Hay pontífices por ahí que determinan el tamaño de los temas. El de PJ les parece pequeño porque primero está el asunto del liderazgo de María Corina Machado y la impresión causada por el vuelo de Edmundo González a Madrid. Como tienen la verdad en sus manos esos pontífices no ven relación entre lo segundo y lo primero, o si la ven prefieren aferrarse al catálogo de prioridades temáticas que han elaborado desde su omnisciencia. Sin contar con que uno trata el asunto que le parece conveniente porque le sale del cuerpo, y con que las sensibilidades republicanas no dependen de un criterio de autoridad cada vez más devaluado en nuestros días. Ellos son los inoportunos, en lugar de un asunto partidista que debe llamar a la reflexión mientras la dictadura fortalece su poder a costa de las libertades del pueblo y de las organizaciones políticas que las favorecen.
La pelea de los justicieros les parece inoportuna, por cierto, una necedad que sirve ahora para entrar en el tema sin la venia de los magísters. No hay aquí peleas inoportunas porque las justas políticas no tienen hora exacta en el reloj ni día preciso en el almanaque. Así de simple, sabios analistas. Se dan cuando no queda más remedio y porque no hay fuerza capaz de evitar la explosión. Justo lo que ha ocurrido con las pescozadas de los justicieros, que no podían torear en coso vacío para no desviar el foco de atención al que se aferran los catedráticos de las alturas. Revientan justo cuando ha ocurrido el intempestivo viaje de Edmundo González que contó con el motor de una avispada figura del partido a quien le gusta ser más un agente libre dispuesto a la prosperidad, que militante fiel de una tolda cuyos líderes no han sido certeros en la multiplicación de la fortuna.
¿Con qué situación se vincula el papel del agente libre? Justo con los asuntos mayores que le quitan el sueño a los disponedores de temas: con el vuelo de Edmundo González y con la consiguiente alarma, o quizá estupefacción, de María Corina Machado. ¿Por qué? Debido a que el agente libre, en connivencia con la dictadura y tal vez con dirigentes de importancia en su partido, influyó para que el viajero hiciera las maletas. Una de las razones de la trifulca justiciera fue la división de opiniones que produjo la conducta del afiliado: unos solicitaron su expulsión y otros acudieron a la estrategia de hacerse los pendejos, es decir, a proponer que el caso se pensara sin prisas en un clima de tranquilidad. Es evidente que no estamos ante una diferencia sobre minucias de disciplina interna, sino frente a un negocio de gran calado a través del cual se descubre la posición de los dirigentes sobre el asunto que más interesa a la sociedad: el reconocimiento de Edmundo González como presidente electo de la república y la deseada salida de Maduro, no solo de Miraflores sino también de la vida venezolana.
No sé cuántos sabemos del círculo que algunos políticos de oposición pretendieron formar alrededor del presidente electo para insuflarle autonomía ante la presencia y la fuerza de María Corina Machado. Insuflar autonomía quiere decir, en el caso que nos ocupa, disminuir el rol de la líder principal y buscar la manera de filtrar ellos sus apetitos en el río revuelto que pretendían fabricar bajo el pretexto de acompañar a un amigo sin experiencia política y sin partido. ¿No salió algo de esa estrategia irrisoria de algún rincón de PJ o del corazón afligido de algunos de sus dirigentes? ¿No era la posibilidad de cobrar las deudas pendientes de la derrota en la elección primaria y las facturas del entusiasmo de muchos de los líderes amarillos con la nominación que terminó arrasando? ¿No fue buscar por los recovecos lo que solo se puede encontrar en camino real? Conviene recordar que a partir de la primaria cambió el destino de dirigentes estelares del partido, quienes descubrieron su alejamiento de las clientelas de base y una orfandad que solo podía remediarse con unas maromas de emergencia, sin red de protección, que han desembocado en la disputa de la actualidad.
Los que busquen la solvencia de lo que se viene describiendo encuentran pistas susceptibles de atención en la conducta de los líderes de PJ en la campaña electoral que dirigió la líder para que ganara González. Si se clasifican en abúlicos y entusiastas, o en tibios y cálidos o en resteados y vacilantes no se distorsiona la realidad. Parece una descripción que se puede asumir sin quebraderos de cabeza, libre de sospechas. Pero hay un elemento que la complica o que hace más arduo su entendimiento, más jodido. La tibieza y la calidez no solo tienen qué ver con una campaña electoral que tenía plazo de culminación, sino también con las posiciones frente a la dictadura de Maduro. ¿Acaso no se pueden distinguir entre los líderes que ahora pelean por el destino de su partido, una facción de opositores empecinados y otra de opositores condescendientes, un bando de duros y otro de blanditos cuando deben opinar o actuar contra el régimen?
Si querían un tema de envergadura, lo que se puede calificar de temazo, lo acabo de asomar. Especialmente en el párrafo de cierre.
Artículo publicado en La Gran Aldea
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