La derogación del derecho al aborto en Estados Unidos es uno de los mayores logros políticos de la agenda republicana ejecutada por Donald Trump durante su primer gobierno, pero durante la campaña de 2024 se convirtió para él en una suerte de campo minado electoral.
En su primer gobierno, Trump estableció una supermayoría conservadora en la Corte Suprema de Justicia con el nombramiento de tres nuevos magistrados.
Esa nueva mayoría derogó en 2022 el derecho al aborto a nivel federal (vigente desde 1973), que era justamente uno de los objetivos que el político republicano se había propuesto con estas designaciones.
Este cambio ha tenido consecuencias. En la actualidad, hay 14 estados en los que existe una prohibición total o casi total del aborto y hay otros tres estados, en los que solamente se permite antes de la sexta semana de embarazo, momento para el cual es frecuente que las mujeres ni siquiera se hayan enterado de que están embarazadas.
Por causa de estas prohibiciones ha habido casos de mujeres que han muerto debido a que los médicos no les prestaron la atención sanitaria requerida por temor a ser procesados penalmente.
Estas medidas derivaron en reveses políticos para los republicanos que desde 2022 han perdido varias elecciones, incluso en estados tradicionalmente conservadores, en los que una mayoría de los votantes han considerado que las restricciones impuestas al aborto han ido demasiado lejos.
Esto ha obligado a Trump a hacer una suerte de juego de equilibrismo durante la campaña en la que al mismo tiempo que se ha adjudicado como un éxito propio la derogación de este derecho por parte de la Corte Suprema, ha evitado fijar una posición firme, diciendo que cada estado debe decidir sobre la regulación de este asunto.
¿Qué piensa hacer al respecto en caso de lograr un nuevo mandato?
Durante la campaña, Trump ha negado que en caso de llegar a la Casa Blanca vaya a firmar una prohibición nacional del aborto y ha criticado la legislación de Florida que prohíbe esta práctica después de la sexta semana de embarazo, pero también ha dicho que se opone a una iniciativa electoral para establecer el derecho al aborto en ese estado.
Una política exterior aislacionista
La propuesta aislacionista llamada “Estados Unidos primero” fue fuente de numerosas polémicas durante el gobierno de Trump y será nuevamente la guía de su política exterior si regresa a la Casa Blanca.
La Agenda 47, el programa de gobierno de Trump, establece entre sus objetivos prevenir la Tercera Guerra Mundial y restablecer la paz en Europa y en Oriente Medio.
A los socios europeos de EE UU les preocupa un regreso de Trump a la Casa Blanca.
“No puedo edulcorar estas advertencias. Donald Trump es la pesadilla de Europa, y su amenaza de retirarse de la OTAN resuena en los oídos de todo el mundo”, ha dicho a la BBC Rose Gottemoeller, ex vicesecretario general de la OTAN.
Una de los mayores preocupaciones de los europeos se relacionan con la guerra en Ucrania.
El candidato republicano ha dicho que Kyiv debió haber hecho concesiones a Moscú antes de la guerra para así evitar el conflicto y ha criticado el apoyo económico y militar que su país le ha dado a Ucrania tras la invasión de Rusia por considerar que ha sido excesivo y que ha servido más para alargar el conflicto que para solucionarlo.
Trump ha dicho que si él hubiera estado en la Casa Blanca, esa guerra no habría ocurrido y sostiene que si vuelve al poder pondrá fin a esa guerra en 24 horas, a través de un acuerdo negociado con Rusia.
Sus críticos, no obstante, creen que de esta forma lo único que logrará es darle mayor fuerza a Vladimir Putin.
En relación con la guerra en Gaza, Trump se ha declarado como el “protector de Israel” aunque ha criticado la forma como ese país ha llevado el conflicto y ha hecho llamamientos para que el gobierno de Benjamín Netanyahu consiga la victoria pronto y regrese a la normalidad.
«Lograré la paz en Medio Oriente y pronto», dijo recientemente en una entrevista con la televisora saudita Al Arabiya.
Trump también ha prometido expandir los llamados Acuerdos de Abraham, que él ayudó a establecer en 2020 y a través de los cuales cuatro países árabes acordaron normalizar relaciones diplomáticas con Israel: Emiratos Árabes Unidos, Marruecos, Bahréin y Sudán.
Esos acuerdos han sido criticados por haber dejado de lado la causa palestina, que históricamente ha sido el principal obstáculo para el establecimiento de vínculos entre Israel y los países árabes.
El próximo país que iba a integrarse a los acuerdos era Arabia Saudita, pero tras la guerra en Gaza, la monarquía saudita ha dicho que no lo hará hasta que no esté sobre la mesa una ruta para la creación de un Estado palestino, una posibilidad a la que hasta ahora se resiste el gobierno del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu.
De esta forma, no queda claro cómo Trump lograría reimpulsar los Acuerdos de Abraham.
¿Salvador o destructor de la democracia estadounidense?
La democracia en Estados Unidos es uno de los temas que ha estado en el centro de la campaña presidencial 2024. Pero se trata de un asunto sobre el cual hay visiones divergentes.
Los republicanos afirman que un segundo gobierno de Trump serviría para “restaurar el gobierno de, para y por la gente”, así como para hacer respetar la Constitución y defender la integridad de las elecciones.
Los demócratas, en cambio, creen que la negativa de Trump a reconocer su derrota en las elecciones presidenciales de 2020, así como sus esfuerzos para revertir esos resultados y evitar la certificación de la victoria de Joe Biden (incluyendo el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021), son pruebas de que el exmandatario es una amenaza para la democracia.
En todo caso, lo que si parece claro es que los republicanos buscarán que un eventual segundo mandato de Trump sea más eficaz y que la consecución de sus objetivos no se vea obstaculizada por los funcionarios de carrera que no concuerdan con las ideas del republicano.
Ciertamente durante el gobierno de Trump hubo funcionarios de distintos rangos que moderaron o frenaron iniciativas del mandatario por distintas razones, incluyendo el considerarlas nocivas para el país o ilegales.
Por otra parte, los republicanos consideran que el gobierno de Trump se vio afectado negativamente por la falta de preparación de su propio equipo.
De hecho, el exmandatario dijo recientemente que su mayor error en el poder había sido escoger a “personas malas o desleales”.
Para sortear estos dos problemas, la Agenda 47 prevé que el primer día de gobierno Trump firme una orden ejecutiva que le permita colocar a personas de su confianza en posiciones clave del Ejecutivo que tradicionalmente han sido cubiertas por funcionarios de carrera.
Esto es algo que entusiasma a los trumpistas y, de hecho, es algo que él intentó al firmar en agosto de 2020 una orden ejecutiva similar cuyos frutos no cosechó pues poco después tuvo que abandonar la presidencia tras perder las elecciones.
“Esa norma, en efecto, permitiría a un presidente despedir a miles de empleados gubernamentales y reemplazarlos por sus partidarios”, explica Anthony Zurcher.
“Para los partidarios del exmandatario contar con un equipo de funcionarios y asistentes más dispuestos significará una presidencia de Trump menos caótica y más eficaz a la hora de impulsar políticas”, agrega.
Sin embargo, es una posibilidad que genera preocupación entre los críticos de Trump.
Barbara Perry, profesora de estudios presidenciales en el Centro Miller de la Universidad de Virginia, advierte que reemplazar a los funcionarios privaría a la administración pública del conocimiento y experiencia que estas personas han acumulado trabajando durante décadas de una forma no partidista.
“En Estados Unidos se abordó la reforma de la función pública en el siglo XIX, precisamente para librarse de las personas que estaban en esos cargos por razones políticas”, indica.
“Si eso ocurre no habrá frenos ni ningún elemento de contención para limitar la agenda y el extremismo de Trump”, agrega.
Esa situación se vería agravada, según la experta, por el hecho de que ya Trump cuenta con una supermayoría conservadora en la Corte Suprema, por lo que en caso de que los republicanos conquisten la Casa Blanca y el Congreso, será muy difícil ponerle límites al gobierno.
La agenda 47, no obstante, plantea que estas medidas para copar el Ejecutivo con funcionarios afines a Trump servirán para desmantelar el llamado “Deep State” (Estado profundo), una supuesta red secreta de funcionarios no electos que controlarían el Estado, y luchar contra la corrupción dentro del gobierno.
Si Donald Trump ganara la presidencia este 5 de noviembre, los estadounidenses podrán comprobar cuál de estas dos lecturas es la correcta.