
Crystal tiene casi cinco meses esperando todas las noches a su papá. Pero Luis Armando Táriba Malpica, de 28 años de edad, no regresa a casa desde el 17 de septiembre cuando se convirtió en un preso político más de Carabobo, por el que su madre pide revisión del caso y medidas cautelares urgentes ante su delicada condición cardiológica.
Cerca de las 4:00 p.m. de aquel martes, recibió la visita de funcionarios de la Policía Municipal de Valencia mientras cumplía con su horario laboral. Los uniformados llegaron al restaurante de comida asiática, ubicado en la avenida Bolívar, en el que trabajaba como mesonero, le pidieron su cédula de identidad laminada y se lo llevaron para hacerle algunas preguntas.
Desde ese momento está preso. Lo llevaron a la sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) de Naguanagua hasta el domingo. Ese día su madre, Priscilla Malpica, fue a llevarle comida y otros artículos de primera necesidad y le dijeron que no podían recibirlas porque había sido trasladado a El Helicoide en Caracas.
Una vez en la capital, fue llevado al tribunal de terrorismo para ser presentado. Ahí se desmayó debido al estrés y porque padece de nacimiento de un prolapso en la válvula mitral que no cierra en situaciones de mucha presión. Esto provoca que pierda la conciencia y necesite atención inmediata. Es una condición de alto riesgo para su vida.
Preso político sin atención cardiológica
En la audiencia le imputaron los delitos de terrorismo, traición a la patria y asociación para delinquir, vinculándolo con una organización norteamericana en contra del gobierno de Nicolás Maduro.
A su salida del tribunal lo trasladaron a la sede la Policía Nacional Bolivariana (PNB) de La Yaguara, donde colapsó y se desmayó en dos oportunidades más. “Me llamó y me pidió que lo sacara de ahí, estaba nervioso, llorando, descontrolado y fui a verlo, logré calmarlo un poco”, dijo.
Desde septiembre, Malpica solicitó que le realicen exámenes cardiológicos y psicológicos a su hijo, quien también padece de déficit de atención y trastorno obsesivo. Aunque el defensor público asignado le dijo que esas evaluaciones fueron aprobadas, no las han realizado.
Táriba estuvo hasta principios de diciembre en La Yaguara. Luego lo llevaron a la audiencia preliminar y, de ahí, a la sede de la PNB de Zona 7 ubicada en Boleíta, donde aún se encuentra.
En fechas cercanas a Navidad intentó suicidarse con unas cuerdas que consiguió. Sus compañeros de celda no se dieron cuenta porque estaban dormidos. Luis Armando Táriba Malpica desistió de ese plan cuando pensó en su hija Crystal de dos años, quien pasa el día besando una foto de su papá y preguntando por él.
La última vez que se desmayó fue el 10 enero. Ese día se asustó mucho durante una requisa y colapsó.
Si respuestas legales
En la audiencia preliminar le dijeron a Luis Armando Táriba Malpica que estaba en la misma causa junto a otras dos personas que él no conoce. Tampoco sabe de dónde son ni qué hacían cuando los detuvieron. Aún no lo han llevado a juicio.
El defensor público, de apellido Marcano, le dijo a su madre que hay dos cosas por las que se les vincula a su hijo con esos dos hombres. La primera es que en el bloc notas de su teléfono tenía el nombre de una de estas personas. Su madre explicó que, como mesonero, acostumbraba a anotar datos de clientes que le solicitaban reservas de mesa o pedidos particulares.
Otros de los aspectos que llamó la atención de las autoridades es la forma en la que vestía a diario Luis Armando Táriba Malpica. Siempre con ropa verde oliva o de camuflaje.
Su madre detalló que es parte de la obsesión que él tiene de ser coronel o general. Un sueño que no cumplió porque su condición cardiológica le impide hacer actividad física. “Empezó a hacerse vestimenta con ropa que compraba en rebaja, botas, morral, le pegaba banderitas de Venezuela y Estados Unidos a lo que se ponía. El transporte del trabajo era en moto y se compró un casco tipo táctico que le combinaba. Él se construyó esa fantasía de militar porque se sentía bien vestido así, representaba lo que quería hacer”, explicó.
Después de las elecciones presidenciales del 28 de julio, mucha gente, incluyendo a su madre, le dijo que no se vistiera así porque eso le podía generar inconvenientes, pero no hizo caso debido a su misma obsesión. Decía que se le notaba que no era militar. Pero él es alto y es catire por su descendencia alemana.
Mendigar para ver a su hijo
Priscilla Malpica es terapeuta psicosocial y, actualmente, no le están llegando pacientes suficientes para poder sustentarse económicamente ni costear los viajes a Caracas para visitar a su hijo preso.
Su única opción ha sido caminar por las calles de la urbanización El Trigal, en Valencia, donde ella vive, para pedir de dólar en dólar a quienes se consigue. Es así como logra ir semanalmente o cada 10 días a ver a su hijo preso.
En las visitas le lleva comida y artículos de higiene personal. Hace lo posible por comprarle pasta, arroz, café y harina de maíz para que cocine en una pequeña hornilla eléctrica que le permitieron tener en la celda.
Visiblemente afectada pidió que revisen el caso de su hijo, que lo saquen de esa causa en la que está porque él no conoce a las dos personas con las que lo vinculan. Pide además que le hagan los exámenes médicos solicitados y que le otorguen una medida cautelar para que regrese a casa con su hija Crystal que lo espera desde el 17 de septiembre.
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