Un grupo de migrantes venezolanos emprende un arriesgado viaje de regreso a su país a través del mar Caribe, evitando la temida selva del Darién que meses atrás cruzaron rumbo a Estados Unidos. La travesía, que dura aproximadamente ocho horas en lancha entre aguas turbulentas, ha dejado a muchos con secuelas físicas y emocionales.
«Es horrible», describe Roquelina Pirela, de 45 años, quien viajó con su hija pequeña desde Puerto Obaldía hasta La Miel, Panamá. «Es un riesgo que uno no debería estar tomando. Las olas, los golpes cuando (la lancha) subía y bajaba… Es bastante fuerte», relata.
Noel Meza, de 24 años, coincide: «No se lo recomiendo a nadie, prefiero mil veces la selva porque el mar abierto es algo impresionante (…) es horrible, entramos en desesperación». Su rostro, quemado por el sol, refleja los estragos del viaje.
La peligrosa ruta marítima ha cobrado vidas. A fines de febrero, una niña venezolana murió y otras 20 personas fueron rescatadas tras el naufragio de una lancha cerca de las costas panameñas.
Foto de AFP
Muchos migrantes, desalentados por las políticas migratorias de Estados Unidos y el trato recibido en otros países, han decidido volver. Winston Duarte, de 32 años, sufrió mareos y vómitos durante el trayecto pero asegura: «Gracias a Dios ya estamos aquí».
Yohendry Fernández, otro migrante que regresa desde México, resume el sentimiento general diciendo que «no se pudo”, y que “realmente no saben cómo está actualmente (Venezuela)” aunque considera en su nación estarían “mejor que en cualquier otro país».
Mientras el flujo migratorio por el Darién disminuye, aumenta la llamada «migración inversa«, marcada por el desencanto y el peligro de nuevas rutas.
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