El norte tiene nuevo comandante en jefe. Maduro le felicita con un “ganar-ganar”. Trump entiende ese lenguaje financiero. Donde hay petróleo se gana bien. María Corina le ha dicho que con la nueva democracia también puede contar Trump
Por las redes sociales bullen los análisis de sesudos estudiosos sobre lo que puede hacer Trump desde el Despacho Oval acerca de su patio trasero, especialmente en el caso Venezuela. Unos afirman que, como financista agudo, dejará a Maduro tranquilo siempre que permita que su petróleo fluya hacia el norte. Otros, refugiados en el optimismo tranquilo, se atreven a afirmar que Trump obligará a Maduro a entregar la banda presidencial al legítimo ganador de las elecciones, Edmundo González Urrutia. Lo que no aclaran ninguno de esos analistas es cómo logrará llevar a cabo una de esas dos opciones el de nuevo presidente electo de Estados Unidos.
Dos senadores estadounidenses, Rick Scott y Marco Rubio, han sostenido un frente radical contra Maduro. Tras las elecciones de julio pasado, presentaron un proyecto de ley recomendando elevar la recompensa, que Estados Unidos (DEA) ofrece por la captura de Maduro, de 15 a 100 millones de dólares. Estos senadores suenan hoy como dos fichajes importantes en la nueva administración de Trump. Scott como presidente del Senado y Rubio dentro de su gabinete como secretario de Estado. Ese escenario predice una muy mala noticia para la continuidad de Maduro. No parece probable que si el dictador se autoinviste el 10 de enero Trump lo vaya a reconocer, como seguramente tampoco lo harán muchos de los gobiernos europeos y americanos, como han anunciado Petro, Boric y Lula.
En cuanto a la alternativa de que Trump mantenga acuerdos de petroleras americanas con Maduro, puede que sea una alternativa para enfriar ese frente trasero, pero el mundo libre entendería muy poco esa posición. No obstante, no se puede excluir esa posibilidad, pues Trump es un hombre de negocios, aunque ahora representa a su país, ese adalid de la libertad y la justicia. En su cabeza está que le robaron unas elecciones tal como ahora ha hecho Maduro a Edmundo González Urrutia. Veremos si prevalece el peculiar liberal de Estado o el comerciante de Nueva York.
Las tareas de Trump para hacer grande de nuevo a su América son muchas. En primer lugar, tiene el mercado interno: inflación no detenida. Bajar impuestos. Aplicar aranceles proporcionales, la llama “Ley de comercio recíproco”; eso apunta a los coches eléctricos, entre otros productos. Reactivar la exploración (fracking) de petróleo/gas, que haría autosuficiente a Estados Unidos en materia energética (esto juega en la ecuación Maduro). Acorralar, hasta eliminar, la cultura “woke” de la sociedad, principalmente de la Educación pública; donde ha prometido erradicar de las escuelas las enseñanzas sobre teorías inapropiadas de la raza o ideología de género. Mejorar la atención sanitaria, superando el Obamacare. Está en contra de que la transición de género sea un mandato federal. Expulsar a todos los inmigrantes ilegales. Revisar el sistema de justicia, que lo ha perseguido, especialmente cesar a cierto fiscal. Perseguir la delincuencia organizada, pandillas de extranjeros, cárteles de la droga. Guerra contra los activistas de las organizaciones islamistas: Hamás, Hezbolá. En cuanto al aborto deja esa decisión a los estados.
En cuanto a la política exterior: tiene a Europa en la mira en torno a la financiación de la OTAN. Restablecer la paz en el conflicto armado Rusia/Ucrania. Mediar en el Medio Oriente, entre Israel y sus enemigos musulmanes. Ese terreno es de alta peligrosidad, pues Trump se meterá en la geopolítica del gran mundo. Tiene por delante a un enemigo jurado: Irán. En estos días, el FBI anunció haber descubierto y desarmado un complot para atentar contra Trump, implicando a agentes iraníes. Con China será una cita de pesos pesados, con Taiwán en primera fila. Sobre su patio trasero, especialmente el fronterizo inmediato México, ha dicho que cerrará esa frontera. Una acción que será respondida por la nueva presidente Claudia Sheinbaum, que tiene un vigente acuerdo comercial con Estados Unidos y una línea fronteriza en manos de los cárteles de la droga. La era Trump comienza de nuevo.
Carlos Pérez-Ariza es doctor en Periodismo por la Universidad de Málaga.
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