Nuestra casta política, esa por la que hay muchísimos todavía que se dan golpes de pecho, ha sido miserable con todos nosotros. Se dedicaron con un frenesí sin comparación a acabar con nuestras fortalezas y estimularnos las debilidades. Y si continuamos en el marco de la manoseada matriz DOFA, extirparon todas las oportunidades y nos saturaron de amenazas.
Se ocuparon casi con jolgorio en convertirnos en menesterosos. Jugaron a metamorfosearnos en mendigos y limosneros, con la bendita redistribución de la riqueza. Se empeñaron en que fuéramos dependientes de mamá-Estado. Las arcas públicas eran más bien una gran teta de la cual podía mamar todo aquel que fuera hijo de Venezuela o adoptado por ella.
Gasolina regalada. Préstamos condonados por toneladas. Apartamentos construidos por el Banco Obrero, luego Inavi, cuyas mensualidades nunca se honraban. Energía eléctrica robada de los postes de alumbrado público. Invasiones de terrenos baldíos en los alrededores de las grandes ciudades; son un pequeñísimo muestrario de los aportes que nuestros egregios dirigentes, tanto del lado derecho como izquierdo, se dedicaron a promover e incitar entre todos. No hubo una clase social que se salvara de ello. Tanto gozaba de gasolina a precio irrisorio el que manejaba un auto desvencijado por las calles de Guardatinajas, como aquel que conducía un Rolls Royce –¡que los había en nuestro país!– o un Porsche, o cualquiera otro de similar pelaje. Lo mismo recibía créditos a cuotas preferenciales el agricultor honesto, como el empresario de mirada escasa que no dejaba de estirar la mano para recibir las migajas que se lanzaban desde el poder.
Si revisamos los “programas” de gobierno planteados por AD, Copei, el MAS, La Causa R, UNT y demás sanguijuelas de la misma calaña, vamos a encontrar una retahíla de planes de dádivas, uno más espléndido que el otro. ¡Vengan que esta teta da hasta chocolate! ¿No recuerdan la tarjeta Mi Negra de la campaña de Manuel Rosales? Podría estar escribiendo la noche entera con ejemplos de similar tenor.
Debe decirse, que pese a todo el esfuerzo sin parangón de los “dirigentes” por llevarnos a la indigencia, el venezolano de a pie, el emprendedor, el honesto, el que se levanta a las 3:00, o a las 4:00, o a las 5:00, de la mañana para labrar la tierra, lanzarse a la mar a sus lances de pesca, ordeñar al ganado, o encaramarse en un transporte colectivo para ir a trabajar en cualquier oficina o empresa, no compró semejante sarta de pendejadas. Todas ellas y todos ellos hicieron que el país siguiera funcionando. Ellos no esperaron becas, ni créditos, ni migajas para comprarse lo que necesitaran, o se les antojaba. De ese país me enamoré, de esa gente es que sigo enamorado.
Y es así como aparecen María Corina Machado y Edmundo González a no hacerles ofertas vacuas a la gente. Presentaron un plan de gobierno que arranca diciendo: “Con este programa ofrecemos una ruta ambiciosa y realista para alcanzar la libertad, la democracia y la prosperidad de Venezuela”.
Ellos convocaron a lo más genuino de los venezolanos para sacar del poder a esa recua de jumentos malamañosos que han destruido lo que quedaba del país. Necesito escribir que ellos remataron lo que los de la “cuarta república” habían comenzado.
Machado y González no solo abren así sus propuestas. Más adelante explican: “Se creará un Sistema de Salud Integral por Aseguramiento privado y público. Todas las personas tendrán un seguro que se pagará a través de las nóminas de acuerdo con los niveles de ingresos, y se complementará con recursos públicos para quienes tengan menor capacidad económica.”
Tampoco se olvidan de los menos favorecidos y se lee: “Se acordará apoyo para ayuda humanitaria de emergencia incluyendo alimentación, salud y educación, con especial atención a grupos vulnerables”. Un poco después dejan asentado: “El crecimiento económico es la clave para crear empleos, reducir significativamente la pobreza y hacer crecer de manera rápida la clase media”.
Nótese que en ningún momento se dedica a ofrecer yuca a bolívar el kilo, ni gasolina a centavo, o papas de balde según el número final de la cédula de identidad, o carne de marrano y leche regalada en todas las esquinas del país. Ofrecen esfuerzo, trabajo, redención.
No puedo evitar imaginarme a las plañideras petroleras poniéndose su traje de luto para salir a lloriquear, porque tampoco hace concesiones con la ubre petrolera: “Se privatizarán todas las actividades productivas de la industria que sea aconsejable para lograr inversiones privadas masivas y el incremento sostenido de la producción con condiciones que garanticen seguridad jurídica y un entorno atractivo para los inversionistas. El Estado seguirá recibiendo recursos fiscales en forma de regalías y de impuestos, y asegurará las condiciones para que las empresas privadas incrementen la producción en el más corto plazo posible. Se establecerá una Agencia Venezolana de Energía y Petróleo que asumirá la función reguladora de la industria.”
Reconozco que deliré cuando leí: “El trabajo honesto será la palanca de la prosperidad económica y de la realización del ciudadano. El Estado propiciará oportunidades para la creación de riqueza mediante una economía que estimule la iniciativa privada, promueva la creación de trabajo formal de calidad, genere oportunidades de negocios e impulse la proliferación de emprendedores, dentro de un ambiente nacional de seguridad jurídica, libre competencia, libre empresa, sostenibilidad, ética e innovación”.
Por eso no debe extrañar a nadie que más de un digno dirigente anda jugando al fracaso de esta dupla de excepción. Por eso aplauden como marmotas ante la posibilidad de repetir elecciones, pero sin ella ni él en la boleta electoral. Bien lo dijo la señora Machado: “¡Los venezolanos VOTAMOS y GANAMOS! La soberanía popular se respeta. Ahora, con más fuerza que nunca”. Serán ellos, los miembros de la casta y los ilustres representantes rojos-rojitos, los que terminarán pidiendo limosnas a las puertas de las iglesias y las taguaras.
© Alfredo Cedeño
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