Por Janina Pérez Arias
Mucho pasó durante la 72° edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Algunas películas tuvieron un paso ligero, otras como Zafari lograron dejar una huella bastante significativa al punto de haber causado perturbación e incomodidad en buena parte de público.
Mariana Rondón, Concha de Oro en el certamen español hace 11 años por Pelo malo, se marca un regreso por todo lo alto con una película que no deja indiferente y funge como un puñetazo en el estómago.
Los venezolanos Samantha Castillo, Francisco Denis y Alí Rondón protagonizan junto a la chilena Daniela Ramírez esta historia que se desarrolla en un contexto que puede ser reconocible en cualquier país latinoamericano, ya que como afirmaban a este medio las guionistas Rondón y Ugas, la región ha sufrido y sigue padeciendo crisis de todo tipo.
La noche anterior a esta entrevista, Zafari se había proyectado por primera vez ante un público variopinto, iniciando así un recorrido por diferentes festivales. Conscientes de que un estreno mundial constituye siempre una prueba de fuego, en medio de la emoción y los nervios, los actores pudieron sin embargo observar las reacciones de los espectadores.
«Me sorprendí mucho cómo la gente iba viviendo, danzando, acompañando la película con risas, suspiros, con la respiración», comentaba Samantha Castillo. Francisco Denis se atrevió a más.
«Miré un rato al público», confiesa Denis. «No es que me haya dado la vuelta para ver las caras (se sonríe), pero sentí un público muy concentrado, sorprendido, que se metió en lo que estaba pasando, y después las reacciones han sido fantásticas. Creo que todo el mundo ha entendido perfectamente lo que quería decir Mariana; esta película se vuelve universal a través de lo particular que es esta experiencia tan nuestra tan latinoamericana y venezolana».
Zafari, que formó parte de la sección competitiva Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián, gira en torno a una familia de clase media venida a menos por la insostenible situación política y económica que atraviesan, prácticamente atrincherados en un idílico edificio, que se va vaciando poco a poco; los inquilinos que aún quedan están dispuestos a defender el último bastión del privilegio: la piscina.
Cuando el zoológico adyacente recibe un hipopótamo y la dirección del mismo le encarga su cuidado a una familia del barrio contiguo, se desencadena una especie de lucha entre los integrantes de ambas familias.
La directora barquisimetana se rodea una vez más de Castillo (como Natalia), Denis (en el rol de Edgar) y Rondón (como Alí) para contar esta historia que coquetea con el cine de género, pero sobre todo se apoya en el planteamiento de cómo las situaciones extremas pueden afectar a las personas, hasta dónde están dispuestas a llegar, y cómo las mismas inciden en las relaciones afectivas.
En los citados actores el dúo artístico Rondón y Ugas ha encontrado no solamente a una especie de familia cinematográfica, sino también a los actores idóneos para contar sus historias. El chico que miente y Pelo malo dan fe de ello.
Mariana, una geniecilla
Samantha Castillo, Francisco Denis y Alí Rondón se juntan para esta entrevista en una terraza de uno de los hoteles donde se desarrollan las entrevistas con los diferentes equipos artísticos.
Ante la pregunta de en qué difiere esta vez la experiencia con la directora venezolana, Samantha es categórica al afirmar que «con Mariana siempre todo es diferente».
Alí Rondón marcó también esa diferencia al trabajar con un equipo técnico que no es el habitual, ese en el que la cineasta suele depositar la confianza y con el que comparte una comunicación que se basa en un lenguaje particular y en la intuición. Además los lugares de rodaje (República Dominica y Perú) difieren de los anteriores, por lo que Mariana tuvo que adaptarse a una estructura distinta.
«Esto no quiere decir que se traicione a ella artísticamente, todo lo contrario», apuntaba el también actor de doblaje, cantante y locutor Rondón, conocido por producciones como El señor de los cielos o Narcos: México. «Ella escoge también a este grupo de actores sabiendo que podemos resolver en muy poco tiempo los problemas que va a enfrentar, y eso fue importante para su proceso como directora».
Francisco Denis, que ha trabajado en otros países en producciones tanto para el cine (Los iniciados, City of Dreams) como para la televisión (Narcos: México, Jack Ryan) reflexiona sobre el modo de trabajo de la directora y coguionista.
«Mariana es una especie de geniecillo», afirmaba el actor en la ciudad vasca. «Siempre es una incógnita, no sé qué está buscando, me encanta de ella el hecho de que nunca está resuelto el asunto. Ella confía mucho en esa mirada intuitiva del creador sin saber muy bien por qué lo va a hacer y entonces en esa cosa un poco líquida de la no seguridad, de no tener mucha tierra, pueden pasar muchas cosas».
La actriz Samantha Castillo recuerda que con Pelo malo, Mariana le dio su primer protagónico por primera vez en el cine. «Fue un regalo», dice agradecida quien recientemente ha participado en varias producciones como las mexicanas Huesera y Mal de ojo.
«Para mí tiene mucho significado trabajar con ella», comentaba Samantha. «Hay una cosa intuitiva de alma, de ojos, de vernos, de sentirla, me entiende hacia dónde voy, yo no sé si entiendo lo que ella quiere de mí pero lo siento y me pongo flexible para que podamos trabajar».
Castillo ahonda en detalles.»Hubo una cosa que disfruté mucho como fue la confianza que sentía de parte de Mariana, era un constante ‘¡ajá dale!’ casi sin hablar, y viendo la película yo hago el viaje como espectadora desde un lugar muy sabroso, porque es como si el juicio se te apaga».
Zafari o interpretar el hambre
Zafari es una película perturbadora en la que sus personajes sienten y logran transmitir sensaciones y sentimientos que surgen en situaciones extremas, uno de ellos es el hambre.
«El hambre es una cosa de las más concretas que hay, no hay interpretaciones», afirma Francisco Denis, «aquí no solamente es el hambre física, es más una metáfora, pero esa realidad del hambre es efectiva, además no hay hambres distintas».
«El hambre es una condición física que influye en el espíritu, por lo que una persona con hambre seguramente está condicionada a ser de una manera distinta. En estos personajes el hambre condiciona la moral, la ética, la construcción social de lo correcto e incorrecto», analiza Denis.
«Un tipo con hambre es capaz de negar a su propio hijo, a sus seres queridos por salvarse él mismo», y aunque este tema sea recurrente en la realidad venezolana, se trata más bien de «cómo reaccionamos como seres humanos a una situación extrema que puede pasar en cualquier parte», concluye.
Desde la escritura, Mariana Rondón y Marité Ugas tomaron una decisión clave que no está exenta de riesgo como lo es no situar la historia en un país concreto. Sin embargo, es una decisión acertada y contribuye a la universalidad referida por Denis, quien además confiesa que hasta ellos se estuvieron preguntando si era o no Venezuela.
«Por supuesto que son imágenes que nacen de una realidad específica venezolana, eso es innegable», afirma Denis, y se refiere al origen de Zafari. «Por lo que le he escuchado a Mariana son cosas que ella vivió, que leyó, y claro que es venezolano porque de ahí salen estas imágenes aunque no es retratar la realidad, hacer un esquema o describirla».
Este aspecto ha sido un tema de conversación entre ellos y lo sigue siendo. Alí Rondón se adentra en el análisis al afirmar que «todos nacemos con la palabra crisis en la cara, y hablando de eso a mí una de las cosas que me pasa con la película cuando la veo y sobre todo cuando la escucho es que siento una mezcolanza de acentos que es bastante interesante y sutil; con ello es como si estuviéramos dibujando también un ‘no lugar’ , que se identifica como Latinoamérica».
Pero en ese ‘no lugar’ al que se refiere Alí, confluye la identidad, los códigos culturales de cada uno de sus actores.
En ese sentido Samantha puntualiza: «Todo lo que yo haga, así sea en Timbuktu, siempre va a tener algo de Venezuela porque soy venezolana; de ahí vienen mis referencias, allá nací, viví, me crié, estudié, me casé, me divorcié, tuve una hija y enterré a mi papá, obviamente todo mi universo, hasta los 40 años que me fui, tiene que ver con Venezuela. Pero no traté de ponerle un sello al lugar donde viven los personajes de Zafari, no pensaba mucho en eso, pero fue mi elección».
Un trago amargo
Zafari apenas inicia un viaje que se augura largo e intenso, y quizás Samantha Castillo, Francisco Denis y Alí Rondón le acompañen en parte del recorrido.
«Más allá de todo el éxito que le deseo a la película, me encantaría que llegue a Venezuela», abre la ronda de anhelos y augurios Alí. «Me da mucha curiosidad ver cómo los espectadores venezolanos la sienten y la reciben». En esa misma tónica, además de que la vea mucha gente, Samantha también desea que los espectadores «vivan la experiencia».
Francisco comenta reflexivo sobre esa gran pregunta que siempre se antepone, sobre las por y para qué se hacen películas. «No tengo respuestas», se sonríe. «No creo mucho que el arte transforme la realidad, pero sí cambia pequeñas cosas, nos transforma a nosotros como hacedores, y al público. Eso ya es un aporte enorme».
Apuntando a la razón de ser de Zafari, Denis afirma que «es un drama que toca fibras fundamentales de la existencia y no es ese tipo de película de la que sales con ánimo de compartir la vida. Seguramente es un trago amargo, un grito abogado pero bonito porque está hecha con amor», concluye el actor.
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