De nada sirvieron los golpes y palmadas en el trasero que recibió la piñata de Donald Trump frente al muro que separa la mexicana Tijuana y la californiana San Diego. Los activistas proemigrantes y los propios protagonistas de esta odisea contemporánea fabularon con esta especie de exorcismo junto a la playa tantas veces cruzada en pos del sueño americano, la que llaman la esquina de Latinoamérica.
El mandatario estadounidense evidenció con sus primeras medidas que la tan pintoresca iniciativa fue un fracaso y, de hecho, en pocas horas las lágrimas y la desesperación de los migrantes se tomaron el mismo espacio de protesta.
Trump abrió sus anuncios al mundo con la declaración de emergencia nacional en la frontera con México, llamó «invasión desastrosa» a la entrada de emigrantes, adelantó la deportación de «millones y millones de delincuentes», apostó por el envío de tropas militares, anticipó que designará a los carteles de la droga como organizaciones terroristas, restablecerá el programa Quédate en México y cambiará el nombre de Golfo de México por Golfo de América, con carcajada incluida de Hillary Clinton al escuchar esta decisión geográfica. Todo ello en un solo discurso y a la cabeza de sus medidas estrella.
Cada uno de los anuncios ejerció como un taladro emocional y no soló en la frontera mexicana. «México no tiene porqué agachar la cabeza, si somos un país grandioso, una potencia cultural», respondió de antemano la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, a las esperadas andanadas de Trump en su primer discurso. Como si se tratara de una pelea de boxeo político entre gigantes nacionalpopulistas, aunque distintos tamaños, peso pesado uno y peso welter la otra, la mandataria anticipó su convicción de que se «establecerán canales adecuados» entre ambas administraciones, como ya sucediera con su antecesor, Andrés Manuel López Obrador.
En su primer balance, la presidenta Sheinbaum apostó por la colaboración con la nueva administración del vecino del norte, mientras se encuentra reunida con su gabinete: «Como vecinos y socios comerciales, el diálogo, el respeto y la cooperación siempre serán el símbolo de nuestra relación».
México ha preparado una serie de medidas, denominadas México te abraza, para mitigar el impacto de las medidas estrella, el tsunami político de Trump, entre las que destacan ayudas de 100 dólares para que los deportados mexicanos puedan volver a sus comunidades de origen.
Nueve países americanos se unieron a México para mostrar su «grave preocupación» ante el anuncio de Trump de deportaciones masivas «por su incompatibilidad con los principios fundamentales de los derechos humanos y por no abordar de modo eficaz las causas estructurales de la migración», señaló la declaración conjunta, divulgada en Ciudad de México.
Los países firmantes son los aliados Brasil, Colombia y Honduras, más dos de las dictaduras cercanas ideológicamente, Venezuela y Cuba. A ellos se han sumado El Salvador, cuyo presidente, Nayib Bukele, está presente en Washington, más Guatemala, Haití y Belice.
De momento, el miedo se ha acrecentado entre los casi 300.000 emigrantes que aguardan en el lado mexicano para seguir su camino hacia Estados Unidos, incluidos los que ya tienen citas para pedir su asilo a través de la famosa aplicación CBP One para ordenar la migración legal. A los pocos minutos de acabar la sesión de investidura en el Capitolio, la aplicación dejó de funcionar, dejando en el limbo a todas las personas que ya habían aplicado y las que habían depositado sus sueños en ella.
Para medir el impacto basta con saber cuántas se beneficiaron desde su puesta en marcha en 2023: según los datos recogidos por CBS de fuentes gubernamentales fueron 919.000 los emigrantes que ingresaron a Estados Unidos gracias a CBP One.
«Qué me espera después de esto, de qué sirvió tanto sufrimiento, cruzar el Darién y los meses que he estado a la espera desde que nos robaron las elecciones en Venezuela. Tenía la cita con CBP One esta semana y ya se canceló. ¿Y ahora? Allá no tengo ni país», se quejó con amargura J. L.O., de 25 años, en las cercanías del albergue que le da acogida, cercano al famoso cruce fronterizo de San Isidro.
El chico venezolano ya ha dado su nombre y apellidos al reportero, pero un amigo le dice que mejor los omita. Los dos, en las mismas condiciones, saben que ahora están en manos de los temidos coyotes, traficantes de seres humanos que trabajan para los carteles de la droga.
“Cualquiera que permita que millones de personas se metan a raudales por la frontera de cárceles, penales, manicomios. (…) La delincuencia en Venezuela bajó 74 por ciento porque tomaron a sus criminales y los mandaron para acá”.
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