En las profundidades de la resiliencia humana, la diáspora venezolana en Washington, D.C. ha tejido una historia de fe, tradición y esperanza, narrada con el hilo dorado de su devoción a la Virgen de la Divina Pastora. Por décimo año consecutivo, esta comunidad, una de las más antiguas del éxodo venezolano, conmemoró el día de ayer 14 de enero de 2024 con una Misa y Serenata que resonaron en los corazones de todos los presentes, como un eco de su tierra natal.
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El Santuario de San Judas Tadeo en Rockville se convirtió en un pedazo de Venezuela. La Misa, celebrada con fervor y un espíritu de comunidad inquebrantable, fue un reflejo de cómo esta comunidad ha mantenido vivas sus tradiciones, infundiéndolas en el tejido cultural de su país de acogida. El Reverendo Jaime Robledo, con una homilía nutrida y emotiva, tocó el alma de los presentes, recordando la importancia de la figura maternal de la Divina Pastora en la vida de los creyentes.
El Diácono Venezolano Germán Flores, asistiendo en la ceremonia, dedicó sus oraciones a Venezuela y a todos aquellos que, como ellos, han encontrado refugio en tierras extranjeras. En este acto, la diáspora venezolana no solo oraba por sí misma, sino que extendía su esperanza y solidaridad a todos los inmigrantes.
La procesión, un acto de fe y devoción pura, vio a feligreses como el Sr. Miguel Ángel Torrellas Carrasco desafiando las bajas temperaturas, descalzos, en un gesto de humildad y gratitud. Las palabras “¡Que viva la Divina Pastora!” resonaban, no solo como un grito de júbilo, sino también como un recordatorio de su fortaleza y su inquebrantable fe.
La organización de este evento tan significativo se debe al incansable esfuerzo y dedicación de figuras clave, incluyendo al señor Jorge y la señora Eva García, así como la señora Marian Medina. De manera especial, el señor Miguel Ángel Torrellas Carrasco y la señora Liliana Rodríguez se destacaron como pilares fundamentales en la coordinación general del evento, infundiendo vida y preservando la esencia de su rica cultura. Por su parte, el Ministerio de Música, magistralmente dirigido por Miguel Ángel Torrellas Martínez, y con la participación de destacados artistas venezolanos como Roberto Silva y las Hermanas Anzola, envolvió el evento en una atmósfera de nostalgia y alegría, transportando a los presentes a través de sus melodías directamente al corazón de Venezuela.
La serenata a la Virgen, más que un evento cultural, fue un acto de unión y recuerdo, donde cada nota musical era una caricia para el alma nostálgica. La participación comunitaria en la preparación de refrigerios y postres reflejó el espíritu de generosidad larense, un espejo de las tradiciones de Barquisimeto.
Este evento no fue solo una celebración religiosa, sino también un testimonio de la capacidad de una comunidad para mantenerse unida y fiel a sus raíces mientras abraza su nuevo hogar. La diáspora venezolana en Washington, D.C., a través de su devoción a la Virgen de la Divina Pastora, ha demostrado que la fe y las tradiciones pueden trascender fronteras, creando puentes de entendimiento y solidaridad.
El día de ayer 14 de enero, al igual que en Barquisimeto, la comunidad venezolana en Washington, D.C. no solo rindió homenaje a su patrona celestial, sino que también celebró su propia perseverancia y espíritu indomable. A pesar de las adversidades y el desafío de vivir lejos de su patria, han logrado mantener vivas sus costumbres, compartiéndolas con generosidad y orgullo en su país de acogida.
La Misa y Serenata a la Virgen de la Divina Pastora se han convertido en un símbolo de resistencia cultural, un refugio espiritual para los venezolanos en el extranjero. Cada año, al reunirse para esta celebración, reafirman su identidad y fortalecen los lazos que los unen a su tierra natal y a su fe.
En el corazón de cada asistente, más allá de la nostalgia y el recuerdo, arde una llama de esperanza y fraternidad. La comunidad venezolana en Washington, D.C., con su ejemplo de resiliencia y devoción, nos recuerda que, sin importar dónde nos encontremos, nuestras raíces y tradiciones son una fuente inagotable de fuerza y inspiración.
Así, mientras la última nota de la serenata se desvanecía en el aire frío de enero, quedaba claro que la diáspora venezolana no solo ha sobrevivido, sino que ha florecido, llevando consigo el espíritu inquebrantable de la Virgen de la Divina Pastora y de su amada Venezuela.