
Tengo hermosos y muy viejos muebles de paleta provenientes de la casa de Manuel Lobo, el padre de Belén, mi mujer. Coloco la mecedora frente al gran ventanal de la sala y allí espero el amanecer cuando aparece la bella e intensa luz de Caracas. Entonces admiro el cielo limpio y azul o me entristece su enfermiza blancura cubierta de nubes y el sol detrás de ellas, molesto porque no puede mostrar el poder del fuego que arde en él.
Y se abre ante mí la mañana y comienzo a advertir las líneas de los techos y edificios vecinos, un lejano y elegante chaguaramo plantado incorrectamente en la azotea de uno de ellos y los pájaros que cruzan el trozo de cielo que logran ver mis ojos. Las guacharacas o guacamayas pasan en pareja como puntas de flecha disparadas desde algún rincón del espacio y distintas aves de desigual tamaño, color y calidad de vuelo también cruzan desde espacios distintos y variados propósitos; todas ellas convertidas desde la antigüedad en símbolos de espiritualización.
Los pájaros me conmueven porque parecen considerados como seres en estado superior del Ser, como si fuesen el alma que vuela del cuerpo después de la muerte y me ronda el asustado susurro de los cuentos y mitos que recorren siglos de asombro porque aseguran la existencia de unos pájaros que hablan y cantan expresando así nuestros más iluminados deseos o nefastos vaticinios, y los hay también que son mensajeros de nuestros anhelos y suspiros de amor.
Un pájaro azul es para los simbolistas el equivalente de la rosa azul que representa lo imposible y es precisamente el azulejo o pájaro de jardín, también dueño de numerosos nombres, el único que penetra en la verde enredadera de jazmín que marca el límite de mi casa con el jardín vecino.
¿Es macho? ¿Es hembra? Atino a verlo desde la mecedora en la que me siento a esperar el nuevo día. Entra y se pierde en la espesa masa del follaje, se desplaza allí porque observa que se mueven algunas ramas; pero luego todo permanece inmóvil y es cuando llega el segundo azulejo y se pierde también entre el ramaje. ¿Qué buscan todos ? ¿ Qué hacen todos? Si pudiera instalar un dispositivo que grabara sus actividades me daría a por satisfecho, pero me niego a hacerlo porque sería violar la intimidad de los pájaros; tampoco soy de los que sólo piensan en el sexo aunque se diga que es uno de nuestros más terribles y poderosos enigmas. Sin embargo, me extravío imaginando nerviosos y crujientes aleteos azules.
Pasados algunos instantes, uno de los azulejos sale veloz de la espesura como si escapara de sí mismo y luego, el otro en dirección opuesta. Quedo perplejo, intrigado por estos raros y apresurados tejemanejes de jardín y me doy cuenta de que por causa de los azulejos he dejado de ver el cielo azul y poco me ha importado, esta vez, la espléndida luz de Caracas y el paisaje urbano que todas las mañanas deleita a mi mirada. Me avergüenzo del ridículo espionaje en que me vi envuelto y los delirantes pensamientos que volaron en mi mente como pájaros enfermos o sin destino, porque recordé que también se dice que los azulejos son mensajeros que llegan a nuestras casas cargados de amor anunciando que la felicidad y la abundancia vienen en camino.
¡Y aliviado de la pena causada por el repudiable e ingrato espionaje termino acariciando la espléndida mañana! Entonces mi alocada y escurridiza memoria se activa buscando otra historia y, enternecido ya a punto de derrumbarme en lágrimas, veo a Judy Garland atormentada y envejecida cantando por última vez en el Orange Bowl de Los Ángeles la canción que la hizo famosa como Dorothy, la niña del Mago de Oz. Y al mencionar a los azulejos que vuelan más allá del arcoíris, Judy enferma y destruida, con una voz desgarrada por el infortunio se pregunta: ¿por qué no puedo volar yo?
Y yo mismo, sentado en la mecedora que fue de Manuel Lobo contemplando la espléndida luz de la mañana, el cielo despejado y azul y los pájaros que visitan mi jardín, me pregunto: ¿Por qué no puedo yo volar más alto y desprenderme de esta pesadilla armada y militar, ajena y autoritaria que impide verme a mí mismo en un país que alguna vez fue mío, pero que se desvanece asaltado por una abusiva usurpación y una corrupta mediocridad?
¿Por qué no puedo yo alzar vuelo y perderme más allá del arcoíris… como los azulejos de Judy Garland?
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