La inminente intervención de Carlos III para tratar una obstrucción prostática benigna ha despertado un inusitado interés entre los británicos por la salud de su monarca, de 75 años, más después de conocer que su recuperación podría ser más larga de lo previsto. A los ciudadanos les tranquiliza saber que su problema, no maligno, es común en los hombres a medida que van cumpliendo años.
Por larazon.es
Diferentes tabloides se han dedicado estos últimos días a recopilar su historial médico y lo primero que aparecen son las lesiones que ha sufrido durante la práctica deportiva, sobre todo en su juventud. En 1998 se rompió el hombro mientras cazaba. Luego fue una costilla mientras galopaba detrás de un zorro. Ese mismo año -su particular annus horribilis en salud- sufrió una caída del caballo durante un partido de polo. Era el segundo de este tipo después de fracturarse, en 1990, el brazo derecho en un percance similar.
Una de sus caídas no se curó del todo y fue necesario una intervención para injertarle un trozo de hueso de su cadera en el brazo. Ese mismo año, 1998, se sometió a una cirugía láser para aliviar las molestias de rodilla, resultado de su participación en las carreras oficiales.
Si retrocedemos en el tiempo, hay constancia de una lesión en la laringe en 1981, también en un partido de polo, que le hizo enmudecer durante diez días.
A los 57 años, el rey Carlos tomó la decisión de abandona el polo definitivamente, una práctica que, además del listado de lesiones, le provocaba dolores crónicos de cuello y espalda, según desveló su hijo Harry en sus memorias, “Spare”. En ocasiones ha necesitado bastón, pero procura evitarlo y, en su lugar, recurre a un paraguas como punto de apoyo.
En 2001 sufrió otro percance, aparatoso y alarmante, pero sin gravedad, en su finca de Highgrove. Mientras serraba la rama de un árbol, una astilla saltó a su ojo izquierdo, lo que le obligó a llevar algunos días una venda. Dos años después, su trabajo como jardinero volvió a jugarle una mala pasada en forma de hernia. Una vez más, tuvo que pasar por el quirófano.
Más próximo en el tiempo, en 2008, hubo que extirparle un tumor no canceroso en la cara. De acuerdo con el comunicado emitido entonces por la Casa Real, se trataba de algo benigno, similar a lo que sufrieron también su padre, Felipe de Edimburgo, y la reina Isabel, en 1996 y 2003, respectivamente.
Más comentados han sido sus dedos hinchados , síntoma de una patología conocida como dactilitis, caracterizada por la retención de líquidos. Aunque se achaca a muchas causas, entre las más conocidas están la artritis, infecciones bacterianas, el consumo excesivo de sal o algunas enfermedades autoinmunes. Él ha bromeado sobre ello, pero sin desvelar el motivo. Si esto es todo, podemos decir que el rey Carlos III disfruta de una magnífica mala salud de hierro.