El conflicto bélico en Ucrania ha sobrepasado la marca de 1.000 días, y en este sombrío contexto, Rusia ha actualizado su doctrina nuclear para considerar la posibilidad de una respuesta automática con armamento atómico ante cualquier ofensiva convencional dirigida a su territorio o al de Bielorrusia. Según el documento que detalla esta nueva estrategia, se considera como un «ataque conjunto» toda agresión proveniente de un país que no cuente con armamento nuclear, pero que esté respaldado por una potencia que sí lo posea.
La reciente decisión del Kremlin surge como reacción a los ataques realizados por Ucrania utilizando misiles de largo alcance, los cuales fueron autorizados por el presidente estadounidense Joe Biden. En este contexto, Dmitri Medvédev, actual vicepresidente de Seguridad ruso y antiguo presidente del país, ha declarado que Rusia podría recurrir a armas de destrucción masiva para atacar Kiev y otras instalaciones claves de la OTAN.
Con todo, a día de hoy, a pesar de las decisiones tomadas por un bando y por otro, no se ha producido ningún movimiento significativo que convierta esta amenaza nuclear en una posibilidad real.
Una supuesta Tercera Guerra Mundial
En el hipotético caso de que la guerra en Ucrania desembocara en un conflicto mundial, lo más probable sería que Estados Unidos y los países que conforman la OTAN tuvieran que enfrentarse a Rusia y a sus aliados.
Rusia y China han firmado un tratado de «amistad sin límites», a la vez que Corea del Norte suministra armas y tropas para apoyar al Kremlin en su invasión al país ucraniano. También se unirían al bloque ruso países como Cuba, Siria o Birmania, más allá del apoyo militar, político o logístico; además de los países que actualmente forman parte de la Organización del Tratado de Seguridad Colectivo (OTSC), organización de defensa militar fundada en Rusia tras la caída de la Unión Soviética y que integra a Bielorrusia, Armenia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán.
En el otro bloque encontraríamos a Estados Unidos y los países que integran la OTAN, además de a Ucrania y a países occidentales como Australia y Nueva Zelanda, y a otros asiáticos como Japón o Corea del Sur. En esta línea, el pasado mes de junio el presidente estadounidense Joe Biden anunció la modificación de las directrices del país en materia de objetivos, diseñadas para «disuadir simultáneamente a Rusia, China y Corea del Norte».
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