Una gallina con sus huevos ARCHIVO
Hace ya algún tiempo el investigador inglés David Lack descubrió que las aves son capaces de poner tantos huevos como pollos puedan criar hasta que consigan emanciparse. De alguna forma estos animales buscan el equilibrio biológico, ya que si pusieran demasiados no podrían criar a los polluelos y sería un gasto energético innecesario, pero si fueran pocos, quizás no sobreviviría ninguno y la especie desaparecería.
Por abc.es
Esto explica por qué, por ejemplo, los pingüinos, las grullas o los albatros ponen un solo huevo, ya que la cría necesita muchos cuidados, y por qué las palomas junto con los colibríes ponen dos. Pero claro, ninguna ave pone tantos como las gallinas.
Día a día de una gallina
El gallinero resuena con cacareos matutinos mientras las gallinas se preparan para su labor. Cada una de ellas se esfuerza en depositar su huevo diario, una rutina prodigiosa que ofrece una rica paleta de colores en los nidos: desde el blanco puro hasta el marrón más profundo.
La gallina comienza la puesta de huevos hacia la vigésima semana de vida, tras un proceso de crecimiento y desarrollo que le han permitido alcanzar la madurez sexual.
En ese momento su aparato reproductor está formado por ovario y oviducto –que puede llegar a medir 70 centímetros-, siendo funcionales únicamente los de lado izquierdo. Su ovario tiene el aspecto de un racimo de uvas, con granos de diferentes medidas, es lo que se llama jerarquización de los folículos.
Una vez que el huevo ha sido formado se produce la expulsión a través de la cloaca, el huevo consigue salir gracias a las contracciones vigorosas de su musculatura lisa. En algunos casos se ha podido comprobar que el huevo gira hasta 180º.
No hay que dejar que el nido se llene
Se calcula que una gallina tiene más de cuatro mil óvulos, de los cuales tan solo una reducida parte de ellos se desarrollará para constituir la yema, en el caso, claro está, de que la célula espermática del gallo se una al óvulo.
Cuando la gallina cumple cinco o seis años de vida deja de poner huevos, o al menos no de la forma regular con la que los venía haciendo hasta ese momento. Se ha observado que durante el inicio de la puesta suelen poner huevos de un tamaño más pequeño, el cuál va aumentando progresivamente a medida que la gallina cumple años.
A lo largo de su vida reproductiva la gallina pone huevos hasta que el nido se encuentre lleno, eso explica que, si los huevos son retirados casi a diario, lo que sucede cuando se busca una producción con fines de consumo humano, la gallina no dejará de ponerlos.
Su hábitat era la jungla
Las gallinas producen óvulos sin importar si tienen acceso a un gallo. Es una tendencia natural que, a lo largo de miles de años, los seres humanos hemos aprovechado. Y es que se estima que las gallinas fueron domesticadas por vez primera hace unos 7.500 años en el sudeste asiático.
Sabemos que nuestra gallina doméstica (Gallus gallos domesticus) procede de la hibridación de la subespecie Gallus gallos bankiva, que habitaba en las junglas del suroeste de China, norte de Tailandia y Myanmar. Hasta hace muy poco tiempo se pensaba que nuestras gallinas europeas procedían de las aves rojas que habitaban en las zonas de la jungla de la India.
Fue a finales del siglo XIX cuando se desató el frenesí por conseguir las mejores razas de gallinas y se buscaron ejemplares que dieran muchos huevos y buena carne. En este momento la mayoría de las gallinas de uso industrial son de las razas New Hampshire o Leghom.