Una persona es prepotente cuando se siente poderosa o influyente. Generalmente, impone su poder o autoridad para obtener un provecho o beneficio, siendo una característica propia de muchos tiranos y déspotas de regímenes dictatoriales.
Se trata de la característica de una persona que impone su poder o su autoridad sobre otras personas para sacar provecho o para ostentarlo. La persona prepotente tiene una excesiva valoración de sí mismo(a); en otras palabras, se siente superior a los demás.
La prepotencia tiene muchas caras. Se esconde de múltiples formas. Lo importante para el prepotente, es imponer su voluntad y dejar atrás cualquier tipo de sentimiento en torno a lo que su actitud provoca en los demás. No importa si es a través de gritos, amenazas, insultos, advertencias, descalificaciones o de burlas, pues solo quiere imponerse, sin pensar en las consecuencias, o en lo que afecta a los demás. Lo que vale para el prepotente, es dejar en claro quién es el que manda.
Muchas veces la sola muestra de un duro gesto, una mirada fría y calculadora, un rictus en los labios desdeñosos, desmorona a cualquiera. Y cuando el prepotente se enfrenta a otro que tiene carácter y no se deja intimidar, entonces monta en cólera y no tolera el discenso, ni la rebeldía.
Con el tiempo, o sea con el paso de los años, la prepotencia en un individuo, se vuelve mucho más obsesiva y convierte a la persona en un ser irascible a quien no se le puede llevar la contraria, porque puede llegar a la agresión verbal y psicológica.
Tener carácter no significa ser prepotente y abusivo. El carácter es un distintivo que nos puede hacer diferentes en las relaciones sociales. Ser prepotente solo nos acerca al abuso y la manipulación que habitan agazapados en el interior de cada persona. Nunca hay que olvidar que el político prepotente, no solo causa daño a quienes están a su alrededor, sino, lo peor, a todo un país.
En Venezuela día a día se observa y escucha la actitud prepotente de Maduro, Cabello, Jorge Rodríguez y del entorno del máximo jerarca del socialismo marxista y mal llamado bolivariano, que sin empacho de ninguna naturaleza agreden verbalmente a personas de la oposición, exponiéndoles al escarnio de la opinión pública.
¿Dónde está la ley del odio? «La salsa que es buena para el pavo, también lo es para la pava».
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