El oficio político para el que realmente lo sienta, es uno de los más exigentes de todos los oficios del mundo. Los problemas comunes, incluso, los más ajenos a nuestra vida personal, son el fundamento de una profesión que no goza de garantía alguna de éxito y, por más esforzados que seamos, no conduce necesariamente al poder deseado por propios y extraños a una labor tan sacrificada. ¿Qué hay los más vivos que se corrompen y llevan un estilo de vida desproporcionado? Es tan cierto y muchísimo más visible que el resto de la humanidad. ¿No puede un médico, un bombero, un plomero, un arquitecto, un sacerdote o un futbolista corromperse? Todos podríamos llegar a ser corruptos sin ser del oficio, por ello es prejuicioso, manido y falsario creer que los políticos son por antonomasia, por esencia y excelencia, los más ladrones del mundo.
El político es una persona que hace y vive la política, que actúa, organiza, promueve, y concuerda con otros las tareas, pero también piensa, predica y crea. El político es estratega, no improvisa, es táctico, donde lo que es decisivo no queda al libre juego de la espontaneidad. El político contacta y conoce a la gente, no es un mero relacionista público. Estudia la realidad para debatirla y transformarla, no para distraerse, ni llenar sus horas de ocio. El político es hábil, avispado despierto, pero no tracalero, cómodo y vivían. El político debe educarse como dirigente, para que pueda asumir con madurez, responsabilidad y convicción todas aquellas exigencias que amerita su profesión.
Pero también podemos conseguir en el oficio de político, y con más recurrencia en las nuevas generaciones, aspectos que no son inevitablemente contradictorios o irreconciliables, como la ambición, la vocación, la vanidad, el altruismo, la influencia, el dinero, en fin, el manejo del poder. Además, se ha vuelto más transitorio de lo que parece, siendo en muchos casos, una etapa de acumulación de capital cuya rentabilidad se hace efectiva en otros campos en los que el poder sigue su proceloso camino, que llamamos los nuevos empresarios generados por la política.
Es a esto que podemos añadir como una parte del oficio político al dirigente del exterior, un venezolano que se vio obligado a marcharse del país. Si tiene vocación, debe desplegarla a conciencia en lugar de pasearse envanecido por las grandes capitales del mundo, auto-referido como un héroe inalcanzable que inventa epopeyas para agarrar a incautos (paisanos o no), algunos hasta con la duda del manejo de recursos que van mucho más allá de su peculio personal o heredado en algunos casos. ¿Qué ha pasado con los políticos en el exterior, porque con más de ocho millones de venezolanos lejos de su país, apenas 300.000 votaron en las primarias? Como se observa, es desproporcionado el fenómeno, permitiéndonos inferir que hay una crisis más allá del liderazgo y compete al ejercicio, al oficio, a la profesión del político, muy visible cuando se trata del exilio con las honrosas excepciones.
En conclusión, la percepción del oficio político y del político es la de combinar su personalidad con el ejercicio de la acción política. Esta combinación genera una serie de cualidades difíciles de encontrar: entrega apasionada y convencida a una causa considerada sumamente deseable; sentido de la responsabilidad para afrontar las condiciones y las consecuencias de la propia acción política; y, por último, una visión poderosa capaz de reconocer la situación y las necesidades políticas que surgen a cada momento. Todo ello nos llevará a buscar las diferentes visiones que tiene la gente de lo que es un buen político, y, principalmente, a dibujar la visión de que el político es el más capaz de mejorar la situación social y política de su país.
@freddyamarcano
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