En otras palabras, quintuplicar su longevidad.

Michelle Manzo y Olga Gonzalez-Sanabria demostrando la construcción de la bataría en 1988. NASA
Para Olga, este tipo de problema es el lado divertido de ser ingeniera: «Resolver cualquier problema que esté por resolver, y que necesite tu conocimiento y experiencia para llegar a una solución en la que nadie más pensó antes».
Por suerte, ella sabía de química y, en base a esto, el equipo modificó algunas cosas del diseño de las baterías.
«Debido a que es hidrógeno y oxígeno, se producen pequeñas explosiones entre los electrodos que queman todo lo que hay y luego cortocircuitan la batería, lo que reduce la vida útil».
Básicamente, lo que hicieron fue recubrir el interior de la batería con un catalizador.
Así, en lugar de que estas pequeñas explosiones ocurrieran dentro de la batería y la dañaran, había una superficie para que esto sucediera sin dañarla.
«Empezamos a analizar diferentes concentraciones de electrolitos. Y resultó que si disminuías la concentración, las baterías duraban más».
Los cambios no fueron grandes, pero el impacto que tuvieron sí.
Con estas alteraciones de diseño, la vida útil de las baterías se prolongó a 30 años, el doble de lo esperado.
«Eso es lo que ocurre con la mayoría de los proyectos de la NASA, porque no podemos permitirnos un fracaso».

Larry Thaller, Michelle Manzo, John Smithrick y González-Sanabria posan para su premio R&D 100 por las “baterías de níquel-hidrógeno de larga duración” (1988). NASA
Las pruebas y el desarrollo de estas baterías níquel-hidrógeno de ciclo largo coincidieron con un anuncio del entonces presidente de EE UU, Ronald Regan.
«Esta noche estoy ordenando a la NASA que desarrolle una estación espacial tripulada permanentemente y que lo haga dentro de una década», declaró en enero de 1984.
Las baterías fueron fundamentales para ello, ya que potenciaron los componentes básicos de la EEI, que funciona con 48 baterías.
También se utilizaron en sondas espaciales como la Mars Odyssey y el Telescopio Espacial Hubble.
La labor de Olga impulsó nuestro conocimiento del cosmos.
Al igual que con la mayoría de las áreas de la ciencia, ha habido desarrollos con la tecnología de baterías.
Entre 2016 y 2021, todas las pilas de níquel-hidrógeno se reemplazaron por nuevas unidades de iones de litio, que son mucho más livianas, más eficientes energéticamente y más baratas de fabricar.
Pero sin estas innovaciones en la década de 1980, habría sido muy difícil hacer realidad el laboratorio flotante que es la EEI.
Las preguntas correctas
Olga trabajó durante 32 años en la NASA, pero no permaneció en la misma unidad, pues tiene un mantra sobre la forma en la que aborda la vida y su carrera.
«Me considero un agente de cambio. No puedo ir a un lugar y hacer las cosas como de costumbre.
«Me muevo cada cuatro o cinco años en mi carrera, que es más o menos el tiempo que toma llegar a una decisión: o te aferras a eso, sigues haciendo lo que estás haciendo y aprendes más sobre ello, o buscas otra oportunidad u otro lugar para crecer».
Durante su tiempo en la NASA, trabajó en el departamento que diseñó experimentos que requerían pruebas en el espacio.
Luego, en 1995, pasó a la gerencia y trabajó en muchos departamentos diferentes.
Fue la primera latina en trabajar en la Oficina de Administración de Sistemas y en 2004, se convirtió en la Directora de Ingeniería y Servicios Técnicos.
Sin embargo, el paso inicial a la gerencia como mujer fue muy difícil.
«No te escuchan. Esa es la situación más difícil de manejar.
«Dices algo y actúan como si nadie hubiera dicho nada. Y lo dices tres veces y nadie reacciona.
«Así que aprendí a decírselo a otra persona, y tan pronto como ella lo decía, la respuesta era: ‘¡Qué gran idea. Hagamos eso’.
«Entonces te enfadas de verdad. ¿Por qué sucede esto?».
No obstante, hasta en esta situación, logró sacar algo positivo.
«Demuestras que en realidad eres tú quien tiene las ideas. Y esa persona lo sabe y dice: ‘Olga lo dijo’. Y así vas empezando poco a poco hasta que te escuchan«.

Olga hablando en el picnic de la Dirección de Ingeniería en agosto de 2011, el año en el que se jubiló de la NASA. NASA
Con el tiempo, obtuvo el respeto que obviamente merecía.
Y recibió muchos premios por su trabajo, entre ellos el R&D 100 en 1988, la medalla al Servicio Excepcional en la NASA en 1993 y el premio a la Realización Profesional de las Mujeres en Tecnología en 2000.
En 2003 ingresó al Salón de la Fama de las Mujeres de Ohio. En 2006 recibió un premio de Rango Presidencial.
Hay muchos más reconocimientos.
Pero para ella, su mayor logro llegó cuando quiso hacer de la NASA un lugar más inclusivo para trabajar.
Ella y algunos otros empleados lograron abrir una guardería, que todavía funciona hoy en día.
Olga se jubiló de la NASA en 2011.
Ahora tiene su propia empresa y es mentora de jóvenes interesados en la ciencia y la ingeniería, algo que le encanta hacer.
Se mudó de vuelta a Puerto Rico, donde tiene «un pequeño lugar donde planto y cultivo frutas y verduras, y el año pasado comencé a pintar», así como «diferentes prioridades y diferentes oportunidades para seguir disfrutando».
Señala que hay quienes piensan que tuvo suerte.
«Pero en realidad no es cuestión de suerte. Y sigo diciéndoles a los niños que la suerte es la intersección entre la preparación y la oportunidad.
«Cuando me pasé a la ingeniería, sabía lo suficiente como para hacer las preguntas correctas.
«No sabía las respuestas, pero si sabes lo suficiente como para hacer las preguntas correctas y estás dispuesto a esforzarte, tendrás éxito».