El trabajo de los responsables políticos y de los directivos públicos debe descansar especialmente sobre la ayuda y colaboración mutua, además del cumplimiento diligente de las instrucciones correspondientes. No es fomentando las diferencias y la distancia, sino insistiendo en la cooperación como se logra hacer realidad un eficaz servicio a los ciudadanos en la sociedad actual, compleja y repleta de intereses frecuentemente antagónicos. Las decisiones deben basarse en el consejo experto de los funcionarios experimentados y seleccionados para las labores encomendadas y la dirección responsable de los políticos al frente de las instituciones. Al igual que en cualquier tarea, la preparación , estudio y acierto en la decisión debe predicarse de quienes dirigen políticamente las organizaciones o de aquellos que técnicamente deben cumplir los mandatos prestamente.
Es relativamente fácil para los políticos cambiar de colaboradores, sean estos funcionarios profesionales o temporalmente acreditados como asesores, pero es imposible para los servidores públicos mudar a sus responsables, tal como acreditan las constituciones democráticas del mundo. Por esta razón, el funcionario debe lealtad a su superior político y éste debe responsabilizarse de las medidas adoptadas. No es el funcionario el que adopta las medidas .En todo caso las propone al órgano competente a cuyo frente se encuentra un responsable político.
Las declaraciones de la exconsejera de la Comunidad Valenciana en España, a propósito de las medidas no adoptadas durante el transcurso de la DANA que ha tenido como resultado el fallecimiento de 227 personas, mueven a la reflexión y producen intranquilidad. En efecto, la consejera Pradas ha reconocido su desconocimiento de la materia que dirigía y de la que era la máxima responsable. Ha declarado ante la juez competente que investiga la inacción de las autoridades regionales que desconocía de forma casi absoluta, a pesar de llevar tres meses en el cargo, la materia de la que era responsable. En buena medida, ha intentado descargar la responsabilidad de la inacción y en consecuencia de los fallecimientos, en los técnicos de emergencias que asistían a la reunión que ella presidía.
El tema debe ser considerado desde el asombro que estas declaraciones producen y la inmersión en la preocupación que el ciudadano obtiene tras una mínima reflexión. Las ideas que se deducen llevan a pensar que no sólo se nombra a personas desconocedoras de las materias que les toca dirigir y cuya ignorancia continúa meses después de desempeñar el cargo, sino que al constatarse sus errores, descargan la responsabilidad en los técnicos que desempeñan sus labores en los órganos administrativos.
El académico mexicano Luis Aguilar ha resuelto la contradicción que vivimos señalando acertadamente el desplazamiento de la búsqueda de la legitimidad de los gobiernos que deben basarse en parámetros democráticos y de respeto de los derechos ciudadanos , hacia la eficacia de la acción gubernamental :la ineficiencia o inefectividad del aparato administrativo del gobierno dejó de ser un problema de organización y administración y se volvió fundamentalmente uno de su dirección, por lo que ha sido natural y lógico desplazarse hacia el proceso mediante el cual el gobernante gobierna su aparato administrativo, que hoy denominamos Gobernanza del sector público…(Aguilar, 2020).
La simpleza de los argumentos esgrimidos por un responsable político lleva desde el asombro al enfado. Cuando no se adoptan las decisiones adecuadas o no se ponen los medios técnicos o humanos suficientes para hacer frente a las dificultades, los errores no son responsabilidad de los efectivos humanos sino de quienes dirigen la organización. Hay un argumento potente y de sentido común “la relación entre empleados de base y gerentes es de mutua dependencia (Michael Lipsky,1987).
Aquello que le angustia al ciudadano no es la aparición de dificultades originadas por las inclemencias meteorológicas , los terremotos o las catástrofes originadas por los humanos, como la inmensa mayoría de los incendios, sino la ignorancia y desidia de quienes tienen el cometido de hacerles frente al dirigir los equipos de emergencia. Quizás sea el momento de recordar a quienes se han dedicado a destacar las barbaridades que algunos seres humanos con poder institucional han realizado. Y entonces, aparece la esperanza de que la racionalidad vuelva de nuevo:
Miró al mar, a sus pies: estaba menos gris que de costumbre; las olas reventaban en la orilla y morían casi instantáneamente (Vargas Llosa, La ciudad y los perros, 1962).
@fjvelazquez.bsky.social
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