Una noticia sacude al mundo político y judicial de Colombia y Venezuela a pocos días de que llegue la Navidad. La administración Biden liberó al empresario barranquillero, considerado un aliado cercano de Nicolás Maduro, en un intercambio por estadounidenses encarcelados, según supo The Associated Press.
La vida de Álex Saab siempre ha generado curiosidad. Y su presencia en una cárcel de los Estados Unidos aterraba al régimen de Maduro por lo que podría contar. Pero más allá de los intríngulis políticos, el empresario había descrestado a muchos por la vida llena de lujos y excentricidades que llevaba.
En los años setenta, cuando los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein destaparon el Watergate, que al final le costó la presidencia a Richard Nixon, hicieron famosa una frase. Los dos decían que la clave de una investigación era seguir el dinero (follow the money). Por lo general, esos entramados se consolidan en complejas transacciones en paraísos fiscales a las que es difícil seguirles el rastro.
En el caso del barranquillero hay algo que lo delató mucho más que el dinero: sus mansiones. Cualquiera que pasara hace unos años por la localidad de Riomar, en La Arenosa, sabía que algo no cuadraba. A pesar de ser un barrio lujoso, lo que sucedía sobrepasaba toda proporción. De repente, aparecía una estrambótica mansión de 3.740 metros cuadrados que parecía albergar lujos de un sultán.
Una investigación de la plataforma periodística Connectas reveló que la mansión fue construida sobre cuatro predios comprados por Promotora Dubera SAS, empresa acusada por la Fiscalía de presuntamente lavar activos para legalizar recursos ilícitos. “Es la joya de Saab en Colombia. Ni siquiera las lujosas propiedades que ha tenido –directa o indirectamente– en Italia superan el valor de su mansión en Barranquilla”, señala Connectas.
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