecho que investiga tecnología y género, dijo a la BBC que el caso «sin precedentes» estableció un estándar legal sorprendente y significativo para futuros casos.
La juez había reconocido que «esto no era simplemente algo que sucedía en línea» y que ese comportamiento estaba «vinculado a la violencia en el mundo real contra las mujeres», dijo Shackleton, de la Universidad RMIT de Melbourne.
Pero Australia y otros países siguen siendo deficientes en la regulación del uso de la IA y en la investigación proactiva de su mal uso, sostienen expertos como ella.
Australia ha criminalizado recientemente la creación y el intercambio de pornografía deepfake a nivel nacional.
Sin embargo, muchos otros países tienen leyes acusadas de contener lagunas legales o no penalizan en absoluto la pornografía deepfake. En Reino Unido, compartir una fotografía pornográfica alterada es un delito, pero crearla o solicitarla no lo es, aunque esto está a punto de cambiar.
Y ante unas fuerzas policiales mal formadas y con pocos recursos, muchas víctimas como Hannah o investigadores privados (como el que le avisó) se ven obligados a convertirse en detectives y reguladores de facto.
En un comunicado, la policía de Nueva Gales del Sur dijo que las investigaciones sobre delitos de inteligencia artificial son un proceso desafiante que requiere «demasiado tiempo y recursos».
Asimismo, el organismo aseguró que recientemente había reforzado la capacitación «con el objetivo de que cada agente… pueda responder a este tipo de delitos de manera efectiva».
La fuerza también trabaja con la Comisionada de Seguridad Electrónica y las empresas de tecnología para acabar con el abuso de deepfake, se lee en el comunicado.
La comisionada Julie Inman Grant dijo que la eliminación del material angustiante es la máxima prioridad para la mayoría de las víctimas, y afirmó que su despacho ha tenido «una tasa de éxito extremadamente alta en lograrlo».
Pero la comisión no tiene los poderes punitivos para llevar a cabo investigaciones y sanciones criminales, agregó en una declaración a la BBC.

Ni la justicia ni la policía australiana estaban preparadas para un caso de deepfake tan masivo como el que afectó a Hannah Grundy. Getty Images
Un daño irreparable
«Puedes tener las leyes que quieras, (pero) si tienes una fuerza policial que es incompetente…» dice Kris, apagando la voz.
«Obviamente estamos enojados con Andy. Pero también es repugnante que la única forma de obtener justicia con algo como esto es si son dos personas de unos 30 años que pueden permitirse el lujo de intimidar a la policía», agrega.
La pareja está decidida a que las cosas sean diferentes para las futuras víctimas.
Solo en los últimos seis meses, en casos separados en Nueva Gales del Sur y Victoria, dos estudiantes han sido denunciados ante la policía por supuestamente crear desnudos masivos de sus compañeros de clase en deepfake.
Después de varios años de infierno, Hannah también está tratando de seguir adelante.
Pero la inminente apelación de Andy amenaza el duro trabajo que ha hecho para reconstruir su vida y su salud mental.
Con las rodillas en el pecho y los pies metidos debajo de ella en el sofá, dice que Andy recibió la sentencia que se merecía.
«Porque para mí, y para las otras chicas, es para siempre… (esas imágenes) siempre estarán en Internet», dice.
Todavía paga por un servicio que rastrea la web en busca de ellas, y le preocupa que sus futuros amigos, empleadores, estudiantes y sus propios hijos las encuentren.
Uno de sus mayores temores es que sus mejores recuerdos nunca sean recuperados.
«Publicas cosas en Facebook e Instagram porque son los momentos más felices de tu vida. Te compras un perro, una casa, te comprometes y publicas una foto», dice.
«Él había convertido cada uno de esos momentos en pornografía. Y entonces, cuando ves esa foto… bueno, ahora me veo siendo violada», se lamenta.
Si te han afectado los problemas como los relatados en esta historia puedes obtener ayuda y apoyo a través de la Línea de Acción de la BBC.