En la década de los setenta del siglo pasado, en pleno delirio de la fiebre por los procesos revolucionarios, los más conspicuos de la vanguardia transformadora largaban, con aire pontifical, “De la burguesía: sus vinos y las mujeres”. Les faltaba agregar: Y sus billetes.
¡Ah!, se me pasaba, los que pronunciaban dicha frase se la achacaban a Lenin, y así justificaban sus devaneos báquicos y lujuriosos, contra los cuales, debo destacar, no tengo nada que objetar. En todo caso lo que cuestiono es la inmanente hipocresía que siempre ha subyacido en el discurso revo-progre-vanguardista.
Cuando se habla sobre esas contradicciones con los que presumen de capacidad para el diálogo, asumen un cierto barniz intelectual y aires de superioridad moral, y zanjan el tema hablando de la dialéctica.
Siempre he tenido la sospecha de que, en realidad, dialogantes y cerrados –mejor decir tapados– como bombillos, son unas cacatúas que repiten sin entender lo que oyen, creen haber oído o simulan que han leído, para manipular a su antojo a los crédulos que se les acercan.
La verdad es que les gusta la vida regalada a rabiar, ni hablar de los símbolos de estatus entre ellos. Los ejemplos cunden como la verdolaga. ¿Acaso no era el muy venerable Fidel Castro Ruz un fanático de los Rolex? De ahí hacia atrás, o adelante, los casos son para llenar tomos a rabiar.
Retrocediendo a fines de los años 30 del siglo XX, encontramos al monumental y no menos revolucionario pintor Pablo Ruiz Picasso en París trabajando en su legendaria pieza Guernica. Ya su obra comenzaba a ser cotizada en el mercado del arte, y la cota más elevada por uno de sus cuadros alcanzaba los 17.000 francos.
El 26 de abril de 1937 el mundo se vino abajo en Guernica, España. Ese día su población civil fue masacrada en el marco de la “operación Rügen”. Fue el nombre dado a la carnicería cometida por Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria italiana, para atacar a la Segunda República española. El hecho conmovió por su sadismo y desproporción. Las voces se alzaron en todas partes para condenar semejante despropósito. Una de ellas fue la del mencionado pintor, quien comenzó a trabajar en su célebre creación del mismo nombre que la población vasca.
Tan pronto como el 28 de mayo de 1937 el escritor franco-hispano-azteca Max Aub, anuncia: “Esta mañana llegué a un acuerdo con Picasso. (…) he extendido un cheque por valor de 150.000 francos franceses, por los que me ha firmado el correspondiente recibo. Aunque esta suma tiene más bien un carácter simbólico, dado el valor inapreciable del lienzo en cuestión, representa, no obstante, prácticamente una adquisición del mismo por parte de la República. Estimo que esta fórmula era la más conveniente para reivindicar el derecho de propiedad del citado cuadro.”
Es bueno añadir que el Gobierno español también había adquirido, por un millón de francos, un antiguo palacio del siglo XVII en el Nro. 7 de la calle de Grands Agustins, que se habilitó y entregó al genial pintor para su uso exclusivo. Pero volvamos a 1937, ese año, el 4 de mayo, Albert Lebrun, presidente francés, inauguró en París la Exposición Universal.
Josefina Alix Trueba describe así el pabellón español: “Atravesando la entrada, se encontraba el pórtico que ocupaba la mitad de la planta baja y a la derecha lo primero que llamaba la atención era la gran pintura mural de Picasso, Guernica. Ante el cuadro y en el centro del pórtico brillaba el mercurio de la Fuente de Alexander Calder.”
A lo que voy, esta pieza fue pagada a precio de oro por la república española para dar apoyo a uno de sus sacristanes. La suma entregada a don Pablo era el 15% del costo total del pabellón hispano en dicho evento. Ya escucho el alboroto de plañideras y deudos de la progresía. Pero, pese a quien le pese, ahí están los números y evidencias.
Otro caso es el del vanguardista y vitriólico Jean-Paul Charles Aymard Sartre Schweitzer, más conocido como Jean-Paul Sartre. Filósofo, escritor, novelista, dramaturgo, activista político y novio de la madrina, fue un entusiasta vocero del existencialismo y del marxismo. Su vasta producción le valió que el 22 de octubre de 1964 la academia sueca le otorgó el Premio Nobel de Literatura, “por su obra que, rica en ideas y llena del espíritu de libertad y la búsqueda de la verdad, ha ejercido una influencia de gran alcance en nuestra época”. El bachiller Sartre lo rechazó, porque aceptarlo implicaría perder su identidad de filósofo. Las loas al heroico acto de desprendimiento fueron orgásmicas. Las filas de la vanguardia se estremecieron de convulso placer.
Lo que poco se ha dicho y que se sabe gracias a Lars Johan Wictor Gyllensten, escritor e histólogo sueco, quien reveló en su libro Recuerdos, solo recuerdos que el estrábico pensador contactó en 1975 a la Academia Sueca para solicitar el dinero del premio. Es decir: ya no te quiero, pero devuélveme el pañuelo que te regalé el día de tu santo.
Podemos ver el modus vivendi de Maduro y Cabello, por nombrar a los más conspicuos rojitos criollos. E igual que ellos, ¡ojo!, tanto de un lado como del otro, lo que sobran son los que quieren revolcarse en el cochino dinero. Son todos puercos del mismo chiquero.
© Alfredo Cedeño
http://textosyfotos.blogspot.com/
Noticias Relacionadas
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!