Estamos que nos salimos. Sánchez y Napoleonchu, su canciller de toda confianza, están encantados de lo bien que va nuestra política exterior. Así que el presidente se dedica mucho más a ella que a atender nimiedades en España. Que él no está para sacar adelante unos presupuestos ni minucias similares.
Hemos llegado a un punto que hasta hemos conseguido un conflicto con… ¡Portugal! Su ministro de Exteriores ha reclamado la localidad extremeña de Olivenza. Gran ejemplo de buena vecindad. Así que, haciendo un repaso rápido y por citar a algunos países de menor nivel, tenemos roces relevantes con Argelia, Israel, Marruecos, Rusia, Venezuela, Argentina y ahora México, dónde hemos conseguido que por primera vez no se invite a Don Felipe a una toma de posesión.
Don Felipe es, con mucho, el jefe de Estado del mundo entero que ha asistido a más tomas de posesión. Estuvo lustros asistiendo a las de todos los presidentes iberoamericanos en representación del Rey. Y recuerdo haber escrito hace años que ese era el mejor máster de política internacional que podía haber hecho nadie en el mundo. Si uno repasa la lista de presidentes a cuyas posesiones asistió como Príncipe de Asturias, te encuentras con multitud de ejemplos: desde grandes estadistas hasta prófugos de la Justicia, locos, dictadores o exdictadores, o directamente personas que acaban en la cárcel. En Iberoamérica ha habido todo lo imaginable en los últimos treinta años.
Cuando Javier Milei ofendió a la mujer de Pedro Sánchez se consideró conveniente retirar a la embajadora de España en Buenos Aires. En cambio, esta inmensa ofensa a todos los españoles perpetrada por México en la persona del Rey no parece traer causa efectiva alguna para nuestras relaciones bilaterales. Como tampoco las trajeron anteriores agresiones verbales de Andrés Manuel López Obrador —el amigo de Miguel Ángel Revilla—, Diosdado Cabello o Nicolás Maduro. Todo son minucias comparado con ofender a Begoña Gómez.
En este afán por estar en casa lo menos posible, Sánchez se agenció un premio en Naciones Unidas gracias a las ingentes cantidades de dinero que damos a algunas de sus divisiones. Por ejemplo, el año pasado duplicó las aportaciones españolas a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina a pesar de las extendidas sospechas de la colaboración de sus miembros con la barbarie del 7 de octubre pasado.
No sé si el fiasco del miércoles por la noche en Naciones Unidas puede salir caro a Napoleonchu. Los entornos del presidente y el ministro habían anunciado que el premio que lo había otorgado ONU Mujeres se lo iba a entregar Anne Hathaway. Y se lo subrayaron a diferentes periodistas que, lógicamente, lo contaron. Pero la realidad fue que la actriz no compareció «por problemas personales». Parece ser que desde ONU Mujeres se comunicó a la delegación española que Hathaway estaba invitada y el entorno de Sánchez empezó a anunciar su presencia en la entrega del premio. Pero Hathaway nunca confirmó su asistencia. Y no hace falta ser un lince para imaginarse cuál ha sido el «problema personal» de la actriz. Anne Hathaway se casó en 2012 con otro actor, Adam Schulman. Su matrimonio se celebró por un rito mixto judío-cristiano. El hijo mayor de la pareja, nacido en 2016, se llama Rosebanks Shulman. Un nombre de pila más judío que Moisés. Y luego pretende que la madre de la criatura le entregue premios. Nada, nada, él con Almodóvar, que es lo suyo.
Si va a resultar que algunos tienen muchas menos luces de las que parece. Y las que tienen se las ha fundido su soberbia.
Artículo publicado en el diario El Debate de España
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