La Trienal Internacional de Tijuana, inaugurada en julio de 2024 y abierta hasta febrero de 2025, ofrece una exploración fascinante de temas contemporáneos como la corporalidad, la identidad y el territorio. Curada por la renombrada autora y profesora brasileña Leonor Amarant, esta edición reúne a una diversa gama de artistas internacionales, entre ellos el venezolano Rafael Montilla, radicado en Miami.
Participante asiduo, Montilla exhibió en 2021 Espejo Big Bang, instalación provocadora que desafió las nociones de tiempo y espacio. Este año Montilla presenta La puerta al Universo, obra con la cual profundiza su exploración conceptual y espacial.
La obra de Montilla abarca fotografía, escultura y performance con su figura de Kube Man. Habiendo presentado su trabajo en espacios como los pabellones venezolano, alemán y francés de la Bienal de Venecia, Montilla investiga la interacción entre la identidad, la percepción y la interrelación con el público.
La puerta al Universo de Rafael Montilla
En el corazón de esta obra está el cubo, un motivo recurrente que aparece tanto como una forma geométrica vacía y como un objeto espejado. Este elemento se convierte en una herramienta para explorar la identidad. En performances como Kube Man, Montilla utiliza un casco cúbico espejado, eliminando el rostro y reemplazándolo con los reflejos de su entorno. Esta acción invita al espectador a verse reflejado, transformándolo en un participante activo en la trama visual en vez de un observador pasivo.
El enfoque de Montilla converge con la teoría de la “estética relacional” de Nicolás Bourriaud, según la cual el significado del arte surge de las interacciones sociales. En lugar de presentar una narrativa fija, Kube Man crea espacios de participación espontánea, fomentando la creación colectiva de significado y disolviendo las barreras entre el artista, la obra y la audiencia. Este enfoque es central en la filosofía artística de Montilla.
La dinámica interactiva de esta obra refleja los ideales democráticos esbozados en la Declaración de Independencia de Estados Unidos, escrita por Thomas Jefferson en 1776 y una fuente esencial de inspiración para la performance Kube Man, Somos Uno.
Las esculturas de Montilla también desafían la percepción y las expectativas espaciales.
Su obra Cubo Dorado, instalada en el campus norte de la Universidad Internacional de Florida, presenta una interacción impactante entre gravedad y equilibrio. El cubo, ubicado precariamente en una esquina, desafía la estabilidad, creando una tensión visual que enfatiza la relación entre forma y espacio. A través de este equilibrio inestable, Montilla logra desestabilizar la percepción del espectador, haciendo que lo imposible parezca posible.
En La puerta al Universo, Montilla corta un cubo con cinco bandas horizontales, generando un juego visual intrigante entre la forma exterior y el vacío interior. El exterior azul cobalto contrasta con el interior amarillo, mientras un espejo suspendido invita a la contemplación del vacío. El uso del espacio negativo por parte de Montilla evoca la tradición minimalista de Donald Judd, pero en la obra de Montilla el vacío tiene un significado simbólico más profundo.
Una exploración profunda de geometría y abstracción
Montilla también se inspira en el trabajo del venezolano Jesús Rafael Soto, cuya exploración de la geometría y la abstracción ha sido una influencia importante:
“Al igual que Soto, creo que la geometría puede ser un vehículo para expresar conceptos complejos y generar experiencias estéticas profundas. En mis esculturas y performances, utilizo formas geométricas como el cubo para representar ideas de la unidad, la interconexión y el equilibrio.”
Para Montilla, el vacío no es una mera ausencia, sino un espacio de potencial positivo. Influenciado por su estancia de una década en la India y su práctica de la meditación, Montilla concibe el vacío como un estado de conciencia elevada, una apertura que trasciende el pensamiento y la percepción. Este enfoque filosófico impregna gran parte de su obra escultórica, donde el espacio vacío simboliza posibilidad y transformación.
Su interés por la armonía espacial y la integración también se alinea con la obra del escultor venezolano Alejandro Otero. Montilla describe la influencia de Otero en su aproximación al arte y su relación con el entorno:
“En lugar de imponerse al entorno, Otero buscaba una integración armoniosa entre la obra y el paisaje, creando una experiencia estética que involucra al espectador y el espacio público. Esta visión ha influenciado mi propia búsqueda de una conexión entre el arte y el entorno, especialmente en mis intervenciones en espacios urbanos, como en la serie Espejo Big Bang”.
Rafael Montilla y el espíritu
A través de exploraciones geométricas y espirituales, las obras de Montilla invitan al espectador a reflexionar sobre preguntas metafísicas más profundas acerca de la realidad, la conciencia y el universo. Lo resume de manera filosófica en sus reflexiones sobre Espejo Big Bang:
“La obra desafía las nociones de tiempo, espacio y verdad, fragmentando y recomponiendo la imagen del espectador en un juego de reflejos. Es una invitación a cuestionar nuestras percepciones; a imaginar nuevas posibilidades y a conectar con la esencia de nuestro ser. Nos recuerda que todos estamos compuestos de la misma materia que las estrellas. Espejo Big Bang es un llamado a la introspección, a la exploración de nuestro propio origen y a la apertura hacia lo desconocido, reconociendo la interconexión que compartimos con el cosmos”.
En La puerta al Universo, y en toda su práctica artística, Rafael Montilla transforma el vacío en una metáfora poderosa de la potencialidad. Incita al espectador a trascender lo material y adentrarse en la contemplación metafísica. Sus obras evocan un sentido de iluminación y transformación, influenciadas por las reflexiones místicas y filosóficas de pensadores como George Gurdjieff y Sri Aurobindo.
Las exploraciones sobre la conciencia, lo divino y la evolución espiritual han inspirado la visión de Montilla, motivándolo a crear un arte que va más allá de la estética.
Cada una de sus piezas invitan a un viaje reflexivo para el espectador. El momento de autoconocimiento ante el espejo abre la puerta a una exploración más profunda de la humanidad compartida y la interacción compleja entre nuestras experiencias internas y las realidades externas. A través de esta profunda interacción, la obra de Montilla se convierte en un catalizador para la introspección personal y colectiva. Ofrece un espacio donde el arte y la indagación espiritual convergen.
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