Hace 68 años, niños de todo el mundo -y sus padres- lamentaron el fallecimiento de uno de los genios más queridos de la literatura infantil: A. A. Milne, el creador de Winnie the Pooh.
Por BBC
“Supongo que todos secretamente aspiramos a la inmortalidad”, escribió el escritor británico en1926, antes de que sus libros sobre el osito causaran furor internacional.
E inmortalidad fue lo que consiguió, pero no por los motivos que deseaba
Autor prolífico
La obra de Milne incluyó siete novelas, cinco libros de no ficción y 34 obras de teatro, además de numerosos relatos y artículos.
Además, trabajó en prestigiosas publicaciones, llegando a ser editor de la revista literaria Granta y subeditor de la revista de humor y sátira Punch.
Escribir lo que quería había sido su propósito declarado y cuando, en sus inicios profesionales, Punch aceptó uno de sus artículos, Milne sintió que tocaba el cielo con la punta de los dedos.
“Demostré que podía ganarme la vida escribiendo. Algún día llegaría a ser el editor de Punch. Me sentía el hombre más feliz en Londres”, relató en su autobiografía de 1939, reveladoramente titulada It’s Too Late Now (“Ya es demasiado tarde”).
Pero esa felicidad no duraría para siempre.
Milne sería el autor de los cuatro libros para niños que conformaron la serie de Winnie the Pooh, además de dos colecciones de poesía, When We Were Very Young y Now That We Are Six (“Cuando éramos muy jóvenes” y “Ahora que somos seis”).
Sus libros para niños solo sumaron 70.000 palabras, la extensión de una novela promedio. Sin embargo, la enorme fama que cosecharon terminó borrando la memoria de toda su obra previa.
Y el éxito de Pooh también perjudicó la acogida a sus libros posteriores para un público adulto.
Su colaborador, E. H. Shepard, caricaturista político de Punch convertido en ilustrador, también sintió lo mismo.
Antes de su muerte llamó a Pooh “ese viejo osito tonto” y lamentó su participación en los libros.
Después de los libros de Winnie the Pooh, Milne intentó escribir otra vez para Punch.
Pero ni siquiera sus antiguos lectores lo aceptaron.”Su talento no lo había abandonado, pero su público sí y, finalmente, el editor, EV Knox, le escribió para decírselo”, contó su hijo, Christopher, en su autobiografía de 1974 The Enchanted Places (Los lugares encantados).
“Cada uno de nosotros tenía sus propias penas”.
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