“No somos espectadores del proceso político nacional y de los gravísimos problemas internos; somos actores en la vida pública del país”. Rómulo Betancourt
El título de mi artículo de esta semana evoca la memoria de un aguerrido periodista y estimado amigo que, aunque ha dejado este plano, sigue vivo en el recuerdo de este país gracias a su notable trayectoria. “Las verdades de Miguel” no solo se refiere a su legado, sino que también se aplica a otra figura emblemática del periodismo venezolano: Miguel Henrique Otero, presidente y editor del diario El Nacional. En una reciente jornada celebrada en Madrid, que resonó con fuerza entre la diáspora venezolana, Miguel Henrique Otero alzó su voz en defensa de la libertad de expresión y la democracia, recordando con vehemencia a los 8 millones de venezolanos que votaron por Edmundo González y a los 6 millones que fueron privados de su derecho al sufragio. Como muy bien se ha señalado: este recordatorio no solo simboliza la lucha por la democracia en Venezuela, sino que también sirve como una advertencia para España, que enfrenta sus propios desafíos democráticos.
En tal sentido, en su intervención, Miguel, a quien me refiero así con todo respeto, en Madrid, donde reside desde que se exilió en 2015 debido a la persecución del régimen de Nicolás Maduro, no escatimó en críticas hacia el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, acusándolo de intentar silenciar voces críticas bajo el pretexto de combatir las fake news. “Pedro Sánchez, que le quede claro: la libertad de expresión es un derecho fundamental. Su proyecto para frenar los bulos no es más que una cortina de humo para acallar las voces incómodas”, afirmó con una firmeza que podría haber hecho temblar al propio Sánchez. Esta crítica se inscribe en un contexto más amplio: la creciente preocupación por la libertad de prensa en España, donde se han denunciado intentos del gobierno por desacreditar a medios disidentes. Además, recordó con acierto que “la historia está repleta de ejemplos donde el control mediático conduce al autoritarismo y erosiona la democracia”.
La frase: “Hoy venimos del futuro, parte dos” podría parecer un chiste de mal gusto, pero es una seria advertencia de Miguel a la sociedad española. Invita a reflexionar sobre la esperanza de un cambio inminente tanto en Venezuela como en España. Por supuesto, mientras el eco de su discurso resuena en los corazones y mentes de muchos, queda claro que el camino hacia una verdadera democracia es arduo y está plagado de desafíos. La ironía no se pierde: mientras algunos luchan por sus derechos en un país desgarrado por crisis políticas y económicas, otros parecen estar jugando con fuego en el viejo continente. ¿Acaso estamos condenados a repetir los mismos errores? Como para afianzar los riesgos que se enfrentan en la Madre Patria y por estos lares, recurrió a acusaciones sobre las alianzas entre Sánchez y el régimen de Maduro, incluyendo la importación de petróleo venezolano y las infames “maletas de oro” de Delcy Rodríguez, que revelan fehacientemente un preocupante paralelismo entre ambos gobiernos. Por eso, Miguel cuestionó enfáticamente: “¿De qué lado de la historia quiere quedar usted, Sánchez?”, instando a los españoles a reconocer la importancia de defender su democracia.
Así las cosas, la defensa de la democracia, tanto en Venezuela como en España, es un imperativo moral y político en un contexto donde las libertades están bajo amenaza. De allí que las recientes declaraciones de Miguel Henrique Otero resuenen como un llamado urgente a la acción, no solo para nosotros los venezolanos, sino también para los españoles que enfrentan desafíos similares en su propia casa ante las garras del autoritarismo. Y en ese sentido, la historia reciente de Venezuela es un claro recordatorio de lo que sucede cuando se permite que el autoritarismo se instale, peor aún, por utilizando los medios de que dispone la democracia para acceder al poder. Para muestra… lo sucedido acá, desde el ascenso de Hugo Chávez, por elecciones libres y democráticas, hasta la actual presidencia de Nicolás Maduro, el país ha sido testigo de un deterioro sistemático de sus instituciones democráticas. Este proceso ha llevado a una crisis humanitaria sin precedentes, “crisis humanitaria compleja”, para ser exacto conforme a la terminología empleada por organismos internacionales, donde millones han huido buscando refugio en otras naciones, incluyendo España. La diáspora venezolana no solo es un fenómeno migratorio; es una manifestación palpable del deseo de libertad y dignidad, algo que muchos parecieran no entender.
En ese contexto, España no es ajena a las tensiones democráticas. Las críticas crecientes y preocupantes a la gestión del primer ministro Pedro Sánchez y su relación con el régimen venezolano han generado un clima de incertidumbre política. La reciente moción del Congreso instando al Gobierno español a reconocer a Edmundo González como presidente legítimo de Venezuela es un reflejo de esta tensión. Sin embargo, este reconocimiento no debe ser visto solo como una cuestión diplomática; es un acto simbólico que subraya la importancia de defender principios democráticos universales. Por eso, es irónico que en un momento donde la libertad de expresión debería ser celebrada, existan intentos de silenciar voces críticas bajo el pretexto de combatir las fake news. Ante estos subterfugios, Miguel ha señalado correctamente que este tipo de medidas son más bien tácticas para acallar disidencias. Frente a esas tentativas es menester recordar que la defensa de la democracia implica no solo el derecho a votar, sino también el derecho a criticar y cuestionar a quienes nos gobiernan. En este sentido, tanto los venezolanos como los españoles deben recordar que la vigilancia sobre el poder es fundamental para mantener la libertad.
Entre líneas, ¿cuál es el mensaje de Miguel, con sus verdades? Que la defensa activa de la democracia requiere más que palabras; necesita acción de la sociedad toda. Nosotros los venezolanos debemos seguir alzando nuestras voces, como muy bien lo hizo Miguel en Madrid, y luchando por un futuro donde nuestros derechos sean garantizados. De igual manera, los españoles deben estar atentos a las señales de erosión democrática en su propio país y actuar en consecuencia. La historia nos enseña que el silencio ante las injusticias puede llevar a consecuencias devastadoras y por acá sobran los ejemplos. Según los dichos de Miguel, ambos pueblos compartimos una responsabilidad: proteger nuestras democracias frente a las amenazas internas y externas. En este sentido, el eco del discurso de Miguel debe ser un recordatorio constante: la democracia no se regala; se conquista. Así que, tanto venezolanos como españoles, ¡a levantarse! La democracia necesita guerreros comprometidos, no espectadores pasivos.
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