Decía el politólogo Tulio Hernández meses atrás que el hecho de que Colombia se haya convertido en un receptor neto de emigrantes venezolanos nos ha hecho olvidarnos como el país vecino ha sido tradicionalmente un país que también eyecta a sus nacionales. Hernández, al reproducir cifras del CERAC (Centro de Estudios para el Análisis de Conflictos) aseguraba que “el tamaño de la migración del 2022 fue 2,7 veces el promedio de nacionales que emigraron cada año desde 2012”.
Y el drama continúa. En el año 2022 los nacionales que abandonaron el país rompieron todos los registros históricos. En ese año la emigración colombiana fue superior a la venezolana, lo que ya es mucho decir. La fecha coincide con la llegada al poder de Gustavo Petro, por lo que no es posible ignorar la relación de causalidad entre estos dos fenómenos. Pero veámoslo más en profundidad.
Las causas del éxodo han cambiado a lo largo del tiempo, pero es preciso anotar que la patria neogranadina pierde a sus hijos de manera sustantiva desde hace décadas. La violencia ha sido y sigue siendo la primera causa histórica, pero el deterioro del nivel de vida y la pobreza rampante animan al colombiano a fijar su mirada en otras latitudes. El colombiano de a pie dice que emigra en busca de seguridad, mejor calidad de vida y alejarse de la corrupción gubernamental. La inseguridad, la pobreza y la falta de oportunidades estarían, pues, en la base de la decisión de quien decide tomar las de Villadiego.
Las estadísticas del país que han sido recabadas por la Aeronáutica Civil y Migración Colombia dan cuenta de que más de 1.000 personas al día dejan el país con intenciones de radicarse en el exterior. Estamos hablando de 350.000 ciudadanos cada año que se sienten compelidos a emigrar. Y la Cancillería con cifras de los registros consulares resalta que hay 4 millones de colombianos residenciados por fuera de las fronteras, la mitad de los cuales salió en la última década. A esta hora se ha duplicado ya la tasa diaria de emigrantes con respecto a esa década.
Al examinar la composición de la diáspora actual es necesario destacar que en un alto porcentaje se trata de colombianos han sido víctimas del conflicto armado, así como personas en condiciones de pobreza extrema. En España, por ejemplo, uno de los lugares preferidos para el exilio voluntario, menos del 60% de los colombianos que intentan echar raíces cuenta con educación media y apenas 12% ha terminado estudios universitarios.
De los que están ya instalados en otras latitudes, poco menos de 2 millones se encuentran en Estados Unidos, 700.000 están legales en España y otro millón ha optado por países latinoamericanos como Chile, Ecuador y, en menor medida en la etapa actual, en Venezuela. Este país, que llegó a acoger 4 millones de colombianos en los años noventa no resulta atractivo en absoluto hoy para el emigrante del otro lado del río Arauca.
Por lo sostenido que ha sido en el tiempo y por su agravamiento en tiempos recientes, este fenómeno resulta inquietante para sus autoridades. Lo dramático del éxodo de la colombianidad al día de hoy es que más de la mitad de la ciudadanía, según encuestas de CID Gallup, quisiera radicarse en otro país.
Uno de cada dos colombianos tristemente considera que la grama crece más verde en otros sitios.
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