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¡Trump es Trump!, la simbiosis de su personalidad lo obliga siempre a buscar ser el centro de la información nacional e internacional y si no lo está, no importa cómo ni las consecuencias que traiga, buscará cómo serlo. Ese ha sido el éxito de su política en Estados Unidos, lo que pasa es que en política internacional eso no funciona de la misma forma y las acciones en política internacional tienen una respuesta automática, por aquello del principio de la reciprocidad, por lo tanto, la imposición de aranceles a prácticamente al mundo entero va a desatar una guerra comercial recíproca, pero lo más grave, es posible que se recompongan las alianzas políticas globales en la que Estados Unidos se verá afectado.
Es probable que el presidente Trump tenga razón de que los países aliados y amigos se hayan aprovechado del liderazgo de Estados Unidos para alcanzar acuerdos comerciales favorables. ¡Es el costo de ser la primera potencia! En lo que no tiene razón es en la forma como lo está haciendo, despotricando y peleándose con sus aliados naturales a menos que quiera hacer realidad su oferta electoral de encerrar a Estados Unidos como una ostra, ¡Estados Unidos para los estadounidenses! olvidándose del liderazgo mundial.
En este conflicto sin razón, su adversario global pudiera ganar esta confrontación por cuanto Estados Unidos deja al libre albedrío a sus aliados como la UE que conversa con Nueva Zelandia y Australia, y China ha comenzado a moverse en el tablero geopolítico y ha anunciado que su canciller conversa con sus enemigos más connotados como son Japón y Corea del Sur para fortalecer el mercado regional del Sudeste Asiático (ASEAN). Estos tres países anunciaron recientemente que trabajan juntos para tener una postura económica más unificada, lo que traerá como consecuencia que los mismos solo no sean propensos a acompañar a Estados Unidos para imponer controles de exportación de tecnología a China o prohibir el próximo Huawei sino al contrario, le da a China una oportunidad de ampliar su mercado y cortejar a los aliados de Estados Unidos.
Lo sorprendente en este movimiento de ajedrez geopolítico del presidente Trump es el ensañamiento verbal y de imposición de aranceles que en un siglo no se había impuesto contra Europa mientras excluye a Rusia, Bielorrusia, Corea del Norte y Cuba porque “ya enfrentan sanciones que impiden cualquier comercio significativo”. Sin embargo, la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos señaló que Rusia había tenido en 2024 un superávit comercial de bienes de 2.500 millones de dólares con Estados Unidos. Los criterios parecieran más políticos que económicos, comerciales e improvisados puesto que ha impuesto aranceles hasta la Isla de Pingüinos habitados solo por estos animalitos y una isla de Australia, Norfolk, de 2.000 habitantes que no exporta nada a Estados Unidos, le impuso un arancel de 29% muy superior a la propia Australia 10%.
En medio de esta guerra de aranceles es bueno recordar que Estados Unidos es el primer mercado de consumo del mundo, la Unión Europea es el segundo y China es el tercero, lo que significa que de ponerse de acuerdo los mercados de Europa y China pudieran poner en dificultad la industria de exportación de Estados Unidos y lo más preocupante, es que esto pudiera salirse de las relaciones comerciales e incorporarse a esta guerra los servicios financieros y tecnológicos, donde Estados Unidos tiene bastante que perder y en definitiva, esto podría llevar a otros países a diversificar sus alianzas y buscar acuerdos con actores más previsibles.
En esta guerra comercial entre los grandes, quienes siempre pierden son los ciudadanos comunes, por lo tanto, en este caso serán los consumidores estadounidenses, pues lógicamente las empresas trasladan el costo de los aranceles a los precios de los bienes importados, así que los estadounidenses con menos recursos tendrán que disponer de mayores recursos de su presupuesto familiar, para la compra de sus productos básicos, esto sin contar con un alza de precios que pudiera estar impulsado por una inflación que ha comenzado a afectar a la economía americana.
En esta abrupta guerra arancelaria Trump ha aplicado su metodología de negociación, dar primero un garrotazo para ablandar a su contrincante y después negociar en sus términos. Hasta ahora le ha salido bien según su percepción, pero no queda la menor duda de que está dejando heridos y resentidos en su camino que, finalmente, pueden esperar su momento para retribuir con el mismo garrote, aparte de avivar la construcción de alianzas que pudieran surgir y que se constituirán en piedras en el camino del liderazgo americano mundial, por aquello de la imprevisibilidad y la desconfianza.