Pero, ¿cómo volver a unir al país y al pueblo coreano? Ahí es donde difieren ambos Estados, que aspiran a hacerlo en sus respectivos términos.
En Corea del Sur —con más del doble de población que el Norte y un PIB casi 60 veces mayor según datos de 2023—la opción que más fuerza ha tomado en las últimas décadas es el modelo de Alemania: absorber a su vecino bajo un sistema democrático de libre mercado.
Pyongyang, por su parte, ha aspirado tradicionalmente a imponer el socialismo en toda la península, si bien desde la década de 1980 también ha puesto sobre la mesa la idea de un solo estado confederal con dos sistemas, al estilo de China y Hong Kong.
La reunificación pacífica con la coexistencia de dos sistemas fue, de hecho, el objetivo declarado en la histórica declaración conjunta que firmaron en junio de 2000 el entonces líder norcoreano Kim Jong-il (padre de Kim Jong-un) y el surcoreano Kim Dae-jung pero que, con los años, quedó en papel mojado.
“La unificación por la fuerza, sin importar cuántas vidas se pierdan, siempre ha sido la tarea nacional suprema del régimen de Kim, desde Kim Il-sung hasta Kim Jong-un”, afirma el profesor Lee.
El académico del Wilson Center cree que, en el fondo, “la metodología prioritaria de Pyongyang siempre ha sido el ‘modelo Vietnam’, es decir, obligar a Estados Unidos a abandonar parcialmente el Sur mediante una combinación de fuerza y diplomacia”.
Kim Jong-un instó a modificar la Constitución de Corea del Norte para eliminar las referencias a la reunificación y aludir a Corea del Sur como “Estado hostil”.
Esto, unido a las ya mencionadas medidas como la disolución de organismos de cooperación o las demoliciones de monumentos y vías, marca un sorprendente giro ideológico en el país comunista y plantea la incógnita de qué busca realmente el líder norcoreano.
Analizamos las diferentes hipótesis que tratan de responderla.
Los motivos de Kim
Kim atribuyó su viraje ideológico a “provocaciones” de Corea del Sur y EE UU como fortalecer la cooperación con Japón, crear un grupo para coordinar respuestas a un ataque nuclear o expandir el Comando de la ONU.
Sin embargo, en las últimas décadas se han observado frecuentes episodios de tensión en la península de Corea, incluso más graves, sin que por ello el Norte se planteara abandonar el ideal de la reunificación.
¿Por qué lo ha hecho entonces? Para Ellen Kim, investigadora principal del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIC) con sede en Washington DC, «el régimen norcoreano ya no desea la reunificación, principalmente para preservar su propio sistema«.
«Temen la popularidad del cine, la música y las series de televisión surcoreanas entre la generación joven en el Norte», indica la académica a BBC Mundo.
Explica que, «a medida que personas envían desde fuera más información a Corea del Norte, la creciente conciencia pública sobre la prosperidad económica de Corea del Sur y del resto del mundo puede poner en duda el liderazgo de Kim Jong-un».
«Así, la forma más efectiva para que el régimen haga que los norcoreanos se vuelvan contra Corea del Sur es señalar a esta última como el principal enemigo«, sentencia.
En términos similares se expresa Cristopher Green, consultor para península de Corea del think tank International Crisis Group (ICG), que piensa que Kim Jong-un trata de poner coto a la “creciente influencia cultural y política de Corea del Sur” sobre la población del Norte.
“Durante los últimos 30 años, la cultura pop surcoreana (sobre todo K-pop, telenovelas y películas) ha irrumpido en Corea del Norte, desafiando el control del régimen sobre la información. Pyongyang ha tratado de detener el flujo de ese tipo de contenido a través de sus fronteras, pero con un éxito limitado”, expone, en una columna publicada en la web del ICG.
El experto destaca que, tras endurecer desde 2020 los castigos por vender o consumir contenidos extranjeros, “el nuevo giro de Kim es el reflejo institucional de una tendencia que se viene desarrollando desde hace varios años” destinada a “preservar la narrativa legitimadora del régimen y mantener el control ideológico”.
Otros expertos creen que el objetivo principal del líder norcoreano es eliminar cualquier posibilidad de que se aplique a la península el antes citado modelo alemán.
“Es natural que Corea del Norte, que sufre crónicas crisis económicas y sistémicas, esté preocupada por la posible unificación mediante absorción. Por eso, su mejor estrategia de supervivencia sería una ruptura política y legal completa con Corea del Sur”, sostiene el académico Bong-geun Jun, asesor para el Noreste de Asia del Instituto Estadounidense para la Paz, en un análisis publicado en su página web.
¿Pura estrategia?
Otros analistas creen que todo responde a una mera estrategia política de Kim Jong-un quien, en el fondo, no renuncia a sus ambiciones de unificar la península. Eso sí, bajo su mandato.
“Podemos especificar en nuestra Constitución la cuestión de ocupar, subyugar y reclamar completamente la República de Corea (Sur) y anexarla como parte del territorio de nuestra república en caso de que estalle una guerra en la península de Corea”, expresó el líder norcoreano el pasado enero.
Para el profesor Sung-Yoon Lee, se trata de “una guerra política” con la que Kim trata de crear desestabilización en el país “enemigo”.
El régimen norcoreano “destaca no solo en provocaciones calculadas frente a EE UU y Corea del Sur, o en el lavado de cerebro de su población, sino también en la manipulación psicológica del pueblo surcoreano, interpreta el académico, que remarca que “la idea de abandonar la reunificación pacífica crea tensión política y social en el Sur”
“No hay razón para creer que Kim Jong-un haya renunciado en algún momento a apoderarse del territorio surcoreano y de su pueblo por la fuerza”, resume Lee.
El experto también cree que, al considerar el Estado surcoreano como “enemigo”, el líder comunista está en una posición más cómoda para justificar acciones hostiles, “desde volar globos cargados de heces hacia el Sur hasta enviar tropas de combate a Rusia para luchar contra Ucrania, o amenazar constantemente con ‘aniquilar’ a Corea del Sur”.
Un momento clave
En todo caso, el giro ideológico de Kim llega en un momento crucial en el escenario regional e internacional.
Corea del Norte y Rusia han exhibido su mayor acercamiento desde la Guerra Fría, con el suministro de armamento de Pyongyang —desafiando las sanciones internacionales que Moscú también había aprobado en su momento— y finalmente la entrada de sus tropas en el conflicto de Ucrania.
A esto se suma la incertidumbre ante el cambio de gobierno en Washington tras la victoria electoral en noviembre de Donald Trump, que en su anterior mandato se convirtió en el primer presidente de EE UU en reunirse con un líder de Corea del Norte.
El régimen de Kim Jong-un, por su parte, ha seguido reforzando en los últimos años su tecnología y arsenal militares, con misiles y ojivas nucleares cada vez más numerosos, potentes y sofisticados.
Todo esto, según expertos, responde a la estrategia del líder de fortalecer su posición en el escenario internacional, buscando aliados estratégicos que le permitan contrarrestar la presión occidental y proyectar su influencia más allá de la península coreana.