El alto el fuego en el Medio Oriente tras la guerra de los 12 días entre Israel e Irán deja muchas dudas de su permanencia, al no ser la primera vez que se declara la suspensión de hostilidades en esta conflictiva región del planeta, amenazada constantemente con la utilización de armas nucleares, cuya fabricación por parte de la nación persa ha sido esta vez el origen del conflicto.
En realidad, sobre la humanidad no ha cesado la amenaza constante de su extinción. Se esperaba que las potencias del planeta hubieran aprendido la lección de convivencia y de coexistencia pacífica luego de las dos guerras mundiales, y más cuando estamos próximos a cumplir 80 años de aquel agosto de 1945, cuando Estados Unidos dejó caer 2 bombas atómicas sobre Japón que acabaron con la vida de más de 115.000 personas –posiblemente casi 250.000– e hirieron al menos a otras 100.000.
En aquel entonces solo Estados Unidos había logrado fabricarla, lo que originó una inhumana carrera armamentística, como argumento bélico de disuasión durante la Guerra Fría. Hoy, en 2025, son nueve los países que se registran como poseedores de armas nucleares: Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Reino Unido, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte. Algunos de estos de claro talante dictatorial utilizan el armamento atómico para mantenerse en el poder e invadir naciones.
Esto no es obra de la imaginación, si los extraterrestres nos observaran certificarían cómo en un lejano planeta Tierra del sistema solar, sus gobernantes se empeñan en la autodestrucción del género humano, condenando el destino de 8 millardos de habitantes a un holocausto, que transcurre hoy como una saga de tragedias en guerras locales en los diferentes continentes.
Tan solo darle un vistazo al mapa mundial de ojivas nucleares apuntándose entre sí, entre las potencias de Oriente y Occidente, permite vislumbrar un apocalipsis de tan solo minutos y la desaparición del rastro de civilizaciones milenarias, que se ocuparon durante siglos por comprender los misterios del universo y la vida misma.
En toda circunstancia, si el lector desea profundizar la dimensión del peligro, cito a continuación el Informe del Institute for Economics & Peace (IEP) en la 19ª edición del Global Peace Index (GPI) 2025, que clasifica a 163 países y territorios independientes según sus niveles de pacifismo, y abraca 99,7% de la población global. El GPI se basa en 23 indicadores cuantitativos y cualitativos para analizar la paz en tres ámbitos principales: Seguridad y Protección Social, Conflictos Internos e Internacionales en Curso y Grado de Militarización. De acuerdo con el reporte, la tendencia descendente del pacifismo global se acentúa, con más países aumentando su gasto militar en un contexto de tensiones geopolíticas y desintegración de alianzas tradicionales.
El informe del IEP señala que en 2024 existían 59 conflictos armados activos, la cantidad más alta desde la Segunda Guerra Mundial. Además, el número de resoluciones exitosas de conflictos cayó a su nivel más bajo en 50 años, pues las victorias contundentes disminuyeron de 49% en los años setenta a 9% en la última década, y los acuerdos de paz bajaron de 23% a 4% en ese mismo periodo. Por otro lado, 78 países están involucrados en conflictos fuera de sus fronteras, cifra impulsada por la fragmentación geopolítica y el creciente protagonismo de potencias intermedias.
Si bien la Guerra fría del siglo XX terminó, la posibilidad de un enfrentamiento nuclear masivo se mantendrá mientras exista el armamento para ello. En el caso de una guerra de gran escala que abarcase casi todas las regiones del planeta, en el más probable de los escenarios con las consecuencias ambientales podrían producir una extinción masiva del ser humano.
Por tanto, si añadimos al tema nuclear la indiferencia de gobernantes de algunas potencias mundiales a los efectos de la realidad del cambio climático, cuyos efectos los estamos sufriendo con las olas de calor mayores a 40 grados C., las inundaciones y riadas, los incendios y devastaciones, solo nos queda decir, ¡el último en salir que apague la luz!
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Artículo original publicado en: EL NACIONAL