Fulana de Tal y Perico de los Palotes, jubilados y sobrevivientes, son mendigos que a diario suplican al narcoestado chavista el pago de sus legítimas pensiones para comprar siquiera un mínimo de sanos alimentos y no morir de hambre sobre las aceras.
Muchos nacieron en el mismo barrio de los niños que Hugo Chávez Frías prometió sacar de esas calles para darles una vida digna. Ahora son guardias nacionales, soldados encapuchados y armados hasta las uñas, componentes de los llamados “organismos de seguridad del Estado” (Guardia Nacional Bolivariana o GNB con centenares de jóvenes y adultos, hombres y mujeres integrantes del Sebin, la PNB, el Cicpc, cuerpos de policías estadales y municipales. Entrenados por cubanos durante 25 años -hoy se suman rusos, iraníes y similares- son obedientes robots que secuestran, torturan y asesinan a su pueblo durante la década reciente a las órdenes del Padrino de la mafia militarizada, un sector cúpula del Generalato que desde sus cuarteles, mansiones locales y foráneas, disfruta del erario público y de la robada riqueza minera nacional.
El resto de la población, incluidos familiares, parientes, vecinos y examigos de esa muchachada y adultos sin adultez interna, forma gran parte de la masa del 77% que el 28J rechazó a la tiranía eligiendo a Edmundo González Urrutia como presidente constitucional de la República Civil pacífica, dispuesta a corregir los graves errores partidistas cometidos en los años finales de su imperfecta democracia perfectible.
Este difícil tránsito necesita rescatar a todos los uniformados que a la vez son víctimas y victimarios de la “revolución socialista del siglo XXI”. Ya se iniciaron los cambios porque el régimen castigó a María Corina Machado prohibiéndole el uso de la aviación comercial y facilitó el contacto directo de esta principalísima líder opositora con el pueblo rural y urbano de la provincia, en ruina física y moral. Durante su largo y perseguido viaje al interior comprobó la empatía con su lucha opositora desde alcabalas y otros sitios policiales, el mismo sentimiento reprimido, por ahora, en los estratos medios y bajos de la fragmentada Fuerza Armada Chavista.
Desde las marchas de protesta en mayo de 2017, cuando exigió con voz fuerte a los guardias “Bajen las armas, no maten a su pueblo”, María Corina se sirve de su innata inteligencia emocional unida a su valiente tenacidad organizativa para lograr una fusión del católico culto mariano, reflejo de la familiar maternidad protectora y contrastarla con la violencia y el arrogante vocabulario de tono militar machista, conducta represora criminal contra la voluntad mayoritaria.
Ahora, frente a un pelotón de mujeres policías que impiden el paso de su caravana le habla: “No disparen contra sus hermanos, sus hijos y nietos. Venezuela las necesita, es hora de unirnos, no tengan miedo, la historia las va a reconocer, es el reencuentro con madres que quieren el regreso de sus hijos…” El carómetro de esos rostros que la escuchan habla de su dolor mudo.
En esta etapa quizás decisiva, la consigna colectiva grita a todo pulmón: “Suelten las armas para salvar a Venezuela”.
Durante la dictadura perezjimenista, las adolescentes cantamos y bailamos aquella guaracha de la orquesta Billo’s Caracas Boys: “Mamá yo quiero un cadete de la Escuela Militar”….: Pero lo que más me gusta y me llena de emoción es que pasan por mi casa en perfecta formación”. Aquellos soldados no le disparaban a civiles ni a nadie, y mucho menos rompían puertas señaladas para entrar de noche en los hogares y llevarse a un “enemigo de la patria socialista”, neto estilo nazi. Al contrario, en sus días de asueto cuartelario, con uniformes elegantes, cedían su asiento en los autobuses a las mujeres y personas mayores.
Cuando entramos de lleno al Bachillerato nos enteramos de la verdad. Contra sus opositores activos, aquella cruel dictadura -de las tradicionales, no totalitaria- sí habilitó pocilgas y calabozos infernales donde a distancia, junto con militantes clandestinos y exiliados. Se gestó poco a poco el 23 de enero de 1958.
Ahora los castrenses forjados en el terrorista castrismo cubano desde Fuerte Tiuna y Miraflores inspiran temor y desprecio en toda la pacífica sociedad venezolana. Lo contrario a merecidos respeto, gratitud o simpatía. Urge comunicarles la verdad que tanto les concierne.
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