El regreso de Donald Trump a la presidencia podría transformar la relación de Estados Unidos con el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela. En 2019, Trump apoyó el interinato de Juan Guaidó, pero ese ensayo de gobierno paralelo terminó en un estruendoso fracaso. Es probable que la nueva política de Trump hacia Venezuela contemple tres opciones distintas o una combinación de ellas: una confrontación directa, el reconocimiento de un gobierno en el exilio y el uso de sus políticas energéticas como herramienta de presión.
Trump ya aplicó una política de «máxima presión» en su primer mandato, imponiendo sanciones económicas, financieras y diplomáticas para debilitar al régimen de Maduro. Estas sanciones no resultaron suficientes y tampoco lograron sacar al chavismo del poder. En un nuevo mandato, Trump podría endurecer esta estrategia, aplicando sanciones aún más restrictivas y centradas no solo en altos operadores del régimen chavista sino también esta vez incluyendo a sus familiares y relacionados.
No obstante, una confrontación directa es riesgosa. Venezuela ya enfrenta una grave crisis humanitaria, y una política más agresiva podría empeorar la situación y desestabilizar aún más la región. Además, una intervención de este tipo podría enfrentar la oposición de la comunidad internacional y algunos sectores en Estados Unidos, donde aún se prefiere un enfoque diplomático.
Otra estrategia que Trump podría adoptar es reconocer a Edmundo González como presidente del gobierno. Este reconocimiento permitiría a Estados Unidos apoyar una alternativa democrática sin involucrarse en una intervención militar directa. Con respaldo diplomático y financiero, este gobierno en el exilio podría ser una alternativa simbólica al régimen de Maduro.
Sin embargo, este enfoque presenta limitaciones. Tras el fracaso de Guaidó, la oposición venezolana está debilitada, dividida y desacreditada, lo que podría reducir la efectividad de un gobierno en el exilio. Además sería un gobierno simbólico sin el control de un metro de territorio. Lo más probable es que Trump adopte una política similar a la de otros países que han optado por reconocer a Edmundo Gonzalez como presidente electo mientras se reconoce de facto a Nicolás Maduro como presidente del gobierno realmente existente en Venezuela.
Un factor que sí podría influir directamente a la hora de desestabilizar al chavismo es la política energética de Trump. Defensor de incrementar la producción de petróleo y gas natural en Estados Unidos mediante el fracking y otras técnicas intensivas (“Drill Baby, Drill”), Trump podría impulsar una sobreoferta de crudo en los mercados globales. Esto podría reducir los precios del petróleo, afectando directamente los ingresos de Venezuela, cuya economía depende del petróleo. Con ingresos reducidos y una industria petrolera totalmente desmantelada, Maduro tendría menos recursos para mantener su aparato represivo militar-policial.
Además, una mayor producción de petróleo en Estados Unidos disminuiría la necesidad de importar crudo de otros países, limitando la influencia de regímenes como el de Maduro. Esta independencia energética sería una herramienta de presión que fortalecería la posición de Trump contra el chavismo.
La política de Trump hacia Venezuela podría ser distinta a la que ha aplicado hacia Cuba. Aunque ambos son regímenes totalitarios, el impacto de Venezuela en la estabilidad regional es mucho mayor. Mientras que con Cuba la estrategia ha sido principalmente de aislamiento, con Venezuela Trump podría buscar alianzas regionales, especialmente con países que también se oponen al régimen de Maduro con algunas novedosas situaciones como el veto de Brasil y la indiferencia de Colombia.
Esta diplomacia regional podría ser fundamental para presionar al régimen venezolano desde múltiples frentes, mientras que una política de aislamiento, como la aplicada a Cuba, no sería suficiente debido a la crisis migratoria y al impacto que Venezuela tiene en sus países vecinos.
La política de Donald Trump hacia Venezuela podría consistir en una combinación de presión económica, reconocimiento de un presidente electo, más no de su gobierno, y una producción masiva de petróleo en Estados Unidos para debilitar económicamente al régimen de Maduro. La confrontación directa y la máxima presión seguirán siendo opciones en la mesa, aunque se verán limitadas por los riesgos de desestabilización en la región y fundamentalmente por una de las promesas que llevó a Trump a ganar su segunda presidencia: Más énfasis en la política interna y menos intervención de los EEUU en los asuntos de otros países.
Parafraseando lo que dijo el propio Trump una vez con relación a Venezuela, en la política todas las opciones siempre están en la mesa. Aunque según la coyuntura unas tengan más peso que otras.
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