La pasada semana, en ocasión del Día Internacional del Trabajador, me correspondió intervenir en la plenaria de la Asamblea Nacional en representación de la oposición democrática.
Solicité que en el proyecto de acuerdo que presentó la mayoría oficialista se incluyese un exhorto al Presidente de la República para que, el 1 de Mayo, decretase un incremento del salario mínimo al equivalente de doscientos dólares americanos.
El monto propuesto vino de lo acordado por consenso en el “Diálogo Social Tripartito” con metodología de la Organización Internacional del Trabajo y rigurosos análisis.
El equivalente a doscientos dólares americanos sería una salario de arranque para iniciar el rescate del valor del trabajo, se replicaría para cualquier remuneración, jubilación y pensión, tendría incidencia en los distintos ítems paralaborales -prestaciones, fideicomisos, bono sustitutivo de utilidades, vacaciones, cálculo de horas extras, aportes al IVSS, FAH y otros.
Al fijar el salario mínimo en el equivalente a doscientos dólares americanos todas las escalas y tablas salarias se incrementarían significativamente y se beneficiarían cerca de catorce millones de venezolanos.
Lamentablemente la mayoría oficialista negó nuestras propuesta para horas más tarde el Ejecutivo anunciar un aumento del llamado “ingreso mínimo mensual” efectivo a través de bono de guerra que no es salario -bono no es salario, conoce bien cualquier trabajador-, que sólo recibirán los empleados públicos no los privados y que no llegará a nuestros abuelos jubilados y pensionados.
Con la economía en alza, según voceros oficiales; con la producción petrolera en alza, otra vez, según voceros oficiales; no hay ninguna razón para que no se haya decretado un incremento significativo del salario mínimo y con él de los sueldos, salarios, jubilaciones y pensiones.
Se sabe suficientemente que el salario mínimo de Venezuela es el más bajo del mundo. Para comparación basta hacerlo con el de Haití, considerado el país más pobre de América cuyo salario mínimo a la fecha es de ciento sesenta dólares americanos, cuarenta y cinco veces más que los tres cincuenta dólares mensuales que es el equivalente de los ciento treinta bolívares que hoy recibe por este concepto un trabajador, también un jubilado y pensionado.
Concluí mi intervención llamando a que este fuese el último 1 de Mayo en que los trabajadores venezolanos recibiesen un salario de hambre.
En las manos de todos está.
He afirmado en cuanto escenario he tenido la oportunidad de hacerlo que mi primer decreto como Presidente de la República, de ser electo el 28 de julio, será un aumento de sueldos, salarios, jubilaciones y pensiones.
A la par que un acto de justicia social, el aumento de sueldos, salarios, jubilaciones y pensiones al incrementar el ingreso de millones de venezolanos, aumentará la capacidad de compra, dinamizando la economía local y favoreciendo a empresarios y emprenderos cuyos bienes y servicios ofertados serán demandados en mayor cuantía, elevando los niveles de producción y actuando como elemento motor para mejorar la productividad.
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