También cree posible que se intente expulsar a Nicaragua del Tratado de Libre Comercio de América Central (Cafta, por sus siglas en inglés), para negarle al gobierno de Daniel Ortega acceso al mercado de EE UU, destino principal de las exportaciones del país.
«Las consecuencias secundarias de eso son importantes: dejar sin trabajo a cientos de miles de personas en el sector textil y otros, aumentar las presiones migratorias en la vecina Costa Rica, así como en la frontera sur de EE UU”, señala Arnson, que es profesora de estudios internacionales en la Universidad Johns Hopkins.
Pero los posicionamientos políticos de Rubio en América Latina han ido mucho más allá de esos gobiernos.
Como senador, Rubio también ha recriminado sus posturas a otros mandatarios latinoamericanos de izquierda.
Cuando el presidente de Colombia, Gustavo Petro, anunció en mayo que rompería relaciones con Israel por la guerra en Gaza que considera «genocida», Rubio lo tachó en la red social X de «simpatizante terrorista que quiere ser la versión colombiana de Hugo Chávez», el expresidente socialista venezolano ya fallecido.
Cuando el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, indicó al comienzo de su gobierno que buscaría estrechar lazos tanto con EE UU como con China, Rubio también salió a su cruce.
«El presidente Biden debe adoptar una línea firme, responsabilizando a Lula por su amistad con el PCCh (Partido Comunista Chino), así como con otras dictaduras sanguinarias como las de Cuba, Nicaragua y Venezuela», escribió el senador en The Epoch Times en febrero de 2023.
Un año antes sostuvo por X que el entonces presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, había «entregado secciones de su país a los carteles de la droga y es un apologista de la tiranía en Cuba, de un dictador asesino en Nicaragua y de un narcotraficante en Venezuela».
Si Rubio repitiera mensajes de ese tipo siendo secretario de Estado, arriesgaría causar tensiones diplomáticas con países que son vecinos y viejos aliados de EE UU, por lo que tal vez modere sus palabras.
Sin embargo, durante su primer gobierno Trump lanzó comentarios despectivos y amenazas a algunos países de la región, y quizás haya elegido a Rubio también por su retórica.
El mandatario electo ya ha advertido que podría castigar a México con aranceles a sus exportaciones a EE UU si el país no detiene el pasaje de migrantes indocumentados por la frontera.
Esto o la promesa de Trump de deportar de EE UU a millones de inmigrantes sin papeles ha llevado a analistas a augurar momentos difíciles en la relación de EE UU con el gobierno de la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, aliada política de López Obrador.
«Cuando se centre en la región, podemos esperar que Rubio sea duro con México y América Central como orígenes de migrantes a EE UU«, señala McPherson.
¿Posibles aliados?
Por otro lado, Rubio ha sugerido que Washington estreche vínculos con países como Argentina, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Perú o República Dominicana, gobernados por fuerzas de derecha o centroderecha.
En febrero, el senador republicano viajó a Suramérica para visitar y expresar su apoyo al presidente ultraliberal de Argentina, Javier Milei.
También fue recibido por Santiago Peña, mandatario de Paraguay, el único aliado diplomático de Taiwán en el subcontinente.
El año pasado, Rubio visitó El Salvador para reunirse con el presidente, Nayib Bukele, cuya política contra la delincuencia ha elogiado pese a denuncias de que implica abusos de derechos humanos.
Además viajó a Ecuador antes de que asumiera el gobierno de Daniel Noboa, al que también ha respaldado en su política de mano dura en seguridad.
Pero por el momento es incierto el beneficio que Rubio promovería como secretario de Estado para los gobiernos latinoamericanos que ve con agrado, sobre todo cuando su nuevo jefe enarbola la consigna de «EE UU primero» que él mismo repite ahora.