Fue como un relámpago. Al conocer el infame chantaje que sufrió Edmundo González, el presidente electo de Venezuela, en nuestra Embajada en Caracas, territorio español, no pude evitar recordar la insoportable coacción de la que fue objeto Emil Hácha, presidente de Checoslovaquia, el 15 de marzo de 1939 en la Cancillería del Reich en Berlín. Hácha había sido elegido presidente de aquel país en noviembre de 1938, tras los Acuerdos de Múnich, en los que Alemania, Reino Unido, Francia e Italia decidieron entregar a Alemania los Sudetes. Éste fue el inicio de la disgregación de Checoslovaquia que, con las posteriores cesiones de territorios a Hungría y Polonia, perdió el 30 % de su territorio y el 29 % de su población, mientras se iniciaba la deriva secesionista de Eslovaquia.
El 15 de marzo de 1939, Hácha (que tenía 67 años, una edad avanzada en aquellos tiempos), tras esperar durante horas mientras Hitler veía una película, fue recibido por el canciller alemán a la 1:30 de la madrugada. Tras ser amenazado por Goering con que la Luftwaffe bombardearía Praga si el Ejército checoslovaco ofrecía resistencia a la invasión alemana, Hácha cayó fulminado por un ataque cardiaco. El doctor Morel, el médico personal de Hitler, le puso una inyección, lo que permitió a Hácha tomar el teléfono y aconsejar la capitulación a su Gobierno y a su Ejército. Tras una nueva inyección del doctor Morel, a las 3:35 de la madrugada Hácha pasó al despacho de Hitler y firmó una declaración en la que «confiadamente colocaba el destino del pueblo checo en las manos del Führer y del Reich Alemán». Así terminó la Segunda República de Checoslovaquia, con la escisión de Eslovaquia y la constitución del Protectorado alemán de Bohemia y Moravia.
Estamos en 2024 y en la Embajada de España en Caracas no se han puesto inyecciones a Edmundo González por el médico personal de Maduro, pero es indudable que en territorio español se ha coaccionado, por parte de los siniestros hermanos Jorge y Delcy Rodríguez, al presidente electo de Venezuela para que firmase una declaración en la que asumía la victoria electoral de Maduro como condición para poder salir del país o, en caso contrario, debía atenerse a las consecuencias. «Hubo horas muy tensas de coacción, chantajes y presiones» expresó Edmundo González en su cuenta de X.
Este inconcebible episodio exige que Pedro Sánchez, José Manuel Albares, ministro de Asuntos Exteriores, y el propio PSOE den la cara, por una vez, en la tragedia de Venezuela y asuman su responsabilidad en unos hechos que nos avergüenzan a todos los españoles. Se comprenden mejor ahora las reticencias del PSOE en apoyar declaraciones parlamentarias reconociendo a Edmundo González como presidente electo de Venezuela.
Por cierto, no me resisto a comentar aquí cierto paralelismo entre Pedro Sánchez y Adolf Hitler en su llegada al poder, no por métodos violentos sino por pactos parlamentarios, en su maltrato y desprecio a la oposición, en su pretensión totalitaria de ocupar todas las instituciones del Estado y en ciertos rasgos de carácter como la egolatría, la mentira compulsiva, el incumplimiento de lo prometido, la falta de escrúpulos morales y el egoísmo en sus intereses personales. Hitler acabó muy mal. No se lo deseo a Pedro Sánchez. Sí que se vaya lo antes posible y que deje de dañar a España, a los españoles y a su propio partido.
Artículo publicado en el diario El Debate de España
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