Un régimen criminal como es la narcodictadura de Maduro no solo mata, también roba, miente, coacciona, espía, acosa, manipula y se pasa por el forro de sus caprichos cualquier límite o cualquier convención moral. Cuando uno hace tratos con ese tipo de regímenes, inevitablemente acaba manchado, como demuestra el bochornoso episodio vivido en la residencia del embajador español en Caracas.
El gobierno de Maduro hizo públicos el contenido, las imágenes y los sonidos de ese encuentro para destrozar la reputación de Edmundo González Urrutia en vísperas de que el Parlamento Europeo le mostrara su apoyo como presidente electo de Venezuela. De paso, dejó a los pies de los caballos al gobierno español, tan solícito a la hora de colaborar en los enjuagues de Rodríguez Zapatero con la narcodictadura. Produce bochorno que, una vez implicado en esa negociación mafiosa entre verdugos y su víctima, el gobierno no fuera capaz de blindar lo ocurrido en la embajada para proteger a González y a la propia imagen de nuestra diplomacia, que ha quedado por los suelos. Las bromitas del siniestro Jorge Rodríguez, el hermano de Delcy, equiparando a nuestro embajador con un camarero, son la prueba palmaria del respeto que les inspira el penoso papel que estamos desempeñando allí.
El gobierno de España ha hecho bien ayudando a huir de Venezuela a un hombre aterrorizado, aunque ello haya brindado al régimen un triunfo moral. Pero una vez que Edmundo González está aquí y a salvo, el gobierno no puede seguir ejerciendo de camarero de los intereses de Maduro en Europa. Toda la facundia y la grandilocuencia de Sánchez a la hora de criticar a un Estado democrático como Israel se vuelven bisbiseos y disimulos cuando no abierta complicidad con los intereses del tirano de Caracas, tal como hemos visto esta semana en la votación del Parlamento Europeo.
La responsabilidad de un gobierno democrático y de un país con los lazos históricos, humanos y afectivos que España comparte con Venezuela exige mucho más que endulzar una extorsión con whisky y chocolatinas. Hace dos meses que se celebraron las elecciones que ganó la oposición y el régimen de Maduro no solo no ha reconocido su derrota, sino que ha desatado una represión feroz. Edmundo González está asilado en España, María Corina escondida en Venezuela, muchos de sus colaboradores recluidos bajo la protección de embajadas y las cárceles llenas de presos políticos. Si alguien intentó explorar una negociación para que Maduro abandonara pacíficamente el poder, a la vista están los resultados. Esa excusa ya no vale.
Al parecer Albares ha pedido comparecer ante el parlamento para explicar lo que ocurrió en la Embajada de España en Venezuela. Ya lo sabemos. Mejor sería que explicara qué va a hacer el gobierno a partir de ahora por los demócratas venezolanos. Ya puestos que nos explique también los negocios de Zapatero con el régimen, las misteriosas escalas del Falcon en Dominicana e incluso los pormenores de famosa y concurrida noche de Delcy en Barajas.
Artículo publicado en el diario El Debate de España
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