
Historiadora y doctora en Ciencias Políticas, difícilmente podría resumirse la extraordinaria obra de Graciela Soriano de García Pelayo en los campos de la docencia, la investigación y como autora de rigurosos y singulares libros y artículos académicos dedicados a temas de la Historia y las Ciencias Políticas. En 1996 recibió el Premio Nacional a la Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades concedido por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas —Conicit—
Por RUTH CAPRILES
Los dos amores
Hablar de la obra de Graciela Soriano de García Pelayo requiere contar una historia de amor; de dos amores, de hecho, que ha tenido Chelita, como la llamamos, dos amores tan imbricados, que cuesta separarlos.
El primer amor de Chelita ha sido la comprensión de Hispanoamérica. ¡Comprender! ¡Hay que comprender! Así ha insistido hasta la saciedad a lo largo de su vida intelectual. No da tregua ni perdona el abandono del oficio de comprender el mundo.
Su mundo particular, aun imbricado por razón y afecto al de Manuel García Pelayo, es propio; bebe de la fuente del maestro y en intercambio de ideas y opiniones, pero su gesta ha sido propia: comprender las particularidades de Hispanoamérica, discernir los hilos que se distinguen en la madeja de la historia universal. Y lo ha hecho sin desgarrar los hilos de la madeja de la historia universal.
Cuando Chelita empezaba a hablar, en conferencia, clase o mesa de discusión académica, sabíamos que se remontaría hasta los principios, hasta más allá de los griegos para caer magistralmente en la peculiaridad del proceso histórico que analizaba. Era un chiste afectuoso entre sus colegas, alumnos y jóvenes que habíamos entrado en el ambiente reflexivo y creativo del Instituto de Investigaciones Políticas en la UCV, fundado por García Pelayo en 1959 y que haría importantes contribuciones al pensamiento constitucional venezolano y su inserción en la historia universal y propia.
Manolo es el otro amor de Chelita, el eminente pensador de lo jurídico y lo político, Manuel García Pelayo, su profesor, mentor y marido. Una típica historia de amor con final feliz. Fueron felices para siempre. “A Manolo, siempre” es su dedicatoria en un libro (1992), y soy testigo de que 34 años después de la muerte de García Pelayo, Manolo sigue acompañando sus pensamientos.
De hecho la tercera línea de trabajo que asumió Graciela al enviudar fue la difusión de su obra en España y en Hispanoamérica. Podría decirse que Manolo es hechura de Chelita pues el reconocimiento de su obra se debe a ella. Crecerá su legado en el tiempo porque ella se dedicó con exhaustiva determinación, en tiempo de trabajo y esfuerzo económico, a publicar y divulgar su pensamiento.
Se puede aquilatar la importancia de esta labor al darnos cuenta de que en España Manuel García Pelayo no era considerado por academias o instituciones políticas y sólo ahora está presente en su madre patria aunque haya muerto en su otra patria adoptiva, Venezuela. Por gestión de Graciela, la biblioteca del autor y sus obras completas están en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales de Madrid, y sus papeles personales fueron entregados al Tribunal Constitucional y pueden ser consultados en los archivos de esta institución. Además, tanto el CEPC como la FGP han revivido el interés de antiguos y agradecidos alumnos de MGP y de nuevos investigadores a reflexionar y disertar sobre su pensamiento político y constitucional. Que los españoles también requieren reflexionar sobre su forma política y no hay que olvidar que las últimas reflexiones de MGP refieren al Tribunal Constitucional que le tocó presidir e iniciar en 1980.
El camino de Soriano
A la par, Graciela desarrolla sus intereses de investigación. La investigación propia de Soriano no se detuvo por la devoción al esposo. Fue parte del mismo proyecto mutuo, la continuación de la misma pasión por el conocimiento que los unió en armonía. Ella creció a la par que lo hizo crecer.
Para nuestro interés, que no es romántico, la unión de esas dos mentes reflexivas fue un aula para debatir y comprender las formas políticas en los procesos históricos; como si fuesen elementos, materia en la danza del tiempo. Ambos compartían una visión comprensiva de los fenómenos que conforman las estructuras políticas. La Constitución, para ambos, no es una simple norma que estructura el Estado, sino la constitución, con minúscula, de una estructura jurídica política en relación con lo extra jurídico, lo social, lo económico, y lo histórico que los engloba. La idea derivada de tal perspectiva es la concepción de la polis como una forma que se estructura entre múltiples factores y cambia en el tiempo.
Esas ideas sin duda las toma Chelita del maestro pero ella a su vez le inspira a dar importancia a los tiempos históricos. En algún lado leí que los trabajos de García Pelayo en su última etapa se habían vuelto más históricos, menos jurídicos, supongo.
Cuánto de ese aporte se le debe al mentor y maestro o a la alumna que llegaría a ser su esposa, no es fácil decirlo ni necesario pues los resultados hablan por sí mismos. La dupla funcionó en armonía produciendo sendas escuelas, pues ambos hicieron escuelas, distintas aunque en la misma dirección. Los alumnos de García Pelayo se orientaron por la vía constitucional y dejan secuela importante en la comprensión de nuestras formas jurídicas y políticas y en la influencia que ejercieron en la jurisprudencia nacional. Vienen a la mente sin esfuerzo los nombres de Humberto Njaim, Nelson Socorro, Juan Carlos Rey, Luis Castro, quienes a su vez fueron maestros y dejaron sus propias huellas.
Los alumnos de Chelita se orientaron hacia la comprensión histórica de lo Hispanoamericano, dejando igual legado, valioso no sólo para la historiografía venezolana sino contribución importante al estudio de nuestra región y raíces hispánicas.
Basta mencionar algunas de las historiadoras ilustres que tomaron ideas y métodos de la profesora Soriano: Elena Plaza, Ocarina Castillo, Nidia Ruiz, Carolina Guerrero, Elide Rivas, Carole Leal, Celia Camargo, Magdalena Valdivieso, Amelia Guardia, entre otras que han hecho contribuciones importantes a la historiografía hispanoamericana. Todas siguieron sus propios caminos de investigación pues Graciela como maestra no imponía el tema de curiosidad, sólo el afán; sólo exigía la permanencia del afán, no cesar de buscar, enseñar, divulgar. Estimuló a estudiantes y colegas a publicar y asistir a congresos internacionales, divulgar nuestros trabajos y contribuir así a la comprensión histórica de lo otro y lo propio.
A través de su práctica de investigación personal y la práctica equivalente de estudiantes y colegas congregados en seminarios de discusión y presentación de trabajos, Graciela desarrolla dos nociones importantes para comprender Hispanoamérica y que abocan en sendas líneas o programas de investigación. Además de curiosidad insaciable, ha tenido capacidad de organización y de convocatoria. Cada idea que se le ha ocurrido, cada pregunta que se ha hecho, se ha convertido en una laboratorio donde colegas y alumnos han investigado y contribuido al desarrollo ulterior de esos programas de investigación; que quedan abiertos, de paso, para los herederos del mismo intento de comprender nuestras formas históricas complejas, a la vez semejantes a otras y particulares, distintas.
Las líneas de investigación adelantaron por varios medios: sus seminarios de Pregrado y Doctorado en Ciencias Políticas de la UCV; sus cursos y conferencias en Madrid; la asistencia a congresos internacionales. Hay un orden de aparición o de apertura de esos medios. Hasta 1976, Soriano se dedica a la historia universal, pero en ese año aparece el empeño específico en Hispanoamérica con dos cursos sucesivos en Pregrado y Doctorado sobre formas políticas. Es en Madrid, cuando focaliza y concreta sobre el personalismo político hispanoamericano.
España
Al irse a España con su Manolo a finales de 1979, Graciela entra en un mundo distinto, donde funcionan las instituciones, a pesar del tránsito joven hacia la democracia. Allí y entonces, se está formando una monarquía parlamentaria y democrática: cuando la auctoritas se puso en la Corona y la potestas en el parlamento. Como presidente del Tribunal Constitucional, Manuel y Graciela, quien deviene por protocolo 4ta Dama del Reino, deben haber tenido una experiencia memorable. La pareja de intelectuales venidos de ultramar formó parte de esa generación a la que tocó asegurar los controles entre los poderes democráticos de la nueva España. No quiero aventurar idea de cómo fue esa experiencia para ambos. Sin duda debe haber sido brillante y difícil, compleja.
Sólo puedo juzgar en función de resultados, según el trabajo de Soriano: la experiencia contribuyó a su comprensión de las diferentes formas políticas y de cómo funcionan los tiempos históricos en ambas riberas del Atlántico.
El Centro de Estudios Políticos y Constitucionales de Madrid acoge sus inquietudes. Primero le publica “La praxis política del absolutismo en el testamento político de Richelieu” (1979), que había sido dos años antes su tesis doctoral en Ciencias Políticas (UCV 1977). Y le abre cátedra para impartir entre 1982-1985 “Historiografía de los personalismos políticos hispanoamericanos del siglo XIX”.
A partir de allí desarrolla dos nociones importantes para comprender Hispanoamérica y que abocan en sendas líneas o programas de investigación, pues además de la curiosidad insaciable, ha tenido capacidad de organización y de convocatoria. Cada idea que se le ha ocurrido, cada pregunta que se ha hecho, se ha convertido en una laboratorio donde colegas y alumnos han investigado y contribuido al desarrollo ulterior de esos programas de investigación; que quedan abiertos, de paso, para los herederos del mismo intento de comprender nuestras formas históricas complejas, a la vez semejantes a otras y particulares, distintas.
Cátedra permanente
Cuando regresa a Venezuela en 1986, ya estaba lista para instalar un “Seminario permanente sobre el personalismo político del siglo XIX en Hispanoamérica” en el Doctorado de Ciencias Políticas UCV, que fue realmente permanente hasta que se jubiló en el 2003.
La enfermedad de Manolo en 1987 y su posterior muerte en 1991 no detuvo su empeño y dedicación. Fue más bien un incentivo. En esos años comenzó su asistencia a congresos nacionales e internacionales y la actividad que sirvió para publicar las obras completas de García Pelayo, pero también para ampliar la reflexión a otros temas y con otros participantes, no ya alumnos, sino profesores de variadas disciplinas a quienes convocó, reunió en seminarios y jornadas de divulgación nacionales e internacionales y publicó.
Recuerdo dos seminarios y jornadas memorables en los que tuve el honor y el placer de participar. Un seminario sobre “Racionalidad y problemas públicos en la Venezuela contemporánea” (1990-1991) y un seminario, más ciclo de conferencias divulgativas posteriores, sobre “Lo público y lo privado” (1993-1995). El resultado de este último esfuerzo fue un libro en dos volúmenes con 20 autores que ganó en 1996 el Premio Nacional anual a la investigación en Ciencias Sociales y Humanidades del Conicit.
De los muchos temas a los que Graciela Soriano se aproximó (civilidad, institucionalización, democracia, revoluciones, auctoritas, disconformidad social, la función contralora del estado, las distinciones entre lo común, lo privado, lo público, la investidura del poder, la majestad de la ley, nuestra condición no colonial, la historiografía y perspectivas de la práctica histórica, etc., descuellan dos por persistentes e intensidad y cantidad de investigación. Son nociones que signan dos grandes líneas permanentes de investigación.
Líneas maestras de investigación
La tesis del desarrollo discrónico.
La discronía refiere a “la coexistencia o convivencia de estructuras o elementos estructurales de distinto nivel histórico, no ‘sincrónico’ o contemporáneo, no surgido en consonancia o disonancia con el resto de la realidad histórica de un mismo tiempo y, preferentemente , debido a peculiaridades internas de un proceso histórico iniciado fundamentalmente por transculturación y a la incidencia constante de la ‘causalidad exterior”. (1987, 23)
La tesis del personalismo político hispanoamericano.
Lo entiende como “ejercicio personal del poder, bien como expresión de la pura voluntad de dominio únicamente sujeta a su propio arbitrio, correlativo a la debilidad institucional y/o al escaso arraigo de la norma, bien inscrito dentro de la normativa vigente, amparado tras el «estado de excepción» previsto en los textos constitucionales para situaciones extraordinarias” (1993, 9).
Digo que estas dos nociones constituyen dos programas de investigación porque son categorías y universos de análisis distintos, aunque aparecen imbricadas en el trabajo de Graciela Soriano. El personalismo tiene que ver con la discronía, pero la autora nunca propone una relación causal, no dice que el primer fenómeno se deba al segundo. Lo que propone es notarlos, tanto como elementos estructurales y funcionales de la forma política, como resultantes o epifenómenos de la misma. Las causas de ambos fenómenos, de la discronía y del personalismo, son muchas y variadas: la transculturación, la Ilustración, los procesos de independencia, la novedad de las repúblicas y, sobre todo, el choque entre tiempos.
La diversidad de tiempos
Subyace en el pensamiento de Graciela una concepción del tiempo como factor múltiple, variable y dinámico. Hay muchos tiempos simultáneos y la dinámica entre ellos modifica la forma política, produce particularidades, motiva, cuanto menos, a ciertas personalidades a asumir el poder.
En la secuencia bibliográfica de la autora, el concepto que aparece primero es “el desarrollo discrónico”. Aparece en su práctica docente en Madrid y en 1987, en un pequeño cuaderno (#29 IEP, UCV) donde expone teoría y método: Hispanoamérica: Historia, desarrollo discrónico e historia política. En la última página, en un breve comentario sobre el tema tan trajinado del “caudillismo” propone inscribirlo dentro del fenómeno más genérico del personalismo político.
Seis años después (1993), aparecen los temas indisolublemente unidos. El título esta vez resalta el segundo fenómeno: El personalismo político hispanoamericano del siglo XIX. Criterios y proposiciones metodológicas para su estudio, pero incluye la noción de discronía, la desarrolla formalmente y termina concluyendo que “personalidades como éstas, en las cuales se manifiestan estas características que con frecuencia se dan en nuestros medios, muy bien podrían calificarse de ‘personalidades discrónicas’ porque son capaces de integrar o de combinar características de personalidades de distinto tiempo histórico…” . (1993, 218)
La escuela
Así, aunque Soriano no propone una relación determinada entre discronía y personalismo, lo deja abierto como una línea de trabajo interdisciplinario. Lo que hizo fue probar que en la mayoría de las personalidades políticas estudiadas con sus alumnos en largos y continuos seminarios de postgrado, aparecen el ejercicio personal del poder y las características de personalidades discrónicas.
Estudiaron personalidades políticas hispanoamericanas, con auxilio bibliográfico de diversos centros de estudios de la región y de España, produjeron trabajos importantes sobre ellos cubriendo una muestra significativa: Artigas, Rosas, Páez, Francia, Santa Ana, Santander, Castilla, García Moreno, Santa Cruz, Flores, Porfirio Díaz, Portales, Guzmán Blanco, entre otros.
Uno por uno, sin prejuicios tipológicos, el estudio de cada investigador sobre un personaje volcó la comparación hacia dentro del mismo. El método propuesto es la historia comparada, pero no a partir de tipologías, porque no existen o las ensayadas no sirven, sino caso por caso, dejando que la intuición y oficio del historiador guíen la búsqueda.
Las formas políticas de la historia universal o de otras realidades es el semillero para la comparación. No comparaban unos personajes con otros; comparaban las formas políticas y los tiempos particulares de cada uno en relación con otras formas y tiempos de la historia universal.
El caudillismo, por ejemplo, tiene algo del pacto feudal y el compadrazgo puede ser asimilado al fides. Pero no es exactamente igual al modo de producción feudal.
Así los investigadores fueron examinando con visión integradora de la complejidad todos los datos sobre la situación y tiempo de sus personajes. El entorno, las necesidades políticas, las oportunidades, las decisiones, las acciones, la pequeña historia, la familia, los temperamentos y rasgos de personalidad pasados por la historiografía.
El resultado de esos estudios es la revelación de la diversidad dentro de la particularidad y la semejanza. Todos esos personajes tuvieron voluntad de dominio, por eso fueron escogidos, pero no resultaron suficientemente equiparables como para producir una tipología de personalismos políticos hispanoamericanos.
Partir de la particularidad y no del tipo político tiene grandes ventajas: permite ver las semejanzas entre la diversidad, lo que cambia y lo que permanece. Podemos ver entonces en nosotros mismos los vestigios comunes de las formas indígenas, feudales, absolutistas, ilustradas o liberales y cómo se baten en el tiempo hispanoamericano; a la vez podemos ver la variedad de entornos y respuestas, nuestra continua diversidad social y política, nuestra multiplicidad de tiempos simultáneos.
Sí, la discronía está presente en todos ellos, por experiencia o por personalidad. Fueron personajes que actuaron en y ante el choque entre tiempos, cuando fue interrumpido el tiempo largo de construcción civilizatoria por esos acontecimientos externos que aceleran los procesos. En ese choque, la discronía es inevitable.
Y sigue el afán
Vale concluir entonces con una reflexión sobre nuestro tiempo. La globalización y el desarrollo extremo de las tecnologías de las comunicaciones constituyen sin duda un nuevo, mega, choque de temporalidades. No tengo que discurrir sobre las diversidades de tiempos históricos que se sientan en los organismos inter y supra nacionales, ni repetir la historia del nómade en Chad que durante su migración estacional va mirando los likes que ha suscitado su mensaje. Ni tengo que recordar los personalismos políticos que por numerosos parecen constituir una fase global histórica.
Si a ese coctel agregamos los tiempos virtuales de la inteligencia artificial (capaz de manejar más de 50 millones de bits por segundo mientras el cerebro humano llega a 10 bits/s), entonces las categorías de Soriano han desbordado Hispanoamérica. Quizá exportamos la discronía y la personalidad autoritaria; quizá estemos regresando todos a la barbarie o es sólo un ciclo de la historia.
¡Hay que comprender! Tanto más hoy necesitamos comprender, si todavía hay algo propio y ajeno; común, privado y público, si todavía hay investidura del poder y queda algo de la majestad de la ley. Hoy necesitamos comprender la discronía del mundo global que ha irrumpido en nuestros tiempos, aquellos que eran progresivos y creíamos firmes en crecimiento, en libertad, y ahora nos toca incorporar a nuestra discronía bajo regímenes personalistas y arbitrarios.
Siguen abiertas las líneas de investigación de la profesora Soriano; se han ampliado los horizontes, nada más.
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