Estas últimas horas han sido de expectativa vigilante de nuestra nación. Los ciudadanos quieren un cambio profundo del modelo de estado y sociedad implantado por el socialismo del siglo XXI. Los efectos de este modelo han sido tan catastróficos que, salvo los cuadros colaboracionistas, todos los demás factores de nuestra sociedad claman por una salida urgente de la barbarie roja del poder.
La sociedad democrática definió con precisión desde hace ya un buen tiempo que ese cambio lo impulsaríamos por la ruta electoral, participando y ejerciendo (aún en circunstancias muy difíciles) el voto.
Atrás quedó la abstención como instrumento de protesta política, como mecanismo para buscar la rectificación de un sistema político. En el desarrollo de la ruta electoral la participación y la abstención son derechos democráticos de una sociedad. Sobre el particular sentó doctrina desde el siglo pasado un pensador y luchador como lo fue el ex presidente democristiano Luis Herrera Campins. En notable documento, donde examinaba la estrategia y la táctica, para enfrentar la dictadura de Marcos PérezJiménez, el presidente Herrera dejó sentada la tesis de que la abstención es una herramienta útil en sociedades civilizadas, con solidas instituciones democráticas. Democráticas. Expreso que en una dictadura era más conveniente votar.
La ruta electoral ha sido, a partir de 1958, para la inmensa mayoría de los factores políticos venezolanos el camino para acceder al poder. Generaciones enteras, entre otras la mía, solo hemos actuado el terreno pacífico y electoral. Hay otros factores que han apelado a la violencia y a la guerra para intentar acceder al poder. Después de restaurada la democracia, hubo diversos intentos de obtener el poder por las armas y no por los votos. En esa importante historia, además de la guerra de guerrillas que nos lanzó el difunto dictador cubano Fidel Castro, en la década de los 60, tiene relevancia especial la intentona golpista ejecutada por una logia militar, comandada por el entonces comandante Hugo Chávez; que si bien fue derrotada militarmente, se convirtió en el pivote con el cual se armó un amplio movimiento político de sectores de la izquierda “borbónica” y del rancio militarismo resiliente, que usando los canales de la democracia lograron acceder al poder, para instalar finalmente una dictadura del siglo XXI que ya lleva 25 años en el poder.
Para derrotar a la dictadura chavo madurista la sociedad venezolana ha librado una larga lucha de resistencia. Ha habido una majestuosa capacidad de resiliencia ciudadana a la imposición del llamado modelodel “socialismo del siglo XXI”. La resistencia ha sido mayoritariamente pacífica, constitucional y democrática. Algunos sectores minoritarios han buscado mecanismos violentos para lograr el cambio, y llegó a producirse un movimiento cívico-militar el 11 de abril del 2002, que desplazó por horas al jefe del gobierno de su control.
Hoy podemos sostener con absoluta rigurosidad histórica y política que la mayoría hemos apaleado a herramientas pacíficas y constitucionales. La protesta pacífica es un derecho establecido en el artículo 68 de nuestra constitución. La protesta electoral, mediante la no participación en un proceso electoral (la abstención) es una táctica pacífica y legal, en el marco de un proceso electoral.
Y tal y como lo sostuvo el expresidente Herrera en el documento citado de 1957, esa forma de protesta tiene sus efectos en sociedades democráticas, con gobernantes forjados en esos valores. En una sociedad autoritaria, con personajes autócratas al frente del poder, la abstención como ejercicio del derecho a la protesta pacífica, no surte efectos y paraliza la acción política. Ya los venezolanos lo hemos comprobado.
La sociedad venezolana ejerció la protesta pacífica de calle y la protesta civilista de la abstención. Esas protestas las ha utilizado la camarilla roja para criminalizar a la dirigencia, lanzar acciones represivas de alto impacto, corromper la política, impulsar la fragmentación de la sociedad e impulsar el fraude, en procesos electorales donde se quedaron solos en el escenario.
Ese comportamiento lo advertimos desde el 2005. Cuando se planteó el retiro de la oposición de la elección parlamentaria de entonces, me opuse en la dirección nacional de Copei (siendo yo el secretario generalNacional) a lanzar esa estrategia. Una mayoría de compañeros, tocados por la corriente de opinión dominante entonces, y/o desagradados por no ser candidatos en las planchas propuestas, hicieron mayoría para acompañar la decisión anunciada ese día por el secretario general de AD, diputado Henrry Ramos Allup, de retirarnos de ese proceso.
Luego, en 2018, con ocasión de la elección presidencial de ese año, promoví la participación y propuse a los líderes más representativos de entonces, ir al proceso y presentar una candidatura del mundo académico político para derrotar entonces a Maduro. Recuerdo, como si fuese hoy, mi diálogo, en aquellos días, con Henrique Capriles. Le expresé mi tesis. Él me comunicó su esperanza en la mesa de negociación de República Dominicana, donde aseguraba se lograría el levantamiento de las inhabilitaciones políticas y la liberación de los presos políticos. Le comuniqué mi percepción de que eso no se lograría. Fracasada esa mesa de negociación insistí en la candidatura unitaria por acuerdo, pero los factores dominantes de entonces decidieron la protesta pacífica de la abstención. Mi postura quedó reflejada en mi columna semanal del día miércoles 22 de noviembre de 2017, cuyo título es: “La hora del desprendimiento”, publicada por el diario El Nacional.
Entonces el gobierno buscó impulsar a actores políticos a participar. Hubo los que lo hicieron movidos por valores y principios. Hubo otros que lo hicieron como agentes mercenarios, que vieron en la contienda electoral de 2018, una oportunidad para hacerse fácilmente de unos cuantos miles o millones de dólares.
En los eventos electorales de 2005 y de 2018, a los que la mayoría de los factores políticos decidieron no concurrir, estuve en desacuerdo como se evidencia de los medios de la época, pero no quise ser un rompe grupos, un esquirol. Le di en ese momento prioridad a la unidad de los factores, y entendí que era una estrategia de lucha pacífica para que la cúpula roja rectificara. Por supuesto que eso no ocurrió.
Ya para la elección parlamentaria del 2020 la distorsión y el secuestro de los partidos políticos cerraron los espacios de participación, hasta el punto que se diseñó una elección con fraude a la Constitución, y un sistema que no ofrecía alternativas para votar. A partir de entonces consideré que era necesario impulsar la participación en los eventos electorales, promoviendo la participación ciudadana con elecciones primarias y con un compromiso unitario.
En las regionales del 2021 se dio la participación electoral, pero no se lograron, ni primarias, ni esquemas unitarios. En el año 2021 y 2022 creamos, junto a otros valiosos compatriotas, el Movimiento Venezolano por el Revocatorio (MOVER), para impulsar la acción política y la participación electoral de la sociedad. Maduro, a través del inefable Dr. Jorge Rodríguez, de forma expedita, abortó el proceso de tramitación del referéndum revocatorio presidencial. De esa forma violaron de manera directa el artículo 72 de nuestra carta fundamental.
La iniciativa refrendaria no fue acompañada por los principales factores políticos del país. Entonces asumí con mayor determinación la acción política para lograr involucrar a la ciudadanía en la tarea de impulsar el cambio político. Iniciamos desde el mismo 23 de enero de 2022 la campaña para promover la celebración de elecciones primarias destinadas a elegir un candidato presidencial unitario, esta vez por votos, no por acuerdos.
Exprese en el momento del aborto del proceso revocatorio que Maduro estaba huyendo del juicio de los ciudadanos. El control del poder absoluto le había permitido no someterse al proceso electoral revocatorio, pero lo que no iba a poder evadir era la elección presidencial prevista al término del período constitucional. De ahí entonces, surge con fuerza y determinación el planteamiento de las primarias.
Afortunadamente la mayoría de los factores políticos fueron asumiendo esta tesis y se logró, el 16 de mayo de 2022, un acuerdo en el seno de la Plataforma Democrática para promoverlas y convocarlas. El 22 de octubre del 2023 se efectuaron esas primarias con el resultado conocido. Ese proceso marcó un hito y definió una nueva realidad política.
María Corina Machado asume, luego de las primarias, el liderazgo de la oposición democrática. Define una hoja de ruta clara y contundente: la ruta electoral. Anuncia que vamos “hasta el final”. Es decir, hasta lograr la democracia. La dictadura de forma manipulada armó una campaña para lanzar sus ya conocidas tácticas. Hostigar, criminalizar, corromper y fraccionar. Vendió la idea de que “hasta el final” era la violencia y la abstención. Maduro y su camarilla pensaron que era posible con esa táctica lograr el retiro del proceso electoral de la oposición democrática y de su líder María Corina Machado.
Han apelado a todo género de arbitrariedades y fraudes para desalentar a la sociedad y buscar ese retiro, pero la ruta electoral se ha mantenido firme. A diferencia del 2018, en esta oportunidad, todos los factores tienen clara la ruta y firme el compromiso de asistir al proceso electoral. Sorteando todos los obstáculos se definió ya la candidatura unitaria del embajador Edmundo González Urrutia. Esa candidatura no se hubiese podido acordar, si previamente no se hubiesen efectuado las elecciones primarias.
A esta hora en la que escribo, lunes 22 de abril por la madrugada, la cúpula roja continúa maquinado para continuar sacando conejos de un sombrero. Buscan la forma de colocar nuevos obstáculos. Lanzan campañas de guerra sucia y desinformación. Buscan ganar tiempo para darle un zarpazo al proceso electoral.
Están a tiempo de no seguir cometiendo errores. Lo sensato es que no aborten esta elección, con la arbitrariedad con la que mataron el referéndum revocatorio. Dios quiera y vayan ya, de una vez por todas, al proceso pautado para el 28 de julio. Ese día el país se va a pronunciar. Los venezolanos que apelan el cambio tienen una opción seria, viable y confiable. Hoy la oposición democrática no es una simple oposición, es una opción real de poder que se prepara para impulsar, asumir y conducir una transición a la democracia con la candidatura de Edmundo González Urrutia y el sólido liderazgo de María Corina Machado.
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