En Venezuela reescribir la historia del futuro se hace cada vez más necesario. ¿No es un contrasentido intentarlo cuando la historia trata del pasado, en un sentido estricto? Sin embargo, hay que adivinar de nuevo el pasado. ¿No es también contradictorio hacerlo cuando las cosas han transcurrido ya? Como podrá notar el amable lector, todo parece absurdo.
En efecto, el futuro no es como se pensaba antes; por el contrario, eran otras las expectativas de los venezolanos al comenzar un siglo, que se supuso tan promisorio y llenos de expectativas, de grandes avances tecnológicos y sociales, y esperanzados por las grandes promesas de un cambio político que nunca llegó. Claro que a finales del siglo pasado había problemas graves, pero para qué abundar, jamás de las gravedades que vemos hoy día en diferentes áreas. Problemas, que han potenciado tanto la desigualdad social como económica, que nos ha llevado a una deserción jamás pensada. Sin contar la desinstitucionalización de todo el aparataje gubernamental.
Teníamos una gran jerarquía geopolítica y geoestratégica con una vigorosa industria petrolera de la que esperábamos una mayor eficiencia, con niveles de producción diaria de petróleo por encima de cinco millones de barriles diarios. Me atrevería a preguntar ¿es fácil olvidar el plan estratégico de la PDVSA de entonces?, con la multiplicación de sus magníficos cuadros gerenciales, formados para fortalecer y mejorar cada ida la industria, por ejemplo. E, incluso, ahora es impensable hacerlo, aspirábamos a graduar a nuestros hijos en las universidades y demás institutos afines, esparcidos exitosamente por todo el país, para que fueran el relevo, de una sociedad que cada día quería más ascenso, haciendo manejos para recuperar la banca privada para los préstamos hipotecarios o educativos, o simplemente pendientes de comprar un carro de buena marca gracias a un empleo estable de ingresos reales decentes, sin mudarse del país.
No obstante, ¿qué ilusiones tenemos ahora?, ¿cómo ser realistas y, al mismo tiempo, optimistas? Sobre todo con un gobierno que nos han dicho de los famosos 40 años del puntofijismo habían hundido al país demostrándose hoy que no fue exacta y rigurosamente así, pero eran los detractores que jugaban al fracaso de esos gobiernos para instaurar el suyo, en un proceso, netamente, hegemónico. La sola lectura de un libro de Ramón Guillermo Aveledo, como “La 4ª República: la virtud y el pecado”, publicado en el 2007, escrito desde una perspectiva equilibrada y transparente, demuestra la existencia de una mentira sobre lo que vivimos los venezolanos del siglo XX y del presente. Lo que es peor, cada vez es más difícil conseguir fuentes confiables para la investigación y, por consiguiente, así como debemos reescribir el futuro, tendremos que adivinar el pasado. Así de ilógica es la situación que coloca a los bueyes detrás de las carretas.
Reescribamos el futuro, para ello debemos racionalizar el accionar político, y no transformar la esperanza de cambio por el terror que ha generado este gobierno. El problema ahora es un exceso de información, especialmente información cualitativa, que si no se orienta bien y políticamente, o dejamos que solo se maneje de manera unilateral, tiende a tergiversarse solo para un bien personal o para un grupo pequeño que quiera obtener el poder. Reescribamos el futuro donde todos somos parte del cambio que se necesita en nuestro país para regresar a una democracia sana sin tanta discriminación y confrontación.
IG, X: @freddyamarcano
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