Desde que tiene memoria, Yessica Yana supo que quería pasar su vida conectada al campo, pero no con las tareas convencionales asociadas a estas labores. Ella soñaba en grande. Por eso decidió estudiar Ingeniería Agronómica, una carrera que podría parecer lejana para una mujer aimara de una pequeña comunidad a orillas del lago Titicaca, a unos 3.800 metros de altura sobre el nivel del mar.
A pesar de los obstáculos, su pensamiento estaba claro: “soy del campo, me gusta el campo y en el campo me voy a quedar”. Esto la ayudó a perseverar en su formación académica en la Universidad Pública de El Alto, aunque es consciente que cada paso fue un sacrificio. A pesar de todo, logró convertirse en la primera mujer indígena en manejar drones de alta tecnología en Bolivia.
“Todas las profesiones tiene su grado de dificultad. En algún momento pensé: ‘¿para qué he estudiado esto?’. Ser mujer en esta carrera ha sido un reto, pero más bien me han tocado docentes buenos, que me han ayudado”, dijo Yana a la Voz de América en La Paz.
Entre el campo y los drones
Su gran oportunidad llegó con la Organización suiza Swisscontact, la Fundación Proimpa y la empresa Biotop SRL, grupos que trabajan en proyectos de desarrollo. El objetivo de Yana, de 31 años, era mejorar el rendimiento agrícola en su natal altiplano boliviano, para lo cual se sumergió en la iniciativa Mercados Inclusivos gracias al que se convirtió en pionera dentro de su comunidad en el manejo de drones de alta tecnología aplicados a la agronomía.
Con este equipo pudo reducir, por ejemplo, el tiempo de fumigación en campos de cultivo de un día a sólo 20 minutos y ahorrar hasta el 80 % de agua. Esta tecnología es efectiva, pero no es tan sencilla de implementar, advirtió.
“Al principio cuando yo vi el dron dije ‘¡Wow! ¿Qué es esto?’ Era enorme (…) Todos pueden manejar drones, pero este para la aspersión es un poquito más complicado, hay que cumplir diferentes condiciones: altura sobre el nivel del mar, velocidad del viento, obstáculos que hay en diferentes lugares. Logramos asperjar (fumigar) una hectárea en 20 minutos, cuando los jornaleros lo hacían en un día”.
El uso de este tipo de tecnología, según Swisscontact, se enmarca en la llamada agricultura de precisión que “reduce costes, mejora la rentabilidad de los cultivos y disminuye el impacto ambiental al realizar la aplicación de agroinsumos dirigidos y ajustados a los requerimientos reales del cultivo”.
Un aspecto adicional a este proyecto es que se desarrolló con enfoque de género, pues se demostró que no solo lograban reducir el tiempo y la cantidad de agua, sino que las mujeres podían ser participantes activas y con menos carga laboral.
“Líder de la Ruralidad”
Hace unos meses el esfuerzo y dedicación de Yana fue reconocido por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), que la nombró como una de las “Líderes de la Ruralidad de las Américas”.
En entrevista con la VOA, Mario León, director de Cooperación Técnica, Desarrollo Territorial y Agricultura Familiar de IICA, destacó la labor de la ingeniera aimara. “Siendo ella misma una profesional del sector de la agricultura, una agrónoma, ella viene trabajando e impulsando a su comunidad, estimulando a los jóvenes para que se inspiren en ella y en la trayectoria que hizo”.
“Para mí el recibir este reconocimiento significa un compromiso para seguir avanzando, siempre velando por la agricultura familiar. También estamos tratando de ver ahora inclusión en temas de género y trabajar con jóvenes para que se vuelvan los nuevos líderes”, añade Yana, quien logró manejar un dron mucho más avanzado de lo que había imaginado durante un proyecto en Costa Rica. “No tengo palabras para explicar esa emoción”, confesó.
IICA, organismo especializado en desarrollo agropecuario y rural, reconoce como «Líderes de Ruralidad» a “hombres y mujeres que dejan huella y hacen la diferencia en el campo del continente americano, clave para la seguridad alimentaria y nutricional y la sostenibilidad ambiental del planeta”.
“Destacamos a Yessica por ser una garante de la seguridad alimentaria y nutricional y por su capacidad de impulsar ejemplos positivos para las zonas rurales de la región”, añade León.
Grandes desafíos
Tras dominar la técnica, Yana realiza capacitaciones en toda Bolivia, en un proyecto denominado “pares generacionales”. “Queremos que un joven se convierta en asesor de su par adulto, por ejemplo su mamá o abuelita; y le enseñe el uso de la tecnología, desde lo más simple a lo más complejo para reducir esa brecha digital, que sobre todo en el campo es tan grande”, explicó.
Ella está convencida de que las mujeres tienen potencial para mejorar la vida de sus comunidades y ser verdaderas líderes. Aunque aún tiene mucho que aportar en Bolivia, también alista sus maletas para retos profesionales en el exterior. En unos meses viajará a Kenia, a vivir una experiencia de la cual espera aprender mucho.
Mientras, sigue soñando. Yana quiere hacer hacer una maestría y hablar inglés de manera fluida. “Estoy aprendiendo, es necesario para mi carrera”, asegura entre risas.
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