La hija del medio de los Pelicot, Caroline Darian, que ahora tiene 45 años, gritó su angustia a su padre en el tribunal mientras exigía saber la verdad sobre las fotos encontradas en su ordenador. Tituladas «Mi hija desnuda», las imágenes la muestran semidesnuda y, según dice ella, claramente drogada.
Pelicot ha dado varias y a ratos contradictorias explicaciones sobre las fotos de su hija, pero ha negado haber abusado de ella. «Nunca te toqué», le dijo en tono de súplica.
Pero su falsedad ha quedado abundantemente expuesta durante el juicio y claramente ha perdido el derecho a que su hija le crea.
«Eres un mentiroso», le gritó ella de vuelta. «Estoy harta de tus mentiras, estás solo en tu mentira, te vas a morir mintiendo».
Conteniendo las lágrimas, acusó a su padre de mirarla «con ojos incestuosos».
Caroline Darian ha declarado ante el tribunal que se siente la «víctima olvidada» del juicio, ya que, a diferencia del caso de su madre, no hay registros de los abusos de los que está convencida que sufrió.
Darian ha fundado una organización benéfica para llamar la atención sobre las agresiones inducidas por el suministro de drogas y en 2022 publicó un libro en el que detalla el trauma de su familia. En él, insinuaba una ruptura con su madre, tras descubrir que había dejado un paquete de ropa de abrigo para su padre en la cárcel, semanas después de que sus crímenes salieran a la luz.
«No podía creerlo», escribió Caroline. «Seguía cuidando de la persona que hizo que la violaran durante una década».
Esa aparente desavenencia fue explotada por un combativo abogado defensor que sugirió que Gisèle Pelicot había elegido a su ex marido antes que a su hija al no exigir la verdad sobre las fotos de Caroline. Gisèle negó con la cabeza, pero Caroline esbozó una leve sonrisa.
Cuando los hermanos de Caroline, David y Florian, subieron al estrado hicieron reiteradas referencias al dolor que ella estaba atravesando e instaron a su padre a decir la verdad.
Ahogando sus sollozos, Florian, de 38 años, el más joven de la familia, se giró para enfrentar a Dominique Pelicot, quien estaba sentado en una cabina de cristal a su izquierda. Y dijo: “Si tienes algo de dignidad y humanidad –ya no tienes nada que perder de todos modos– dile la verdad a Caroline”.
También habló de su sospecha de larga data de que él era producto de una aventura que su madre tuvo en los años 80, lo cual se veía agravado por una sensación tenue pero persistente a lo largo de su vida de que su padre quería más a sus hermanos que a él.
En una búsqueda desesperada por respuestas, se preguntó en voz alta si él podría ser el «móvil» de los crímenes de su padre. Dijo que buscaría una prueba de paternidad, añadiendo que sería un «alivio» no ser hijo de Dominique Pelicot.
En medio de lágrimas, Florian dio cuenta del desolador panorama en el que se ha convertido su vida. Su matrimonio con la madre de sus tres hijos, Aurore, no ha sobrevivido a las revelaciones de que Dominique Pelicot también había tomado fotografías de ella a escondidas.
A pesar de su separación, esta mujer delgada y de voz suave ha asistido con frecuencia al juicio y ha afirmado que éste ha puesto de manifiesto la «banalidad» de los abusos.
Y es que, en el juicio, los abogados de Gisèle, Antoine Camus y Stéphane Babonneau, al contar los crímenes de Dominique Pelicot, agregraron referencias literarias.
«Todos contribuyeron a esta monstruosidad a su manera. Es la banalidad del mal de [la filósofa] Hannah Arendt», declaró Camus.
Aurore, superviviente de un incesto, tiene que vivir con el remordimiento de no haber hecho caso a sus instintos respecto a Dominique Pelicot.
«Si lo hubiera hecho, habría podido cambiar el curso de los acontecimientos», declaró el abogado de Aurore.
«Mi infancia ha desaparecido»
David, el mayor de los hijos Pelicot, es un hombre corpulento de 50 años que tiene un notable parecido a su padre.
Al subir al estrado esta semana, describió cómo al convertirse él en padre estrechó su relación con Dominique Pelicot.
Luego, con voz cada vez más angustiada y agarrándose al estrado como para estabilizarse, recordó el desgarrador detalle de la noche en que su madre le contó la detención de su padre. «Todos sabemos dónde estábamos cuando se produjo el tsunami», dijo.
Fotos de su esposa Celine, desnuda y embaraza de sus hijas mellizas, también fueron encontradas en los archivos de Dominique Pelicot. Ella estaba en el baño y las imágenes fueron capturadas con una cámara oculta.
Con la voz cargada de emoción, David describió cómo veía a su madre, frágil y perdida, de pie en el andén de un tren, con su vida reducida a su perro y una maleta.
Recordando las fiestas de cumpleaños que sus padres solían organizar para él y sus hermanos, para la envidia de sus amigos, dijo: «Mi infancia ha desaparecido; fue borrada».
El trauma que sacude a esta familia parece no tener fin. El hijo de David, que ahora tiene 18 años, se pregunta qué ocurrió realmente cuando su abuelo Dominique le pidió que «jugara a los médicos» de niño.
Sus hermanas menores, dijo el miércoles el abogado de la familia, «tendrán que encontrar su lugar en una familia en la que su abuela, su madre, su hermano y sus tías han sido víctimas de su abuelo».
El hijo menor de Caroline aún está profundamente afectado por la revelación cuidadosamente formulada, hace cuatro años, de que su adorado abuelo había lastimado a su abuela.
«Esta es sólo una muestra de la profundidad del sufrimiento causado por una violación en la familia», dijo el abogado Stéphane Babonneau en sus argumentos de cierre.
El veredicto del caso se espera para el 20 de diciembre. Dominique Pelicot enfrenta una sentencia de 20 años de cárcel, la máxima para el delito de violación en Francia.
Y para el resto de su familia, el trauma perdurará. Porque ninguno de ellos sabrá nunca con certeza lo que él pudo o no pudo haber hecho.
En uno de los videos grabados con mano temblorosa con un teléfono y que fueron mostrados en el tribunal, un hombre alto y desnudo está de pie en el centro de un dormitorio oscuro. Otro hombre está sentado en la cama, sonriendo, junto a una mujer inconsciente acostada de lado, roncando ligeramente.
Detrás de ella, sobre una cómoda, hay una fotografía, claramente distinguible a pesar de la escasa iluminación.
Es la familia Pelicot, muy unida en una playa, en un día soleado, y sonriendo a la cámara.