Desde los hábitos natatorios de las truchas muertas hasta la revelación de que algunos mamíferos pueden respirar por el trasero, esta es la ciencia que un grupo de destacados científicos en el Instituto Tecnológico de Massachusetts ha celebrado con motivo de la 34ª ceremonia anual de los Premios Ig Nobel. Los Ig Nobel, que no deben confundirse con los verdaderos Premios Nobel, reconocen los descubrimientos científicos que “hacen reír y luego pensar”.
He sido uno de los ganadores de este año. Cuando me enteré de que había recibido el premio, lo primero en lo que pensé fue en la señora que recogía mocos de las ballenas y en la rana que levita y me dije: “Por supuesto que quiero entrar en este club”.
Mi investigación concluye que la mayoría de las afirmaciones sobre las personas que viven más de 105 años son erróneas.
Un premio divertido para un trabajo serio
Empecé a interesarme por este tema cuando desmentí un par de artículos en Nature y Science sobre el envejecimiento extremo en la década de 2010. En general, las afirmaciones sobre la longevidad de las personas no se sostienen.
He rastreado a 80% de las personas mayores de 110 años en el mundo (20% restante procede de países que no se pueden analizar de forma significativa). De ellos, casi ninguno tiene partida de nacimiento. En Estados Unidos hay más de 500 de estas personas; sólo siete tienen partida de nacimiento. Peor aún, sólo 10% tiene certificado de defunción.
El epítome de esto son las “zonas azules”, que son regiones donde supuestamente hay un alto porcentaje de gente mayor de 100 años. Durante casi 20 años, se han promocionado, son el tema de montones de trabajos científicos, de un popular documental de Netflix, de varios libros de cocina sobre cosas como la dieta mediterránea, etc.
Okinawa, en Japón, es una de estas zonas. En 2010, un estudio del Gobierno japonés reveló que 82% de las personas mayores de 100 años en Japón habían muerto. El secreto para vivir hasta los 110 era no certificar su defunción.
El Gobierno japonés ha llevado a cabo una de las mayores encuestas nutricionales del mundo, que se remonta a 1975. Desde entonces hasta ahora, Okinawa ha tenido los peores datos en salud de Japón. Han sido los que menos verduras han comido, los que más han bebido.
¿Y en otros lugares?
Lo mismo ocurre con las demás zonas azules. Eurostat lleva un registro de la esperanza de vida en Cerdeña, la zona azul italiana, e Ikaria, en Grecia. Cuando la agencia empezó a hacer estos registros en 1990, Cerdeña tenía la 51ª esperanza de vida más alta de Europa entre 128 regiones, e Ikaria la 109ª. Es increíble la disonancia cognitiva que se produce. Con los griegos, según mis estimaciones, al menos 72% de los centenarios estaban muertos, desaparecidos o esencialmente eran casos de fraudes con las pensiones.
Origen de la confusión
El por qué de esos errores en los datos varía según el caso. En Okinawa, el mejor indicador para saber dónde está el mayor número de centenarios es fijarse en los lugares en los que los estadounidenses bombardearon los registros durante la guerra. Eso se debe a dos razones. Por un lado, si la persona muere, permanece en los libros de algún otro registro nacional que no ha confirmado su muerte. Si vive, pasa a un gobierno de ocupación que no habla su idioma, trabaja con un calendario diferente y falsea su edad.
Según el ministro griego responsable de las pensiones, más de 9.000 personas de más de 100 años están muertas y cobrando una pensión al mismo tiempo. En Italia, en 1997 se descubrió que unos 30.000 beneficiarios de pensiones “vivos” estaban muertos.
Las regiones en las que es más frecuente que la gente llegue a los 100-110 años son aquellas en las que hay más presión para cometer fraude con las pensiones, y también son las que tienen los peores historiales. Por ejemplo, el mejor lugar para llegar a los 105 años en Inglaterra es, en teoría, Tower Hamlets. Tiene más personas de 105 años que todos los lugares ricos de Inglaterra juntos. Le siguen de cerca el centro de Manchester, Liverpool y Hull. Sin embargo, estos lugares tienen los menores porcentajes de personas de 90 años y están considerados como los peores lugares para ser una persona mayor en el Reino Unido.
El hombre más viejo del mundo, John Tinniswood, supuestamente de 112 años, es de una zona muy dura de Liverpool. La explicación más fácil es que alguien haya escrito mal su edad en algún momento. Porque, sorprendentemente, mucha gente no recuerda su propia edad con exactitud.
Si nos fijamos en los datos del Biobanco del Reino Unido, ni siquiera las personas de mediana edad recuerdan habitualmente cuántos años tienen, o cuántos tenían cuando tuvieron a sus hijos. Hay estadísticas similares en Estados Unidos.
¿Qué significa todo esto para la longevidad humana?
La cuestión está tan oscurecida por el fraude, el error y las ilusiones que simplemente no lo sabemos. La salida clara es implicar a los físicos para que desarrollen una medida de la edad humana que no dependa de los documentos. Luego podemos usarla para construir métricas que nos ayuden a medir las edades humanas.
Los datos de longevidad se utilizan para hacer proyecciones sobre la esperanza de vida en el futuro, y esas proyecciones se utilizan para fijar las pensiones de todo el mundo. Estamos hablando de billones de dólares en pensiones. Si los datos son basura, también lo son las proyecciones. También significa que estamos asignando cantidades equivocadas de dinero para planificar hospitales para cuidar de los ancianos en el futuro. Las primas de los seguros se basan en esto.
En realidad, es muy probable que la longevidad esté ligada a la riqueza. Los ricos hacen mucho ejercicio, tienen poco estrés y comen bien. Acabo de publicar un preprint analizando los últimos 72 años de datos de la ONU sobre mortalidad.
Los lugares que constantemente alcanzan los 100 años con las tasas más altas según la ONU son Tailandia, Malawi, el Sáhara Occidental (que no tiene gobierno) y Puerto Rico, donde los certificados de nacimiento fueron cancelados por completo como documento legal en 2010 porque estaban llenos de fraudes a las pensiones. Estos datos son engañosos desde el inicio.
Espero que el Ig Nobel haga que estos datos se tomen más en serio. Pero aunque no sea así, al menos el público en general se reirá y pensará en ello, aunque la comunidad científica siga estando un poco picajosa y a la defensiva. Si no reconocen sus errores mientras yo esté vivo, supongo que conseguiré que alguien finja que no he muerto hasta que eso cambie.
Saul Justin Newman, Research Fellow, Centre For Longitudinal Studies, UCL
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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