Narcisa Hirsch (Berlín, 1928) desplegó su potencial creativo en la Argentina, donde se transformó en pionera del cine experimental en nuestro país a través de más de medio centenar de obras, entre las que se destacan Diario patagónico 1(1972), Diario 1976 (1976), La pesca de la centolla (1979) y La pasión (1992), entre otras.
Además, la vida de Narcisa -que se dividía entre su casa en el barrio porteño de San Telmo y Bariloche- estuvo desde siempre relacionada al arte. Se dedicó a la pintura, el dibujo y los famosos happenings que fueron cruciales en el desarrollo cultural de los 60 y 70.
“El cine experimental de nuestra época era ideológico, quería ir en contra de lo industrial y comercial. Venía con la militancia y la vehemencia de hacer un arte distinto. Tenía más que ver con la poesía. Lo realizábamos con la conciencia que lo podía hacer cualquiera sin tener que ser un gran empresario. En la mayoría de los casos éramos autodidactas”, dijo en una entrevista con Infobae Cultura.
Con más de sesenta películas que abordan cuestiones como el amor, la muerte o el universo, Hirsch llevó adelante una filmografía innovadora que prestó tanta importancia a los temas como a los procedimientos de creación, lo que la llevó a alterar manualmente las imágenes y a construir sus propias herramientas de montaje audiovisual para alejarse de cualquier narrativa convencional.
Hija de Heinrich Heuser, pintor expresionista y Narcisa Kilian, la cineasta nació en Berlín en 1928. Llegó a Buenos Aires en los comienzos de los años 30 de “visita” pero la guerra impidió su regreso a Europa. En 1950 se casó con Paul Hirsch, un judío alemán de Frankfurt emigrado a Bolivia, con el que tuvo tres hijos.
Inspirada por las nuevas vanguardias artísticas que en los 50 y 60 llegaron al país desde el Instituto de Arte Moderno o el Di Tella, Hirsch salió a la calle con lo que en aquel momento se denominaba happenings, entre los cuales se encontraban “Manzanas”, “Bebés” y en 1967 “La Marabunta”.
“La Marabunta”, realizado junto con Marie Louise Alemann, fue una gran estructura rellena de comida y cubierto con palomas pintadas con colores, registrado por la cámara del documentalista argentino Raymundo Gleyzer.
Hirsch expandió en los 60 y 70 su actividad audiovisual en forma de instalaciones, objetos, performances, graffitis e intervenciones urbanas, consolidando su faceta transgresora y construyendo su propia poética personal a lo largo del tiempo. En 2018 recibió el Premio Distinción a la Trayectoria otorgado por la Academia Nacional de Bellas Artes de Argentina y en 2022, con un Premio Konex de Platino en 2022 en la disciplina Arte y Tecnología.
Desde el inicio, su cine fue experimental, un fenómeno que había empezado en los años 30 con Luis Buñuel y Salvador Dalí en España, con Hans Richter y muchos otros en la Bauhaus en Alemania. Además de las películas puramente experimentales, Hirsch hizo instalaciones, como “El silencio” y “Predicando en el desierto”.
En 2023, el Centro Cultural Kirchner inauguró La intensidad de una mirada, la primera exposición retrospectiva dedicada a la artista, que se internó en sus archivos completos, a través de diarios fílmicos personales, documentación fotográfica, dibujos, entrevistas, escritos, películas inéditas conservadas en su archivo desde la década del 60 y reproducciones de piezas de gran tamaño utilizadas en los happenings que protagonizó.