Como analista internacional, preocupa que según fuentes oficiales de la OPEP, Venezuela conforme a cifras de la estatal Pdvsa elevó su producción a 943.000 barriles por día (bpd) en septiembre, mientras que fuentes secundarias indican que la producción nacional pasó de 875.000 bpd a 877.000 barriles al cierre de septiembre. Esto significa que Venezuela aporta solo 14,6% de la producción de la asociación petrolera, lo cual implica que no somos como lo fuimos en el pasado, un proveedor seguro y confiable y menos neutral en épocas de conflicto. Teniendo en cuenta que de esa producción total, Chevron junto con sus asociados (Petro independencia y Petroboscán) exportan a Estados Unidos cerca del 1% del consumo petrolero norteamericano, queda claro que no somos o, mejor dicho, dejamos de ser el ombligo del mundo, si en algún momento lo creímos. La cuestión está en que el verdadero problema es que la humanidad transita y se debate a las puertas de un holocausto; de una “guerra final”, considerando los múltiples conflictos que amenazan la paz mundial, con las tensiones geopolíticas entre Estados Unidos y China; la guerra en Ucrania o la inestabilidad en Oriente Medio, las cuales pueden escalar y desencadenar en un barajo, en una reacción en cadena que llevaría al mundo a la destrucción mutua asegurada (MAD), por sus siglas en inglés).
La teoría del MAD como concepto estratégico-militar sostiene que un ataque nuclear a gran escala entre dos o más adversarios con capacidad nuclear resultaría en la destrucción de ambos. Esta teoría representa uno de los argumentos fundamentales de la disuasión. Se basa en la idea de que ninguno de los adversarios se atrevería a iniciar un ataque nuclear, ya que sabe que el otro respondería con una contraofensiva que aniquilaría a ambos. La teoría de la MAD se utilizó como elemento de disuasión nuclear durante la Guerra Fría como en el caso del conflicto en la península coreana cuando el general MacArthur propuso hacer uso de las armas nucleares o en la crisis de los misiles en Cuba (52), por lo cual es un factor importante en las relaciones internacionales entre las potencias nucleares. Sin embargo, también ha sido criticada por algunos expertos, quienes argumentan que la amenaza de una destrucción mutua no es suficiente para prevenir conflictos y que podría llevar a una falsa sensación de seguridad, y ahí está el pequeño gran detalle
Como destacan los ejemplos anteriores, la teoría de la MAD puede servir de elemento disuasorio, contribuir a la estabilidad estratégica al disuadir a los adversarios de iniciar un ataque nuclear o prevenir la escalada de un conflicto convencional o nuclear. Sin embargo, también existen algunos de los argumentos en contra, al ofrecer una Falsa sensación de seguridad, lo cual podría hacer que los líderes políticos sean menos cautelosos en sus acciones. Esta teoría podría ser menos efectiva en regiones con múltiples actores nucleares como el caso de Europa o de menor estabilidad política, un riesgo que siempre se encuentra presente ante la existencia de arsenales nucleares, lo cual aumenta con el riesgo de accidentes, errores humanos o ciberataques terroristas, pudiendo inexorablemente desencadenar una guerra nuclear.
La teoría de la “Destrucción Mutua Asegurada” es un concepto complejo con implicaciones importantes para la seguridad internacional. Si bien plantea riesgos significativos y ha sido objeto de críticas por parte de algunos expertos, también ha demostrado ser un poderoso elemento de disuasión, por lo cual es importante tener en cuenta estos argumentos y considerar las implicaciones de la teoría de la MAD en el contexto actual de las relaciones internacionales.
Los anteriores conflictos, tanto directos como indirectos, exacerban los problemas existentes y crean nuevas dinámicas que afectan a la población venezolana, generando una serie de desafíos que conllevan un impacto negativo por tiempo indefinido.
A pesar de ser un actor marginal en los conflictos actuales, estos tienen por el efecto mariposa sus implicaciones y efectos en Venezuela, al enfrentar una profunda crisis humanitaria, económica y política. Los desafíos a largo plazo van desde la reconstrucción nacional de su economía, de sus instituciones y su tejido social, lo cual requerirá de inversiones significativas y de un amplio consenso político. Para superar esta situación, será necesario un esfuerzo conjunto de la comunidad internacional, el gobierno venezolano y la sociedad civil. En tres líneas: Es necesario e indispensable, el fortalecimiento de la democracia para el establecimiento de un sistema político más inclusivo y transparente, que garantice el respeto de los derechos humanos y la participación ciudadana.
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