
Ya se ha derramado mucha tinta sobre lo podrido del régimen socialista venezolano. Sin embargo, es una responsabilidad de quienes tenemos cierto acceso a la difusión de mensajes recordarlo una y otra vez.
El régimen que encabeza Nicolás Maduro tiene acuerdos públicos y notorios con diversas bandas delictivas en todo el territorio nacional.
Los pranes y los trenes son el resultado de la política permisiva de un régimen que pretendió –durante un tiempo– utilizar a la delincuencia organizada como otro brazo de terror político en el país.
Al régimen no le bastó con los círculos bolivarianos o con los colectivos, sino que efectuó pactos con delincuentes como alias el Koki y alias Wilexis, quienes se le escaparon de las manos y después le costó darles de baja.
La emigración de los llamados trenes, entre ellos el de Aragua, fue parte de una política del régimen de exportar delincuentes para socavar el sistema en otros países, como ocurrió en los Estados Unidos de Norteamérica, Chile, Ecuador y Perú.
Pero la cosa no termina allí; desde hace muchos años los socialistas apostados en el Palacio de Miraflores han tenido nexos claros y confesos con los grupos subversivos colombianos.
Es más que conocido que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) tenían o tienen campamentos de este lado de la frontera colombo-venezolana.
Los vínculos de la narcoguerrilla colombiana con altos funcionarios del régimen venezolano es altamente conocida tanto por colombianos como por venezolanos y, además, por las autoridades norteamericanas. Eso no tiene nada de secreto.
Y, aparte de todo esto, están las relaciones estrechas que mantiene el régimen nacional con las mafias del narcotráfico; con los carteles de la droga colombianos, mexicanos y de muchas otras partes del mundo.
Para nadie es un secreto que cercanos familiares de la cúpula gobernante fueron capturados en flagrancia, con un enorme cargamento de droga, que tenía como destino final los Estados Unidos de Norteamérica.
Esos runrunes que se escuchan, y que cada vez toman mayor veracidad, del llamado Cartel de los Soles, es parte de esa red de corrupción y podredumbre que el socialismo ha construido a lo largo de estos 26 años en el poder.
Lo que tenemos en Venezuela no es un simple gobierno, ni siquiera un régimen despótico o antidemocrático, lo que tenemos es un régimen delincuencial, un refugio de hampones, es la sede de la mismísima primera narcocracia mundial.
¡Así de simple!
Sin más que agregar, nos leemos la próxima semana.