Creador fundamental de las artes venezolanas, infatigable en sus búsquedas conceptuales y estéticas, Alirio Oramas fue artista visual, promotor cultural, museógrafo y educador. Entre los numerosos reconocimientos que recibió por su obra, destaca el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1951
Por BÉLGICA RODRÍGUEZ
En la monografía-catálogo sobre la vida y obra de Alirio Oramas publicada a propósito de su exposición antológica, 1946-2005, Del misterio a las revelaciones (Galería de Arte Nacional de Caracas, diciembre 2005-marzo 2006), se lee una declaración definitoria de su posición ante la creación y el pleno desarrollo artístico: “Yo he sido toda mi vida un investigador. No me considero un pintor convencional de caballete… Yo soy un pintor de ideas. No soy un pintor de cuadros”. A propósito de esta suerte de confesión de Oramas, en la misma monografía leemos el texto de Juan Calzadilla, venezolano, gran crítico e investigador de arte, pionero y maestro, publicado en el catálogo de la exposición de 1991 en la Galería D´Museo, que acertadamente plantea que “casi todo el rigor que se encuentra en la obra de Oramas ha sido consecuencia de una evolución articulada entre la pintura y la necesidad de identificar realización con ideas, y eso es lo que, en su trabajo temprano, lo condujo a un planteamiento abstracto del cual, comenzando los cincuenta, fue Oramas, junto a otros artistas, un adelantado”; el análisis de Calzadilla es perfectamente aplicable al conjunto de pinturas que realiza en los años noventa y principio de los dos mil, a mostrarse próximamente en una exposición celebratoria de los cien años de su nacimiento titulada “los 90 de Alirio Oramas”.
Precisamente, en la estética plástica del artista, la abstracción de los años cincuenta junto a la importante y abundante obra informalista de los primeros años de la década de los sesenta (1961, 62 y 63) será una base sólida en sus preocupaciones por concebir la producción de arte como una consecuencia de elaboraciones plásticas de ideas e investigación de conceptos teóricos fundamentales; aquí es preciso mencionar sus reflexiones sobre el comportamiento de la línea, la forma, el color y los materiales imprescindibles para crear un plano espacial activo y así estructurar lo que definirá como la “realidad tangible” de la idea sobre un soporte, siguiendo la conceptualización general de su pintura. Una consecuencia de esta posición se refleja en su interés por las diferentes investigaciones plásticas de las vanguardias históricas y de aquellas del subyugante presente, tanto nacionales como internacionales. Incursiona con mucho interés en los diferentes movimientos plásticos de su actualidad como la abstracción geométrica y el expresionismo, así como también en el informalismo, tendencia dentro de la que, a su manera, realizó un importante trabajo pictórico al experimentar con figuraciones poéticamente veladas que originan el período del apreciadisimo tema de las Manzanas (años sesenta), que a base de veladuras y superposición de capas pictóricas influirá en el desarrollo del informalismo que se produce en América Latina. Esta condición conllevó a un posicionamiento inédito del trabajo pictórico de Oramas en los movimientos artísticos de su presente, partiendo desde un comportamiento de seriedad creadora en sus inicios hasta una etapa formativa y como artista plástico reconocido comenzará a formar parte de la historia moderna del arte de Venezuela y de América Latina.
Con pasión a Oramas le interesó y practicó el cambio constante en su trabajo. Concibió como laboratorios los muchos talleres que tuvo, templos sagrados donde le correspondía ser el máximo y gran sacerdote capaz de dominar sus demonios a través de inspiraciones creadoras fecundas sin ningún tipo de prejuicios estéticos. Es representativa la pintura correspondiente a su penúltima etapa pictórica que abarca desde finales de los años ochenta hasta principio de los dos mil, una síntesis de preocupaciones y planteamientos teórico-conceptuales entre elementos plásticos del arte abstracto geométrico de los cincuenta y los recursos pictóricos derivados del informalismo de los sesenta, períodos representativos en toda su trayectoria. Se debe considerar a Alirio Oramas como un intelectual, poeta e investigador acucioso del fenómeno de la creación plástica y su desarrollo teórico y práctico, tanto local como internacional, siendo un artista creador fiel a sus principios, se relacionó siempre con su tiempo y contexto social, estudioso de la historia del arte y testigo de primera fila interesado en los grandes cambios que se operaban en las escenas de fuerte torbellino creativo de Europa en el universo de las artes plásticas desde finales del siglo XIX. Viaja a París en 1951. Su vida correspondió a un persistente trabajo para aclarar las dudas artísticas y existenciales que frecuentemente le asaltaban; así se preparó intelectualmente en la literatura, la poesía, la historia del arte y el estudio de las vanguardias artísticas que cambiaron el mundo. Nació en 1924. En una primera época formativa en la Escuela de Artes Plásticas de Caracas rechazó las convenciones academicistas de una educación que no satisfacía a los estudiantes de la época, y bajo la tutela de un gran maestro, Antonio Edmundo Monsanto, pintor-director de la escuela e inspirador de muchas de las preocupaciones creadoras e innovadoras a las que Oramas no escapó, le tocó desarrollar y avanzar partiendo de sus propias ideas gracias a una fuerte personalidad y solidez en sus conceptos.
Un momento histórico que marca el quehacer artístico de Oramas, y el de otros artistas de la época, es su asociación al Taller Libre de Arte (creado en 1948), fue director por tres años de aquel centro de formación que por definición de “libre” hará historia al convertirse en difusor de ideas renovadoras ofreciendo una enseñanza sin academicismos ni restricciones. Sin embargo, hay que hacer honor a la Escuela de Artes Plásticas de Caracas que entre 1945 y 1950 formó una generación de artistas que se marcha a Europa, sobre todo a París, y que gracias a Monsanto y otros profesores, había sido iniciada en el conocimiento de los novedosos planteamientos plásticos del cubismo y el expresionismo, elaborando cada quien su propia versión de estos códigos plásticos al estar en contacto directo con otras concepciones de arte. Esta importante generación, al regresar a Venezuela, iniciará nuevos momentos en el arte del país. Allí estará Alirio Oramas. Un período muy conocido y analizado en la historia del arte de Venezuela especialmente con el grupo Los disidentes como protagonista.
En la serie de pinturas de los años noventa, ya casi última etapa de su vida, Oramas realiza una obra de factura muy compleja cargada de misterio y simbolismo, así como de un poderoso cromatismo que podría tomarse como una síntesis de todos aquellos planteamientos desarrollados desde los años cincuenta, incluso del que calificó de “realismo subjetivo” con la serie Cometas y Papagayos; su espíritu investigativo buscó la vibración surcando la idea y la realidad del movimiento virtual a través de una estructura tridimensional – plana de un objeto que libremente se mueve y vibra en el espacio; al final, siendo bidimensional, este objeto pictórico corresponde a una superficie plana cuya dimensión espacial activa se divide en varios segmentos, uno, de fondo, tratado con la técnica divisionista del color a fin de lograr superficies cromáticas vibratorias y otro, como segundo plano, estructurado con líneas ligeramente valorizadas que forman figuras geométricas no estáticas.
Este grupo de obras de los años noventa muestra como Oramas nunca abandonó sus rasgos plástico-visuales más distintivos logrados desde los exitosos resultados pictóricos presentes en su obra primera, una de las características que hace que la obra toda de este artista se sostenga con solidez en la historia contemporánea del arte en Venezuela.
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