Mario Vargas Llosa retrató con acierto el estilo contradictorio y vengativo de Donald Trump en materia migratoria desde que el republicano llegó por primera vez al poder en Estados Unidos, país que se ha caracterizado siempre por su gran tradición de fronteras abiertas.
“Estados Unidos es un país de inmigrantes, un país cuya grandeza proviene además de haber abierto los brazos al mundo entero y haber traído inmigrantes de prácticamente todas las culturas y que, gracias a lo que los norteamericanos llaman melting pot (crisol), los integró en una sociedad que fue realmente la locomotora del progreso”, dice Vargas Llosa en un aparte de una entrevista con la escritora española Elena Cué publicada el 19 de junio de 2018.
Luego de la muerte del premio nobel de literatura de 2010, el 13 de abril pasado, Cué “recuperó” en redes sociales la entrevista que le hizo hace casi siete años para ABC, uno de los periódicos de referencia de España.
En esa entrevista ambos hablaron acerca del libro La llamada de la tribu (Ed. Alfaguara), en el que el escritor “hace una defensa ferviente de la doctrina liberal”. Y vale la pena recordar también lo que el autor de Conversación en La Catedral dijo sobre Trump, que ahora vuelve por sus fueros en el segundo gobierno.
“Es muy difícil encontrar en Trump una coherencia política -nacional o internacional- y económica, porque se contradice permanentemente. Es la confusión sistemática”, señala.
Y añade: “Por ejemplo, creo que su política antiinmigratoria está muy reñida con todos los principios democráticos liberales. Separar padres e hijos es cruel, es inhumano, y está reñido precisamente con este espíritu democrático”.
Vargas Llosa confesó en la entrevista con la escritora Cué que nunca se hubiera imaginado que Estados Unidos, que parecía una sociedad muy avanzada, “pudiera elegir a un personaje como Trump, que es básicamente un populista”. “Es un personaje impredecible”.
La mayor paradoja es que los norteamericanos volvieron a elegir a Trump, que ahora avanza con saña en su política antiinmigratoria de siempre y cuenta para ello con funcionarios obsecuentes como el propio secretario de Estado, Marco Rubio, o la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem.
De otra manera no se explica la intención rencorosa y cruel que Trump y sus colaboradores han mostrado por ejemplo contra centenares de migrantes venezolanos, que han enviado sumariamente a la megacárcel de su socio Nayib Bukele en El Salvador, o la intención tramposa de poner fin al Estatus de Protección Temporal (TPS) que ampara a miles de ellos.
Gran cantidad de estudios, entre ellos una investigación de la Universidad de Stanford que analiza datos desde la década de los sesenta -citados por medios norteamericanos-, establecen que los migrantes tienen menos probabilidades de cometer crímenes o ser condenados por un crimen que las personas nacidas en Estados Unidos.
Pero la ojeriza de Trump contra los migrantes, contenida a duras penas por la justicia de Estados Unidos -pilar de la democracia en ese país- lo coloca incluso en contra de la esencia de una sociedad de inmigrantes que, como la definió Vargas Llosa, fue realmente la locomotora del progreso.
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