En la segunda mitad del siglo XVI Fernando Álvarez de Toledo, III duque de Alba, fue una figura determinante en la corte del rey Felipe II. Él cimentó su poder en una técnica infalible: se dedicaba a pintar escenarios de conflictos y obstáculos de todo tipo, para luego, apoyándose en tales presagios, negar lo que se le solicitaba. Y vaya que le funcionó el método.
Ahora en el primer tercio del siglo XXI encontramos a muchos émulos criollos del hijo de Piedrahita. Son aquellos que se pueden ver en la televisión y diversas redes sociales anunciar, con aires compungidos, profusión lacrimosa y abundante moco, la necesidad de participar en la mojiganga del mes venidero.
Se les oye clamar: “No ejercer nuestro sagrado derecho al sufragio es entregarle en bandeja de plata todas las instancias de poder a Maduro, Cabello y su combo”.
También se les oye con la misma cantaleta en cuanta emisora todavía existe en Venezuela. “Si no se concurre a las mesas de votación tendremos madurismo para rato, ahí sí es verdad que ¡ni que san Juan agache el dedo! Hay que vencer todas las trampas y acudir con orgullo a ejercer el sagrado derecho del voto…”.
No faltan tampoco muestras en espacios impresos y virtuales en los que encontramos llamados a participar porque representan: “un cambio estratégico de un sector de la oposición venezolana al priorizar la participación electoral como herramienta de resistencia democrática, mientras rechaza las sanciones económicas internacionales y los aranceles secundarios vinculados a Venezuela».
Es lamentable, por decir lo menos y sin dejar que me hierva la sangre y soltarles las cuatro vainas que bien merecen, ver a quienes le hacen de comparsa a la dictadura. Parecieran muy dispuestos a entregar honra y bagajes a los que han demostrado ser tan decentes como los cuatreros. Increíble la euforia que manifiestan al defender la participación en un proceso que Maduro y su pandilla de malvivientes ya han acomodado los resultados para hacer su rebatiña.
Uno cierra los ojos y se imagina al bigote bailarín eructando. “Bueno, Diosdado, ¿qué más quieres, torta con chicha? Ahí tienes tus diputados y tus gobernadores y tus alcaldes. Más no puedo, porque hay que darle a los demás también. ¿Cómo dejamos a esos carajos sin su migajita? Algo hay que tirarles a ellos”.
Más atrás interviene el psicópata con licencia médica: “La verdad es que tampoco podemos hacer que se desesperen, fíjense que, con dos gobernaciones, catorce diputados y treinta alcaldías se aplacan.”
Luego entra la señora de la prótesis mal asegurada: “Además, Nicolás, que a la hora de la verdad ¿quién nos va a decir que no es así? Ya Amoroso sabe cómo es la cosa, él no puede aguachinarse y salir con una pata e’ cabra”.
Por supuesto que el señor ese que luce más medallas que una botella de Ponche Crema, afirmará con voz rotunda: “Las gloriosas fuerzas armadas garantizan que se hará respetar la voluntad de nuestro camarada presidente”.
Y por ahí suma y sigue tan edificante plática de la insaciable dirigencia gobernante. Lo que no atino a imaginar es la que deben sostener la “alternativa opositora”, entre ellos y con los voceros oficiales, porque pueden tener certeza de que las ha habido, las hay y las habrá.
Al final del día los veremos esculcando unas redes vacías en las que no encontrarán nada de los que ahora, con generosa alevosía, les ofrece la banda de Miraflores.
© Alfredo Cedeño
http://textosyfotos.blogspot.com/
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