¿Por dónde comenzar? Sin dudas, por el título. Cuando me enteré del secuestro de mi amigo Roberto Abdul por parte de los esbirros del SEBIN, me invadió ese inexplicable sentimiento de angustia, arrechera e impotencia al cual ya estamos acostumbrados los venezolanos. El mismo que has sentido tú y que sentí yo cuando se llevaron a mis hermanos: uno, saliendo de su casa, y el otro, en su casa. Pero no importa cuantas veces hayan repetido ese zarpazo, ese que en poco segundos te arranca de tu cotidianidad hasta el infierno. Ese que llevarás contigo hasta que todos los venezolanos seamos libres… Y es que no han inventado vacuna contra él. El dolor es el mismo, la sensación de ardor en la boca del estómago, la presión en los pulmones donde se esconden los deseos de gritar ¡Justicia! Pero sabes que nadie quiere ni le interesa escucharte hasta que nosotros mismos conquistemos nuestra libertad.
Cuando de la misma manera arbitraria e injusta se llevaron a mis hermanos Braulio y Antonio al igual que a tantos presos de conciencia, pensé: ¿Como explicar lo que sientes cuando el verdugo encaja su puñal en tu dignidad y sabes que él sabe que en el corazón es donde menos te duele? ¿Como describir la furia de tu humillación si tu cuerpo se retuerce bajo la imperiosa seguridad de que esa dignidad herida no va a sucumbir ante el tirano?
¿Como luchar por un país sometido a sobrevivir cada día con las pesadas alforjas de la tragedias propias y comunes, ambas cada vez más apremiantes y que nos han topado con una diáspora de niveles históricos?
La única respuesta que he aprendido con los años es aquella que alimenta la fortaleza de espíritu con la energía propia y con la cual nos baña a menudo la resiliencia democrática de los venezolanos. En resumen, la convicción de que con nuestra lucha constante y sin descanso, no importa cuán efímera parezca en ciertos momentos, seremos libres nuevamente y pronto.
Roberto y yo coincidimos en SUMATE en el 2004, liderado en ese entonces por dos personas a quienes admiro, María Corina Machado y Alejandro Plaz. Durante varios años desde esos días del Referéndum Revocatorio contra Hugo Chávez, hemos compartimos esta guerra con algunos éxitos y muchas decepciones, es cierto. Todos esos años Roberto ha manejado su vida entre dos nobles pasiones: Venezuela y su familia. En el camino, se convirtió en un sabio. Hoy en el SEBIN, seguro Roberto debe estar conversando con guardias y presos llevándoles la luz de la esperanza. Estoy segura, que por más que nos duela, él ya ha asumido esa misión y la está cumpliendo con gusto.
A diferencia del momento en el cual mis hermanos fueron secuestrados, hoy tenemos una esperanza abierta en el horizonte cercano. El grito desesperado por Justicia anidado en nuestros pulmones, encuentra desahogo en la esperanza de que tendremos unas elecciones libres y en las cuales nuestra candidata María a Corina Machado será nuestra presidente y Comandante en Jefe de nuestras Fuerzas Armadas en el año que comienza pronto. El 2024 es el año de la libertad porque estamos en el camino a lograr unas elecciones libres con el respaldo de la comunidad internacional y porque ya está comprobado que el pueblo venezolano no cejará en su lucha para lograrla. Libertad para todos los presos políticos y libertad para Venezuela.