I
Para este artículo me he apoyado en dos trabajos. El primero es el de la norteamericana Olivia Garard, titulado “Tomando en cuenta las alianzas en la teoría de la guerra de Clausewitz” («Accounting for Alliances in Clausewitz’s Theory of War», The Philosophical Journal of Conflict and Violence, Vol. VI, Issue 1, 2022). El segundo es del periodista norteamericano Eli Amdur y se titula «Las alianzas globales son más importantes que nunca» («Global Alliances Are More Important Than Ever»), artículo publicado en Forbes, revista especializada en el mundo de los negocios y las finanzas, el pasado 20 de febrero de 2024.
II
Hacia el final de su trabajo, Olivia Garard resalta que en su obra Campaña de 1815 (The Campaign of 1815: Strategic Overview, Berlín, escrita en 1827 pero publicada de manera póstuma en 1835), Carl von Clausewitz (1780-1831) vuelve a hablar de los contendientes en el marco de la batalla de Waterloo (18 de junio de 1815).
El texto destaca cómo la alianza de las potencias europeas, conocida como la «Séptima Coalición», tuvo un papel fundamental en la derrota de Napoleón Bonaparte. Esta coalición, formada apresuradamente tras el regreso de Napoleón desde su exilio en en la isla de Elba, estuvo compuesta por Reino Unido, Rusia, Prusia, Suecia, Austria, los Países Bajos, España y varios Estados alemanes.
Clausewitz, en su análisis de los eventos, señala que la victoria sobre Napoleón no estaba predestinada y su situación política y militar lo obligaba a realizar una ofensiva rápida y decisiva. Napoleón, con solo 130.000 hombres frente a los 220.000 de los Aliados, tenía que dividir a sus enemigos para mantener sus opciones de éxito, pues su única esperanza era derrotar a los aliados por separado. Sin embargo, Clausewitz argumenta que la gran superioridad numérica de los Aliados y su capacidad para coordinar sus fuerzas, hacía la victoria de estos probable.
La batalla decisiva tuvo lugar el 18 de junio de 1815 en Waterloo, pero para comprender su desenlace, es crucial entender el contexto previo. Dos días antes, el 16 de junio, Napoleón había derrotado al mariscal de campo Gebhard Leberecht von Blücher en la batalla de Ligny, pero no logró destruir al ejército prusiano ni aprovechar su victoria para perseguir a los prusianos hasta el final. Blücher logró reagrupar a sus tropas y mantener el contacto con el ejército británico de Wellington, el principal comandante aliado. El 17 de junio Blücher, enviando mensajeros, prometió apoyar a Wellington en la batalla decisiva y Wellington tuvo que confiar en la incertidumbre de esta promesa.
Aunque Wellington contaba con 68,000 hombres contra los 100,000 de Napoleón, la llegada de Blücher con 50.000 hombres frescos cambió el curso de la batalla De hecho, en la noche del 17 al 18 de junio el ejército prusiano fue reforzado con la llegada de un contingente, al mando del teniente general Friedrich Wilhelm Freiherr von Bülow, Conde de Dennewitz, que no había estado presente en Ligny. Clausewitz destaca que Blücher no solo proporcionó apoyo numérico, sino también un refuerzo táctico crucial: las fuerzas prusianas, con Bülow al frente, atacaron el flanco derecho de las tropas francesas, debilitando su capacidad para resistir. La combinación de las fuerzas aliadas, con un Wellington que se mantuvo firme en su posición, y la llegada oportuna de Blücher, logró una victoria decisiva sobre Napoleón.
El análisis de Clausewitz resalta la importancia de la colaboración y la coordinación de los aliados, que, a pesar de los riesgos y la incertidumbre, fueron capaces de mantener su alianza y cumplir con sus compromisos. La derrota de Napoleón no fue solo un resultado táctico en el campo de batalla, sino el resultado de un esfuerzo estratégico más amplio. La colaboración entre Wellington y Blücher, ambos comandantes con diferentes enfoques y tácticas, y la capacidad de los prusianos para mantenerse en contacto con los británicos, fueron factores decisivos en la derrota de Napoleón.
Olivia Garard concluye que la derrota de Napoleón no solo fue una victoria militar, sino también un punto de inflexión en el equilibrio político europeo. La caída de Napoleón permitió la restauración del orden político y la independencia de los estados europeos, poniendo fin a su régimen y marcando el comienzo de una nueva era en Europa. La Séptima Coalición no solo derrotó a Napoleón en el campo de batalla, sino que también restauró el equilibrio político que Napoleón había alterado con sus conquistas previas.
III
Eli Amdur por su parte, subraya que la Liga Hanseática fue una confederación comercial medieval que, entre los siglos XIII y XV (años 1201 a 1400), abarcó casi 200 ciudades en Europa. Surgida inicialmente de pequeños gremios comerciales alemanes, la Liga se expandió rápidamente, convirtiéndose en una de las principales potencias comerciales de la época. Sus miembros disfrutaban de privilegios arancelarios, protección mutua y alianzas políticas, lo que fomentaba un comercio fluido y seguro en los mares del Norte y Báltico. La clave de su éxito, mas allá de la interdependencia económica y las buenas relaciones exteriores, fue la cooperación entre las ciudades y familias gobernantes, operando bajo un código común de regulaciones. La Liga dominó el comercio en su tiempo gracias a estas alianzas estratégicas, su cohesión interna y su espíritu cooperativo.
Amdur señala que, a pesar de los siglos que han pasado, el concepto de alianzas comerciales sigue siendo vital. En la actualidad hay toda una variedad de acuerdos comerciales: multilaterales, uniones aduaneras, acuerdos de libre comercio, acuerdos marco y acuerdos comerciales preferenciales. Según Amdur, al igual que la Liga Hanseática, las alianzas comerciales actuales, como los BRICS y la OTAN, continúan demostrando la importancia de la cooperación mutua. Los BRICS, por ejemplo, representan 40,65% de la población mundial y 24,72% del PIB global, lo que resalta, de alguna forma, el potencial económico de sus miembros. A través de estos acuerdos, las naciones no solo buscan beneficios comerciales, sino también fortalecer sus posiciones geopolíticas y económicas, tal como lo hacía la Liga Hanseática en su época.
IV
De acuerdo con estas dos lecciones históricas (hay cualquier cantidad más de lecciones históricas, pero el espacio es limitado), tanto para la guerra como para la paz, las alianzas son fundamentales. Y haciendo énfasis en la paz, los socios comerciales, unidos por intereses comunes, pueden dominar mercados y superar desafíos, lo que subraya la relevancia de las relaciones económicas en la construcción de alianzas duraderas. Esto sigue siendo un principio fundamental tanto en la historia medieval como en las dinámicas internacionales actuales.
Stephen Covey (1932-2012), autor del libro Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, decía: “La interdependencia es un valor mas grande que la independencia”. Donald Trump es coautor de un libro escrito en 1987, titulado The art of the deal (El arte del acuerdo o también, El arte del pacto). Si bien Trump sabe que tiene un déficit comercial con sus vecinos y no vecinos, pues importa de estos más de lo que les exporta, sus recientes acciones indican que parece no entender la importancia de los aliados y de las alianzas pero sobre todo, de la confianza: sobre la iteración de los acuerdos se afianza la confianza y como consecuencia de esta persiste la cooperación.
El daño está hecho.
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