Siendo que he mantenido la atención a través de mis escritos en el tema del retroceso de la democracia en el mundo por una parte y la del multilateralismo global por la otra, considero que se hace necesaria una reflexión crítica relacionando ambos asuntos. Empecemos con las Naciones Unidas que en estos momentos celebra su 79° periodo de sesiones de la Asamblea General en el llamado segmento de Alto Nivel.
Las Naciones Unidas no abogan por un modelo específico de gobierno, pero promueven la gobernanza democrática como un conjunto de valores y principios que deberían seguirse para la mayor participación, igualdad, seguridad y el desarrollo de todos los seres humanos. Sin embargo, las palabras iniciales de la Carta, “Nosotros los pueblos”, reflejan el principio fundamental de la democracia: que la voluntad del pueblo es la fuente de legitimidad de los Estados soberanos y, por tanto, de las Naciones Unidas en su conjunto.
El fundamento de la relación entre la organización y la democracia lo encontramos en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966), que establece la base jurídica de los principios de democracia con arreglo al derecho internacional de las Naciones Unidas, en particular: la libertad de expresión (artículo 19); la libertad de reunión pacífica (artículo 21); el derecho a la libertad de asociación con otras personas (artículo 22); el derecho y la oportunidad de tomar parte en la conducción de los asuntos públicos, directamente, o por conducto de representantes libremente elegidos (artículo 25).
Por consiguiente, la ONU está consustanciada con los valores democráticos a pesar de que gran parte de sus miembros no pueden ser calificados como países tales. Ejemplo de ello ha sido su actuación relevante en las olas democratizadoras en el mundo el siglo pasado, a saber, según Samuel P. Hungtinton: “La que va de 1945 a 1960, que nace con el fin de la II Guerra Mundial con mucha fuerza gracias a la descolonización. Periodo muy breve por la proliferación de las dictaduras en América Latina, Asia y África a principios de los años sesenta; la segunda ola propició que una serie de países fueran estableciendo y perfeccionando la democracia como sistema político: Alemania (Occidental), Italia, Austria, Japón y Corea, Uruguay, Brasil, Costa Rica, Argentina, Colombia, Perú, Venezuela, India, Srilanka, Filipinas y Nigeria; y la tercera que comienza en 1974 con la Revolución de los claveles y continua en Grecia y después en España. La expansión democrática llegó desde el Mediterráneo hasta América Latina y Asia Oriental para llegar a la Europa del este a finales de los 80, con la desintegración soviética”.
En todos estos procesos la organización mantuvo su atención y acción siendo fundamental la labor de la Comisión de Derechos Humanos (hoy Consejo) por la relación entre tales derechos universales y la democracia. Por otra parte, el rol activo en las misiones de observación electorales alrededor del mundo, muchas de ellas en zonas de conflicto con presencia de los cascos azules, daba cuenta de ese compromiso que se hacía en complemento con el de organizaciones regionales, cabe destacar la Organización de los Estados Americanos regidos por la Carta Democrática Interamericana y organismos como la Unión Europea el USAID y el National Endowment for Democracy, entre otros.
En este siglo los avances del llamado progresismo, el autoritarismo disfrazado de socialismo, la revitalización de movimientos fundamentalistas, la mundialización china a través de sus proyectos de la franja y la ruta, el nuevo imperialismo ruso y el faro derruido de la Revolución cubana en América Latina, han contribuido al avance del totalitarismo socavando la democracia mundial.
De toda esta corriente, las Naciones Unidas y otros actores de la gobernanza global han sido afectados. Por demás, es conocido el posicionamiento en cuadros altos y medios de la burocracia mundial de funcionarios chinos y de origen socialista de todos los continentes. Basta identificar quiénes lo dirigen y constatar que, hasta el más emblemático, el secretario general Guterres, viene de militancia izquierdista.
Para corroborar el avance del autoritarismo y la relativización de los valores asociados a la democracia por parte de la gobernanza global revisemos someramente dos de los mayores trabajos en los que ha estado involucrada la organización: Los Objetivos de Desarrollo Sostenibles, que fueron adoptados por las Naciones Unidas en 2015 “como un llamamiento universal para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que para el 2030 todas las personas disfruten de paz y prosperidad” y el Pacto del Futuro recientemente adoptado, que es un documento de la ONU con 56 puntos que “establece una visión y plan de acción para abordar desafíos globales, centrándose en 5 áreas principales: desarrollo sostenible; paz y seguridad internacionales; ciencia y tecnología; juventud y generaciones futuras, y transformación de la gobernanza mundial”.
Sobre estos dos asuntos, que fueron elaborados y adoptados en consenso por los miembros de la ONU, voy a comentarlos empleando el viejo adagio de “tan importante es lo que se dice, como lo que no se dice” y veremos por qué.
Además de los conflictos armados, el cambio climático, las pronunciadas desigualdades en los niveles de desarrollo, el hambre y la miseria y la amenaza de los virus, hay un telón de fondo ideológico detrás que las enmarca y es la gran escisión mundial entre dos grandes bloques: los autoritarios y los demócratas. Año tras año los índices sobre el estado de la democracia en el mundo se han vuelto más preocupantes, afectando no solo a los países en particular sino a la propia gobernanza global. Sin embargo, el tema de la democracia y sus valores están completamente marginados en cuando se leen estos importantes documentos. No hay un marco referencial político consensuado para el logro de los objetivos. En otras palabras, la democracia no se considera importante para la evolución de la humanidad en estos documentos.
Lo mismo estamos observando en los discursos presidenciales de esta semana en la Asamblea General. Escasamente pronuncian el término democracia en sus alocuciones, a pesar de ser un tema de la mayor relevancia, incluso en la primera potencia mundial.
De no tomarse las medidas urgentes y en conjunto de la comunidad internacional definitivamente la mención de la palabra democracia se convertirá en un anatema dentro del concierto de naciones.
Se ha dicho que la democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las otras formas que han sido probadas de vez en cuando. Winston Churchill
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