Políticamente, en Venezuela sentimos que hay un injusto desprecio hacia la vida y los sufrimientos cotidianos, aunque se aparente lo contrario desde el estado que dice gobierna en pro del pueblo o la ciudadanía. Las grandes tesis ideológicas y estratégicas crean una perspectiva de mediano plazo que parece tragarse y negarle valor a los problemas de cada día. Esto se nota sobre todo en materia económica donde el modelo se impone por encima de las realidades evidentes y palpables. Se da por obvio que el dinero no alcanza para transportarse y menos para comer, pero ni siquiera se hace la crónica del deterioro de la vialidad o el alto costo de los repuestos, ni del extraordinario consumo de carbohidratos o de que no alcancen para los adultos que se sacrifican en favor de los niños. La consabida presión cambiaria y monetaria de finales de este año, no parece distinta a la de los tiempos anteriores, pero pocos le dedican a diferenciarla con el agregado de las otras circunstancias que pesan en materia laboral, de producción petrolera e importación de alimentos.
La situación nos permite meditar sobre la precariedad de los datos económicos disponibles, oficiales inexistentes y extraoficiales, casi siempre provenientes del sector privado, o de las academias que todavía investigan al respecto, sobre las penalidades que soporta una familia para sobrevivir que hace de la pobreza actual algo diferente a lo que fue en décadas anteriores. Y, diríamos, la falta de una vocería consistente de todos y cada uno de los partidos en una materia tan exigente. Los partidos no exhiben los equipos ni las voces calificadas de antes, pocos se enfocan en sus columnas de opinión al asunto, y dos o tres consultores privados lucen como los más cotizados en las redes digitales para interpretar los traspiés, las vicisitudes y las gravedades económicas del día a día, pero con una razonable prudencia en atención a la clientela que orientan, guían y asesoran. En otros tiempos, los grandes partidos, tenían exitosos profesionales en el área y hasta gremialistas muy combativos, por lo que contaron con grandes portavoces que le hicieron un fiel seguimiento a la dinámica económica también de rutina, como Héctor Hurtado de AD, Haydée Castillo de López Acosta de Copei, o Domingo Felipe Maza Zavala de la izquierda, entre otros, como hoy no ostentan las organizaciones opositoras ni de las del oficialismo cuyos altos funcionarios públicos tampoco hablan.
Hablar de la precariedad económica, que no es más que la mala situación en la que se encuentran las personas por no tener buenas condiciones de trabajo o los ingresos económicos suficientes para cubrir sus necesidades básicas que ya hoy en día superan los 545 dólares, con un salario mínimo oficial de 3,65 dólares aunque es un valor relativo por las bonificaciones de 90 dólares y 40 dólares por concepto de bono alimentario para un salario mínimo indexado de 133,65 dólares que se usan más para el proselitismo político que para el sustento real de la población, y todo esto es derivado del mal manejo y la distorsión que ha tenido la economía en los últimos 20 años, donde se han recibido los mayores ingresos en la historia venezolana.
Las perspectivas político económica de la precariedad están ligadas a las crisis de un empleo estable y al desmantelamiento del estado de bienestar, sumado a la incertidumbre y la inseguridad, provocada por ciertos contextos políticos, sociales y económicos, que seguimos arrastrando y día a día se incrementan, por la grave crisis en la que se encuentra nuestro país, manejado como un instrumento del gobierno, además de un fundamento de la acumulación del capital al servicio de la regulación y el control social por parte de los que ostentan el poder.
La solución que ha conseguido el venezolano en los últimos años para combatir la precariedad económica está enfocada en la informalidad y el emprendimiento. El venezolano ha desarrollado estas actividades por motivos de sobrevivencia y como última opción laboral, para poder así satisfacer sus necesidades básicas. Esto nos lleva a la conclusión que, para poder sanar el sistema económico, parte de insistir, como se demostró el 28 de julio, en cambiar diametralmente el modelo político y económico del país, que a muestra no ha funcionado en estos 20 años y por más que quieran siempre culpar a entes externos de la incapacidad propia, debemos adaptarnos a nuevas realidades que el mundo globalizado nos genera.
IG,X: @freddyamarcano
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